“Nosotros vemos que hoy está saliendo muchísima música en las plataformas digitales. Hay algo que está bueno, que es la posibilidad que están teniendo los artistas de autogestionarse en la producción musical. Eso hace que no necesitemos de los sellos para producir música y tampoco de cantidades enormes de dinero para poder grabarnos. Pero la contracara es que la música se está volviendo descartable. No queremos que hacer música salga de una máquina de hacer chorizos” dice Francisco Busso, quien junto con Nicolás Legón está presentando “El umbral de la modorra”, un disco que no se podrá escuchar en las plataformas típicas y deberá circular a la vieja usanza.

Busso y Legón son ambos músicos y compositores. Desde hace más de diez años trabajan en sus proyectos solistas, editando álbumes y realizando giras por todo el país. Se conocieron participando de un festival en Bahía Blanca, donde sus proyectos solistas compartieron escenario por primera vez.

Busso evade las definiciones y lo motiva la curiosidad. Ya lleva tres carreras universitarias encima y parece querer seguir indagando. Además de músico, es agrónomo y licenciado en Ciencias Ambientales. Es oriundo de San Fernando y vecino de San Isidro. El río es protagonista de su música y afirma que es parte del paisaje inconsciente o consciente de todos los músicos de la zona. 

“En la Zona Norte el río es muy importante. Así como otros van a un parque, nosotros vamos al río. El río se filtra en todas las conversaciones, está latente. Uno sabe si el río está alto, bajo, si sopla una sudestada. Llega el clima lindo y explota toda la costa del río desde Vicente López hasta Tigre. En el Río de la Plata, uno ve el horizonte. No es cualquier río”, dice. 

En ese mismo sentido, también se siente influenciado por la canción rioplatense y el candombe: Martín Buscaglia, El príncipe Pena, Jorge Drexler, Eduardo Mateo, entre otros, aunque también por el folklore argentino y el tango. Para él esas letras y ritmos pintan nuestro paisaje.

Tanto Busso como Legón encontraron en el otro ciertas afinidades que los hicieron decidir juntarse para grabar este álbum. Pero lo hicieron de una manera muy particular, pasando diez días del verano encerrados en una casa, absolutamente incomunicados, con provisiones para no salir hasta que hubieran grabado las diez canciones que componen el disco. Le avisaron a sus allegados que no querían recibir ningún tipo de distracción. Fueron días de hablar y grabar. Ambos confiesan que la experiencia de estar abocados completamente al proyecto hizo que el disco cobrara solidez y cohesión en tiempos dónde reina la dispersión producto de las redes y el multitasking. “Aislarse nos sirvió porque la música ya está ahí, las letras ya están ahí, simplemente hay que sacarlas a flote y todo necesita tiempo. Tiempo y maduración para descubrirlo. La verdad que lo bueno de aislarse fue no tener que pensar en otra cosa”, afirma Legón. 

El umbral de la modorra no va a estar disponible para escuchar en ninguna plataforma digital. Es una forma que encontraron para oponerse al consumismo en la música. “Hay tanta oferta en Spotify, que el oyente termina procrastinando escuchar lo que desea. Además de que tanta accesibilidad invisibiliza el valor y el trabajo que hay detrás de un disco”, afirma. 

Ellos quieren volver a los orígenes. Invirtiendo la lógica del deseo, añoran que sean sus oyentes los que los busquen. “El que quiera venir a escuchar lo que estamos haciendo, que se acerque al show, que comparta esa experiencia del vivo. Que vengan a escucharnos en vivo y se sientan vivos” agrega Busso.

En los recitales ofrecerán una bitácora que crearon durante los días que estuvieron componiendo, que incluye poemas, anécdotas, canciones, partes del proceso de composición y hasta recetas de lo que comieron. Atrás de la bitácora hay un QR dónde se accede a un link para descargar el disco. “Creemos que esto va a generar otro tipo de escucha, porque no solo van a escuchar las canciones, sino que van a poder ser testigos de la experiencia completa”, dice Legón. Ambos reconocen que no se trata de una jugada comercial (probablemente esto redunde en menos escuchas), pero están buscando conectar con su público desde otro lugar. Quieren que el cuerpo vuelva a tener lugar en la experiencia. Por eso mismo, la bitácora es un objeto material.

Esta búsqueda los posicionó a ellos en un lugar distinto, ya que muchas veces para los propios músicos es tedioso tener que estar ocupándose de la difusión en redes sociales. De alguna forma la propuesta ligeramente distinta hizo que se volvieran a enamorar de su oficio, y que pudieran concentrarse en tocar en vivo más que en difundir y tratar de coleccionar seguidores. “Estoy invitando con muchísimas más ganas e ímpetu a mis shows porque sé que no van a escuchar en otro lugar la música. Entonces creo que se está generando un círculo bastante virtuoso en toda esta idea que en un momento fue un poco loca y ahora está cobrando un montón de sentido” afirma Busso.

El dúo se va de gira y habrá muchas oportunidades para acercarse a este disco que por ahora será un secreto a voces. El 15, 16 y 17 de agosto, estarán en Tilcara, San Miguel de Tucumán y Ciudad de Salta. El 30 de agosto en la Casa del Árbol (CABA). En septiembre van a ir a la Provincia de Buenos Aires. El segundo fin de semana estarán en Tandil, Bahía Blanca, Coronel Suárez y Pigüé. Después en Uruguay: Montevideo, San José y Punta del Este. Cerrarán septiembre en Pilar. Luego seguirán viajando por otras provincias del país, para el 28 de noviembre, hacer una fecha en La Tangente para cerrar el año. Las entradas para la escucha de este disco tan particular pueden adquirirse a través de sus instagrams personales (@fran.busso) y (@nicolaslegon) .