La inmensidad 6 puntos
L’Immensità; Italia, 2022.
Dirección: Emanuele Crialese.
Guion: Crialese, Francesca Manieri y Vittorio Moroni, basado en un argumento de Crialese.
Fotografía: Gergely Pohárnok.
Música: Rauelsson.
Intérpretes: Penélope Cruz, Luana Giuliani, Vincenzo Amato, Patrizio Francioni, Maria Chiara Goretti, Penelope Nieto Conti.
Duración: 98 minutos.
Estreno en salas únicamente.
Considerando que Penélope Cruz vino a ocupar –en belleza, en fotogenia, en star power- el lugar que alguna vez tuvo en el cine internacional Sophia Loren, no resulta descabellado que el realizador italiano Emanuele Crialese la haya convocado para componer a Clara, esa triste ama de casa romana de comienzos de los años ’70 que habita el centro de La inmensidad. En su primer film en más de una década, el director de Respiro (2002) y Nuevo mundo (2006) tiene sin embargo la inteligencia suficiente como para no hacer de la musa de Almodóvar una italiana de pura cepa, sino de una española mansamente adaptada al tiránico matrimonio con un rico burgués que la considera poco más que un adorno.
Ese conflicto –y esa protagonista, porque Cruz también es una actriz estupenda- podría haber sido suficiente para hacer una película acerca del opresivo peso de la institución familiar sobre una mujer no emancipada en un país cuya cultura y religión nunca facilitaron las cosas a las mujeres (al día de hoy en Italia no existe un divorcio de mutuo acuerdo como tal). Pero el problema de L’Immensità -semejante título le queda grande al film de Crialese- es que a ese núcleo dramático, ya suficientemente denso, le suma otro, no menos importante, que dispersa la energía de la película. Sucede que la hija mayor del matrimonio, Adri (Luana Giuliani), de 12 años, se autopercibe varón y se hace llamar Andrea. De hecho, es Andrea la verdadera protagonista de La inmensidad y también es suyo el punto de vista con el cual Crialese elige contar la historia de esa familia colmada de problemas que se resisten a salir a la luz.
Indeciso entre privilegiar uno u otro relato, Crialese intenta –no siempre con éxito- narrar ambos, intercalando a las crecientes depresiones de Clara la intuitiva, hormonal rebelión de Andrea, que solamente encuentra una tácita comprensión en su madre y en una amiga y compañera de escuela de su edad (Penelope Nieto Conti), que vive a pocos metros de su espléndido departamento con vista a las cúpulas de Roma, pero literalmente en otro mundo. Esa chica sensible y soñadora es lo que los romanos de bien llaman una “zíngara”, integrante de la clase trabajadora que acampa al pie de los nuevos edificios que se construyen en la ciudad pero que no tardarán en ser expulsados cuando ya no se necesite de ellos.
Con un guion un poco más sutil y profundo, Crialese podría haber hecho del marido de Clara (Vincenzo Amato) algo más que un estereotipado padre padrone, que casi no tiene otra participación en el film que la de apostrofar a su esposa y a su hija mayor. Pero aun cuando el film parece sucumbir a los lugares comunes, siempre sale a su rescate Penélope Cruz, capaz de darle carnadura a su personaje, sea la Clara real o la que Andrea a veces sueña, cuando la imagina en la TV en blanco y negro cantando y bailando platinada en lugar de Raffaella Carrà.