“Tenés que salir adelante”, “hay que darle para adelante”, le decían a un joven que recientemente había perdido a un familiar a manos del narco-estado. Inquieto, desorientado, le cuenta y pregunta a su psicóloga: “todos me dicen que tengo que salir adelante pero ¿adónde es adelante?”.

Una pregunta que vale para todo el país, sobre todo cuando parece que todo vale para el país.

Lo colectivo y lo singular

Habitualmente cuando un pibe quiere “rescatarse”, invoca los grandes ideales de la modernidad argentina: estudiar y trabajar. Retazos discursivos pervivientes de un proyecto de país donde el estudio y el trabajo formaban parte de sus cimientos, apostando a una educación obligatoria, laica y gratuita, y al trabajo como parte del crecimiento mismo de las personas y de la nación. “¿Estudiás o trabajás?”, “mi hijo el doctor”, “el trabajo dignifica”, “estudiá para ser alguien en la vida”, entre otras frases modernas que daban cuenta del lugar que ocupaban estos ideales sociales.

Una Argentina que valoraba esos aspectos, respondía al círculo virtuoso de la inclusión: 1) se propone el ideal y las condiciones materiales concretas para su consecución (tener educación pública e industria, comercio, etc.). 2) los adultos en las familias transmiten estos ideales a las nuevas generaciones, quienes por amor los incorporan como propios, y finalmente. 3) el círculo se cierra cuando la sociedad misma reconoce a aquellos que han realizado el ideal social (el estudiante, el profesional y el trabajador, en este caso) mediante la valoración de su aporte al proyecto nacional.

De este modo, cualquier proyecto singular remite en alguna medida al proyecto colectivo. Pero hoy se sabe que el trabajo, cada vez más precarizado y ahora también más escaso, no dignifica; el guardapolvos abriga cada vez menos esperanzas y las carreras tradicionales parecen un trabajo cada vez menos tentador para la temporalidad del instante. Entonces seducen la apuestas online, se exhiben onlyfans, se pedalean triciclos financieros, se rasca plata paralela al mercado oficial. El trabajador, el estudiante y el profesional, no se sienten valorados ni aportando a una causa mayor sino reducidos a un deseo personal, el cual se ve también cada vez menos recompensado a pesar del esfuerzo; y entonces surge la fantasía o la realidad de irse del país a buscar algo de aquel reconocimiento socio-narcisístico y una retribución material que permitan condiciones dignas de vida.

Por eso la pregunta de nuestro joven impacta de lleno en la actualidad de nuestro país y en la historia de la cual se nutre nuestro hoy.

¿Qué causa nos encausa?

¿Hace cuántos gobiernos no tenemos un proyecto nacional en el que creamos y el cual crea en nosotros? ¿Hace cuántas elecciones votamos sólo para evitar el desastre, sin la menor esperanza de un proyecto de país?

Es entonces que nos descubrimos pibes desorientados, preguntando a dónde hay que ir, qué es adelante y qué es atrás, y por qué vale la pena dar la vida. ¿Por qué ya no hablamos de la felicidad? ¿Desde cuándo ser realista o sincero supone creer la mentira de que nos merecemos el despojo continuo y sostenido?

Los proyectos de saqueo del país, tienen claro hacia dónde van. ¿Pero los proyectos progresistas con qué nos inspiran, arman fuerza, empuje, deseo, colectividad? Evitar el desastre y perder la esperanza, no moviliza; creer que estar mal hoy para estar bien mañana, sí lo hace. Dibuja una respuesta a la pregunta de nuestro joven, le ofrece una dirección.

Hasta una épica futbolística aúna, moviliza, tracciona; tanto como una épica saqueadora que nos dice que estando mal hoy estaremos bien mañana (aunque ese “nosotros” suponga que dentro de cincuenta años la mitad ya no estemos para ver que, al final, fue mentira).

El destino está adelante

Para el pueblo Aymara el futuro siempre está atrás de uno, porque es lo que no se puede ver. No podemos verlo porque no sabemos cuál será. Mientras que para adelante está el pasado, porque es aquello que sí podemos ver.

El destino está adelante. Algo que el psicoanálisis sabe desde Freud. Algo que las neurosis de destino mostraban en todo su drama: una señora que entierra a su tercer pareja, la cual conoció antes de que enfermara; aquel otro que una y otra vez se encuentra con jefes déspotas que lo echan del trabajo; aquella persona que siempre termina padeciendo parejas que la maltratan como le pasó en una infancia de la que quiso huir lo más lejos posible en sus elecciones amorosas actuales. El destino es el infierno de la repetición de un pasado que se tiene enfrente pero que no se quiere o puede ver.

Caminata lunar

Ir para adelante entonces es ir para atrás. Como la caminata lunar jacksoniana, que dando pasos hacia adelante, se movía hacia atrás. Vale para las personas singulares, cuando el pasado no pasado da lugar al infierno de la repetición; vale para los proyectos de país, cuando una y otra vez repetimos la elección de futuros pasados. Quizás sea momento de decir con María Elena, que si vivimos en el mundo del revés, donde el ladrón es juez, la crueldad es verdad y el mal es el bien, tenemos entonces la oportunidad de dar vuelta las cosas otra vez más y reconocer que sólo si avanzamos hacia el pasado podremos salir hacia atrás como país.

Por ahora no parece que tengamos más que salidas provisorias, individuales, pequeños salvavidas y algún matafuegos de mano para la supervivencia de una vida en la instantaneidad de un tiempo fugaz que ni siquiera arma un presente común.

Pero no queremos dejar al pibe desorientado que todos llevamos dentro, sin respuestas, así sean provisorias. Pibe, adelante no es pasado rechazado, no es sufrir para estar mejor, no es solo, no es supervivencia, no es maltrato ni destrato, no es culpando a otro, no es docilidad ni resignación.

 

Adelante, pibe, es adónde uno se siente valorado y capaz de tener y dar una vida digna, adelante es mirando el pasado, sobre todo el pasado rechazado e ignorado; adelante es donde uno se sienta pertenecer; adelante es donde nos sentimos reales y vivos; adelante es donde se puede luchar tanto como descansar; adelante es como una casa o un útero materno, una madre tierra de la que se puede nacer, jugar, crecer y construir junto a otros que también pertenecen y con los cuales nos hermanamos aunque no siempre estemos de acuerdo, y, sobre todo, adelante es potencialidad, esa mezcla de descubrimiento y construcción.  

Psicólogo (UNR), Profesor en Psicología (UNR), Magister en Salud Mental (UNR). Psicoanalista. Escritor. Investigador. Psicólogo en Ministerio de Desarrollo Social. Autor de La violencia en los márgenes del psicoanálisis (Editorial Lugar) y de Los procesos de subjetivación en psicoanálisis: el psicoanálisis ante el apremio de una revolución paradigmática (Editorial Topía).