Cuando Ligia Piro fue madre, hace 17 años, sentía que en Buenos Aires no había lugares tranquilos y silenciosos para reunirse con amigos a conversar y compartir un rato. “El tema de la maternidad me dio más por el lado de la tranquilidad. Entrabas a un lugar y subían el volumen de la música”, recuerda la cantante. Entonces, se le ocurrió la idea de hacer un disco que propiciara el encuentro, la escucha y la calma. Así nació Trece canciones de amor (2008), un álbum despojado y atravesado por el “tono y el color” del jazz con la participación del guitarrista Ricardo Lew. Con ese disco, recorrió diferentes rincones del país y le trajo muchas satisfacciones. Por eso, en 2019 Piro tomó la decisión de encarar con Lew la segunda parte, pero la pandemia frenó los planes por un tiempo. Finalmente, a fines de 2023 se internaron en Estudios ION para darle vida a Volumen 2 (2024), un trabajo precioso, a guitarra y voz, que saldrá completo en plataformas digitales este viernes.
Hasta el momento, se dieron a conocer tres singles: "L.O.V,E.", "Blackbird" y "It’s a lovely day today", con la participación especial de su hija de diez años, Elisa. “Nos había quedado material inconcluso durante la pandemia. Y cuando pudimos entrar a grabar a ION empezamos todo de vuelta. Nos hemos sentido muy cómodos toda la vida ahí, porque es un estudio donde ha grabado toda mi familia”, dice Piro, en relación a su linaje familiar: es hija de la cantante de tango Susana Rinaldi y el bandoneonista, director de orquesta y compositor Osvaldo Piro. El repertorio del nuevo disco abarca desde standards de jazz hasta clásicos del pop de los años '60 y '70, desde “What a wonderful world” hasta “Fever” y “Your song”. También hay versiones de “Tenderly”, “I got the world on a string”, “Nature boy”, “Prelude to a kiss”, “If you leave now”, “Just the way you are” y “Sunny”.
El disco, en general, está construido con un sonido sutil, cálido y austero que permite realzar los dos instrumentos principales: la voz versátil de Piro y la guitarra virtuosa de Lew. Así transcurren trece canciones, sin perder la variedad de climas e intensidades. “Una cosa muy rústica, casi como si pudiésemos estar en el vivo con la persona que está escuchando”, dice la cantante, que presentará el disco los lunes de agosto (5, 12, 19 y 26) a las 20 en Bebop (Uriarte 1658), con Oscar Giunta en batería y Pablo Motta en contrabajo, además de Lew. “Me fascinan las bandas, soy fanática de Prince. Adoro ese sonido enorme y también las orquestas. Pero acá el concepto inicial era una cosa más chiquita: que estén de manifiesto la guitarra y la voz para compartir toda esa música infinita”, explica. “En vivo estamos como al desnudo. Es como volver al lugar donde nacimos. Nos hemos llenado tanto de tecnología... bienvenida sea, porque la necesitamos, pero hay momentos donde hay que parar y resetear”.
-El disco está atravesado por el jazz, tanto desde el repertorio como desde el lugar de interpretación. ¿Es una música que te acompañó desde chica al igual que el tango?
-Yo no suelo cantar tangos, lo hago de este modo como lo acabo de hacer con mi papá en el Festival de La Falda (la semana pasada),porque es una invitación que me hizo con su orquesta. Y son momentos de cruce que me nutren mucho como artista. Pero yo elegí el jazz para interpretar cuando empecé a cantar. Porque era un género que me prendió de muy chica. Había mucho material en mi casa y empecé a escuchar esa música porque cuando tenía ocho años me gustó la tapa de un disco de Billie Holiday. Lo empecé a escuchar y algo me hizo referencia a la voz de mi abuela. Además estaba conectándome justo con el inglés, porque me habían cambiado de colegio y ahí tenía ese idioma. Eso también me ayudó a meterme en un idioma que no conocía a través de las canciones. Cuando terminé el secundario empecé a estudiar teatro y también en el conservatorio nacional de música. Fui muy poco tiempo pero ahí empecé a conectarme académicamente con la música.
-¿Tu territorio de pertenencia como artista es el jazz, entonces?
-Sí, de base sí. Después hice un quiebre muy grande con mi disco Las flores buenas (2011), en el que empecé a trabajar con Popi Spatocco como productor musical y abrí otra puerta a algo que para mí era fundamental: la música argentina y latinoamericana. Dentro de eso está el folklore en el que también estuve mucho tiempo. Ahí empecé a ampliar el repertorio sin dejar de lado el jazz, porque es algo que me gusta mucho. Pero dentro de la música argentina empecé a cantar cosas de Spinetta y a meterme con el repertorio del Cuchi Leguizamón. Trato de mover todo el tiempo los distintos discos y repertorios.
