Como el cambio climático ya es el tema dominante del siglo XXI, comprender lo que nos depara el futuro es esencial para todos. El nuevo libro de Peter Frankopan, La historia del mundo, desde el Big Bang hasta nuestros días, pretende mirar el pasado y comprender cómo nuestra especie transformó la Tierra de tal manera que nos llevó a afrontar un futuro tan peligroso.

El verano de 2022 debería haber convencido a todos de que algo extraño está sucediendo en los sistemas meteorológicos del mundo. Un ejemplo: Beijing. La contaminación del aire se redujo en un 55 por ciento, lo que añadió aproximadamente 4 años y medio a la esperanza de vida media de los habitantes.

Pero hay buenas razones para seguir siendo optimistas. Una transición verde produciría un sistema energético global más ecológico, con menos contaminación del aire y reducción del daño climático. Hay nuevas ideas sobre cómo reducir el daño al medio ambiente. Investigaciones recientes muestran que aumentar o reducir las altitudes en menos del 2 por ciento de los vuelos de aviones podría reducir el impacto ambiental responsable del 80 por ciento de los daños radiactivos en la atmósfera. Los costos serían mínimos, se estima que aumentaría el uso del combustible en menos de un 0,1 por ciento.

Asimismo, los estudios sobre la reducción de los impactos climáticos y las emisiones de carbono de los barcos sugieren que reducir la velocidad en un 10 por ciento conduciría a una reducción de las emisiones de alrededor del 13 por ciento, como resultado de menores requisitos en términos de potencia del motor. Lo que significaría que los viajes requerirían hasta un 40 por ciento menos de energía. Reducir la velocidad daría como resultado menos ruido submarino, lo que beneficiaría a la vida marina y reduciría drásticamente la probabilidad de choques con ballenas, mejorando así la biodiversidad marina.

Estos son algunos ejemplos de casos en los que la investigación de calidad y el pensamiento racional pueden ayudar a encontrar soluciones rápidas con el potencial de marcar diferencias significativas e inmediatas.

Éstas son las maravillas de la ciencia y la investigación científica. Pero este proceso puede significar dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás. El uso de alternativas a los combustibles fósiles puede causar una mayor presión sobre diferentes recursos. La transición a las energías renovables, por ejemplo, no debería olvidar que para producir una cuarta parte de la energía mundial se necesitarían al menos 450 millones de toneladas métricas de acero, lo que a su vez requiere el equivalente a más combustibles fósiles de carbón.

Asimismo, el paso a los vehículos eléctricos en muchos países no puede hacernos olvidar que estos vehículos necesitan cargarse y sobrecargarse, lo que aumenta la demanda de electricidad y que producen altos niveles de contaminación.

Es necesario tener en cuenta la rápida disminución de las tasas de natalidad en la mayor parte del mundo desarrollado. La disminución de la población conducirá a una menor demanda de recursos, menos presión sobre el medio ambiente y menores necesidades energéticas.

Las proyecciones climáticas se basan en suposiciones de que el progreso hasta 2100 y más allá será lineal; es decir, predicen que es probable que los factores y tendencias actuales continúen.

Mucho se ha discutido sobre la relación entre un mundo cada vez más caliente y la violencia, y las disputas por obtener más recursos que cada vez son más escasos debido al calentamiento global.

 

Hasta el 40 por ciento de la tierra del mundo está degradada. A este ritmo, una superficie del tamaño de América del Sur se degradará de aquí a 2050. Está claro que la humanidad puede resultar capaz de cambiar su estilo de vida y las decisiones que tomamos gracias a las nuevas tecnologías e ideas. Pero vale la pena tener en cuenta que gran parte de la historia humana gira en torno a nuestra incapacidad para comprender o adaptarnos a los cambios en el mundo físico y natural que nos rodea y sus consecuencias.