Según los registros que llevan las organizaciones sociales, los migrantes que cruzan por la peligrosa ruta migratoria conocida como El Tapón del Darién -la selva que divide Colombia de Panamá en el camino hacia Estados Unidos- son en su mayoría venezolanos, haitianos y ecuatorianos.
Motivados por la violencia o crisis económicas, estos migrantes a veces ya vivieron en otros países de la región pero al no lograr regularizar su situación migratoria, conseguir un empleo que les permita enviar dinero a su familia o ser víctimas de xenofobia y racismo, vuelven a optar por migrar nuevamente hacia “el sueño americano”.
Como el caso de Jinau, un haitiano que atravesó El Tapón del Darién con su pareja, dos gemelas de tres años que nacieron en Brasil y un bebé de dos meses nacido en Chile. “Llegamos a Brasil en 2017 y las gemelas nacieron allí. Pero no conseguía encontrar trabajo y nos fuimos a Chile, donde nació la pequeña. Aunque luego todo se volvió a complicar y decidimos emigrar por tercera vez”, contó en un informe elaborado por la Organización Human Right Watch (HRW).
Desde 2021, cuando los gobiernos levantaron las restricciones fronterizas, HRW estima que el flujo migratorio por el paso del Darién aumentó hasta un 4.000 por ciento. Para este año, las proyecciones calculan que alrededor de 800.000 migrantes cruzarán esta selva.
“Es una ruta que la gente toma porque es la única y la última opción que les queda ante la falta de vida en otros lugares", sostiene María Teresa Urueña, del Servicio Jesuitas con Migrantes de Colombia, el país donde los migrantes inician esta travesía.