Goce, sufrimiento y placer están íntimamente relacionados: el sujeto sufre sólo ahí donde goza, pues el goce no solo es placer sino que tiene cierta nota de sufrimiento. El goce puede traer no solamente placeres sino que también puede traer ciertas consecuencias nocivas: “todo lo rico puede engordar y hacer mal”. Además, el goce es parecido a una frazada chica que cuando cubre los pies necesariamente descubre la cabeza, y viceversa.

Cada sujeto tiene una sola modalidad de goce y no treinta y seis. Esa modalidad no es elegible voluntariamente a gusto del consumidor, ni varía “camaleónicamente” según la ocasión. Si se adopta una modalidad fundamental, necesariamente se perderán todas las otras incompatibles con la primera. Es decir que caen las opciones restantes. I can never keep all my options open, decía un paciente norteamericano con un fuerte dejo de rabia y de pena. Este hecho no deja de ser crucial para poder considerar que el modo de goce de un sujeto le otorga un cierto orden, lo programa, desde allí entonces se puede desprender cierta lógica pulsional y, por ende, una cierta determinación.

La modalidad de goce, vale decir el síntoma singular de funcionamiento de cada uno, es el que asegura a cada sujeto una estructura singular que lo determina. Si bien lo real del cosmos es sin ley (“lawless”), lo real del goce de cada ser parlante, o de cada sujeto, tiene ley (es “lawfull”), pues su singular modalidad de goce le impide derivar infinitamente sin ley alguna. El sujeto sin ley que lo organice no existe pues siempre hay una suplencia de ese “no hay” que lo estructura y que Lacan lo llamó sinthoma en 1976.

 

*In memoriam. Fragmento escogido de su texto sobre la singularidad del modo de goce, publicado en Virtualia n° 34, marzo 2018.