-¿Y cómo armaste al repertorio del nuevo disco? ¿Qué tiene que tener una canción para que elijas interpretarla?
-La música es algo que me conmueve muchísimo y hay melodías que evidentemente están conformadas por armonías que me generan sensaciones físicas. A partir de ahí empiezo a indagar en las canciones. En este disco en particular todas hablan de amor y todas son conocidas. Algunas, como las de Billy Joel, yo las había escuchado hace mucho y en este caso fueron propuestas por Ricardo. Siempre hablo de lo que me conmueve porque la música toca fibras muy particulares en la gente. Para mí como intérprete eso es un disparador y un motor esencial. La elección esta vez se dio muy de a poco. Por ejemplo, "Prelude to a kiss" es un tema que escuché hace muchos años y cuando vino Diane Schuur a la Argentina la fui a ver porque su voz me parecía maravillosa. Después ella se sentó al piano y cantó todo un repertorio sola y después en formato trío. Fue algo hermoso, como un regalo que yo sentía que ella le daba al público. Y ahí apareció esa canción, que ya la había escuchado hace mucho por Ella Fitzgerald pero cuando la escuché en vivo por Diane supe que un día la iba a cantar.
-Los Beatles aparecen seguido en tu repertorio también.
-De Los Beatles esta vez quedó "Blackbird", porque es un tema que me encanta. En otra época versioné "Get back" y cada tanto canto "Yesterday". Son temas que ya son del mundo y cuando los cantás la gente los reconoce. "If you leave me now", por ejemplo, a mí no se me hubiera ocurrido, lo propuso Ricardo. Por otro lado, yo buscaba un tema para cantar con mi hija Elisa y apareció "It’s a lovely day today", que es alegre. Ella quería cantar conmigo. Entonces, buscamos uno que nos gustara a las dos y que nos resultara fácil.
-¿Con Elisa tenían pendiente hacer un tema juntas?
-Ella quería cantar conmigo en vivo. Entonces, le propuse hacer una grabación. Yo no sabía si iba a quedar el tema adentro. Elegí un tema de jazz porque me parecía que la melodía era más fácil para una nena. Lo canta con mucho swing, la verdad es que me sorprendió mi hija. Ella tiene ganas de aparecer en el escenario. Ya lo hizo dos veces conmigo en Mar del Plata y ahora seguro va a estar en uno de los shows de Bebop.
-¿Qué tan importante es para vos aportarle algo distinto a la canción que versionás? ¿Es necesario encontrar tu voz ahí?
-Claro que sí. Es tu versión, no es igual a ninguna otra. Es tu visión sobre el tema. La canción es una historia para contar y yo creo que como intérprete cuento una historia. Y la melodía te lleva sola. Spinetta muchas veces decía que él escribía las melodías y después encontraba las letras que iban a ir dentro de esa melodía, como si fuera algo destinado. Yo no compongo mucho, lo hago muy puertas para adentro. Pero me fui metiendo en ese mundo en la pandemia. A la hora de contar esa historia y cantar esa canción la melodía es un puntapié inicial para empezar a hablar de una situación que le pasó a otro o a uno mismo. Y esa versión, esa interpretación, es tuya para siempre, es el legado que vos dejás. Los compositores cuando entregan una canción y plasman una obra ya saben que esto va a ocurrir. Es una forma de entregar la vida compartir este tipo de experiencias. Después, en el vivo vas equilibrando los tempos y los ritmos. Hay que hacerlo agradable al oído y tratar de que no sea tedioso. Intentar siempre que sea todo llevadero para la persona que escucha. Eso es responsabilidad absoluta del artista.
-¿Cómo ves el estado general de la cultura en este momento del país?
-El artista siempre tiene algo para decir. Y tiene que acompañar los tiempos. No es una obligación, pero en general acompaña los tiempos y los altibajos del contexto. El artista tiene una pulsión que no lo deja parar y necesita manifestarse. Mi mirada es colectiva, yo no concibo la vida de otra manera. Yo tengo trabajo y genero trabajo, me produzco todo lo que hago. Es una cadena que no para. Desde que el dueño del teatro o del boliche abre hay un boletero que está cobrando un sueldo, hay acomodadores, mozos, cocineros. En este momento hay compañeros míos que la están pasando muy mal y muchos no llegan a fin de mes. Y eso es muy duro para la cultura. El Estado podría acompañar un poco más. Pero ahí ya se requiere una mirada más sensible de la situación cultural del país. Nos cuesta, pero hay que seguir remando. Es la que nos toca. Siempre hay crisis, el bolsillo aprieta y los artistas somos los primeros que empezamos laboralmente a padecer esa situación. A veces remamos en dulce de leche pero en mi caso nunca me podría quedar quieta. Y si apremiara tanto la situación creo que terminaría parada cantando en una plaza con un bombo y a la gorra.