Las Flores es un pueblo de la provincia de Buenos Aires que apenas alcanza los treinta mil habitantes. Allí, como en toda localidad del interior, casi todos los vecinos se conocen. Saben dónde vive el otro, de qué trabaja, con quién anda en pareja, y qué sube a las redes sociales. Agustina vivió toda su vida en ese distrito. 

Ella tenía apenas 17 cuando cursaba su último año de la escuela secundaria. Siempre fue muy inteligente, de hecho nunca se llevó materias a diciembre, pero estaba cansada del sistema educativo y la embolaban por completo todas las materias. Su familia no tenía necesidades económicas, a los padres les iba bien en sus respectivos trabajos, pero ella quería empezar a tener sus ingresos. Preguntó en dos o tres comercios y no la aceptaron por ser menor de edad, pero ella, a la que nunca le faltaron pretendientes, encontró en el teléfono una opción que estaba de moda: subir fotos sin ropa a Only Fans.

Primero lo mantuvo en secreto. Sus seguidores pagaban un monto específico por cierta cantidad de fotos y el dinero entraba por la cuenta de Mercado Pago, entonces nadie sospechaba. Sin embargo, empezó a comprarse ropa, accesorios, y un nuevo y valioso celular, que despertó la duda en su madre. "¿De dónde sacás tanta plata vos?", le preguntó. Y Agustina no dudó en contarle. Al principio hubo sorpresa, después enojo, pero al final se convirtió en comprensión. Pensó que era una decisión de su hija, que ya era grande, y que, contrario a lo que pensaban sus amigas, "ella no se estaba prostituyendo, porque lo hacía desde su casa y sin que nadie la toque". 

Agustina, un año después, decidió no continuar con esa práctica, pero las imágenes de sus desnudos ya estaban en la aplicación, y en cientos de grupos de WhatsApp, donde se habían difundido mediante capturas de pantalla. El lunes pasado, a tres años de alejarse de la venta de contenido erótico, la angustia la visitó de nuevo. Días atrás, diversos conocidos le hablaron para avisarle que había una cuenta de Instagram que, haciéndose pasar por ella, dialogaba por chat privado y hasta enviaba sus imágenes.

Ella recurrió a sus historias de Instagram para realizar su descargo "a modo de terapia", según escribió. Dijo que ni siquiera opinaría sobre la gente que se toma el tiempo de hacerse pasar por ella, porque es una actitud que habla por sí sola, pero que sí quería advertir sobre situaciones de esta índole, "porque siempre hay alguien al que le puede servir". Remarcó que a los 17 años no era consciente de lo que estaba haciendo. Dijo que no está para nada orgullosa, pero que al fin y al cabo lo hizo, y que es consciente de eso. Escribió que las redes sociales, utilizadas para determinadas situaciones, "son muy peligrosas", y sostuvo que más allá de que todo el mundo lo dice es necesario repetirlo, porque "cuando sos pendeja, o pendejo, sentís que nada de todo eso que se dice te puede pasar a vos, o no tomás gravedad real de lo que puede pasar".

Subrayó que las redes sociales son lugares "muy malos, tóxicos y dañinos", donde "es preocupante" la cantidad de chicas que hay. Ella aseguró que "ninguna la pasa bien", y adujo que desde todos lados "intentan hacerte creer que vale la pena", por la cantidad de dinero que ingresa en consecuencia. Pero Agustina, que la vivió, afirmó que "no es nada lindo ni agradable". 

Trasladándose al pasado, al momento en el que todo inició, la joven apuntó: "Es todo fingido, porque no te queda otra que creerte ese papel de mujer empoderada que está lejísimos de la realidad".

En su posteo dijo que quiere hablarle a quien lea como si fueran sus amigas, sus hermanas, o cualquiera que esté pasando por algo similar. Pidió que nadie se crea "el cuento" de que exponerse en las redes sociales "es la forma de empoderarnos o ayudarnos", mientras remarcó que ninguna cantidad de dinero "vale su salud mental, ni su exposición ante gente tan enferma como la que hay en esos lugares". "Si alguna está transitándolo, sepa que nada de eso te hace más libre, sino todo lo contrario".

Agustina dejó un lugar para la autocrítica, e incluso pidió disculpas por haber promovido esas redes sociales en su pasado. "De corazón espero que ninguna decida pasar por eso, hay mil caminos mejores que vender por Internet el consumo de gente enferma que no quiere nada bueno para ustedes", agregó.

Ella dijo que aprendió a las malas, y aclaró que hasta el dia de hoy convive con las decisiones que tomó en su momento, a pesar de no estar orgullosa. Sostuvo que aprendió a amarse a sí misma, y a no castigarme por lo que hizo en el pasado, sino a cuidarse y entender que "nada de eso me define como persona". 

Sobre el final de su publicación, recomendó a sus seguidoras que se mantengan alejadas de la sobreexposición, que preserven su cuerpo y su mente, porque "son sagradas y deben usarse para algo de lo que sí puedan estar orgullosas". Aclaró, además, que está disponible las 24 horas del día por si alguna necesita una ayuda o un consejo.

Ella tiene un novio que la quiere, una familia que la apoya, y el conocimiento suficiente como para atravesar su dolor. Pero hay muchas y muchos que no, que están sólos, doloridos, abrumados y sin perspectiva por la persecución constante de decisiones pasadas. Sin embargo, en algún lugar de su ser, todos y todas sienten que el lucro tiene límites, y que con el alma no se jode.