El día y la noche o el resplandor y la opacidad. Entre esos polos se definió lo mejor de la segunda fecha del Personal Fest 2017, encarnado en el pop luminoso de Phoenix y la canción hechicera de PJ Harvey. Pero los extremos no terminan ahí: los franceses eran el acto más esperado por la masa, mientras que la inglesa hizo las veces de diosa del gueto. Aunque se trataba de una minoría importante en términos de tradición y convocatoria. Sin embargo, más allá de su origen europeo y de su impacto en la cultura pop y rock mundial, había un detalle que los aunaba: sus respectivas actuaciones en el evento representaban el regreso de ambos a Buenos Aires. Los de Versailles desembarcaron por última vez en la capital argentina en 2014, en el debut local del Lollapalooza, y Polly Jean lo hizo en 2004, casualmente para la primera edición de este festival. En realidad son dos los rasgos que aúnan a sendos artistas en esta circunstancia, si se considera que cada uno regresó apoyado por un nuevo álbum: ellos con Ti amo y ella con The Hope Six Demolition Project. 

En contraste con el sábado, cuya oferta internacional no se caracterizó precisamente por generar un atractivo global –por lo que los grupos y solistas argentinos ayudaron a establecer la variedad–, la segunda jornada del Personal Fest gozó de la pluralidad y de la contemporaneidad de géneros y artífices. Y eso lo demostró desde la apertura de puertas, en el Club Ciudad de Buenos Aires, donde la psicodelia de los argentinos Banda de Turistas y la cumbia moderna de los mexicanos Centavrvs recibieron al público en una tarde con sabor a verano. Si bien el pop barroco y emotivo del grupo estadounidense Whitney, revelación del indie mundial en 2016 tras la aparición de su primer disco, Light Upon the Lake, los liderados por el cantante y baterista Julien Ehrlich pudieron contener la radiación solar. Aunque Neon Indian, en su vuelta a la Argentina, capitalizó el clima playero para articular un show orientado hacia la pista de baile, rindiendo así un tributo al hedonismo y a la diversión sin culpas ni complejos, cualidades propias del estilo del que son abanderados: el chillwave. 

A continuación, The Black Angel se atrevió desdoblar la psicodelia hasta colgarla en lo más alto del rock visceral y cañero. A pesar de su condición de banda de culto, el quinteto de Austin rankeó en el boca a boca del evento entre lo más destacado de la fecha. Si la agrupación que debe su nombre a un tema de la Velvet Underground no tuvo pruritos en destapar su desparpajo, armando además un repertorio en torno a su nuevo material, Death Song, la británica Elena Tonra derrochó encanto y elegancia al frente de su banda, los indie folk Daugther, incluso cuando se colgaba la guitarra. Así se metió en el bolsillo a la audiencia en la medida que recorría su discografía, que tiene en Music from Before the Storm su más reciente álbum. Todo esto transcurría en los escenarios centrales del festival, el Personal y el Huawei. En tanto que en el Domo 4G el rapero Orion XL, el laboratorio experimental rioplatense Weste, el pop sintetizado de Bándalos Chinos y la canción iconoclasta de Francisca y los Exploradores se atrevieron a raptarle público a los shows foráneos. 

Antes de que los locales Utopians ofrecieran el último recital de su carrera en el Indoor Fest, y de que Homeshake, el proyecto solista del ex guitarrista de Mac De Marco, Peter Sagar, comprobara por qué es uno de los artistas sensación en el indie de cada día (hoy ofrecen un sideshow en La Trastienda, a las 21), Seu Jorge, de vuelta en el Huawei, revisitaba a David Bowie. A un año de la muerte del icónico músico inglés, el cantautor brasileño rescató las versiones que hizo de sus clásicos para la banda de sonido de la película The Life Aquatic Studio Sessions (2004), y salió de gira. Así llegó por primera vez a Buenos Aires, donde se dedicó única y exclusivamente –pese a que su obra hace énfasis en la MPB, el soul y la samba– a recrear sus adaptaciones, siempre en clave carioca, de “Rebel Rebel”, “Changes” y “Rock N’ Roll Suicide”, entre otras. En plan cuentacuentos, reconoció que poco y nada sabía acerca del “Camaleón del Rock” antes de que Wes Anderson lo invitara a ser parte de ese proyecto, pero se despidió homenajeando tanto a éste como a su padre con “Life on Mars?”. 

Si bien la performance de Seu Jorge (sólo con su guitarra y voz) se dividió entre los que disfrutaron de la reinvención de los clásicos de Bowie y aquellos los que el recital les pareció un somnífero, lo que sí ganó por unanimidad fue el show de PJ Harvey... incluso entre los que no esperaban a la cantautora de Somerset. Tan sombrío como lo que lo inspiró, la artista centró su lista de temas en su nuevo álbum, The Hope Six Demolition Project, basado en las miserias de las que fue testigo en lugares como Kosovo, Afganistán y Washington DC. Aparte de tocar “Chains of Keys”, que inauguró su espectáculo con saxo en mano, y en medio de una suerte de marcha militar, “Ministry of Defence” y “The Community of Hope”, la cabalista rescató temas de su trabajo anterior, Let England Shake. Pero dejó espacio para clásicos de los noventa del temperamento de “50 Ft. Queenie”, “Down by the Water” y “To Bring You my Love”, que la mostraron heróica y briosa. Para ello se apoyó en una banda espectacular, en la que sobresalieron Mick Harvey (ex Nick Cave & The Bad Seeds), el chileno Alain Johannes y John Parish. 

Tras semejante oda a la oscuridad, Los Fabulosos Cadillacs armaron su ceremonia, aunque para ello el grupo apeló por el efectismo. Luego de comenzar con la seminal y autorreferencial “Cadillacs”, el grupo liderado por el tándem Vicentico–Flavio se adentró en himnos del tamaño de “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, “Matador” y “Vasos vacíos”, que fueron mechados con apenas dos canciones de su actualidad: “Averno, el Fantasma” y “La tormenta”. Por más que la historia de Phoenix arranca muchos años después que la de los pioneros del ska nacional, la banda gala consiguió hacerse de un espectáculo que aprovechó su presente, basado en su nuevo trabajo, “Ti amo”, para reconstruir una obra sustentada en el pop más bello y exquisito de los últimos tiempos. Así “Lisztomania” se enredó con “If I Ever Feel Better”, y éste con “Rome” y “Telefono”. Para cerrar con el poguero “Ti Amo di Piu”, en la que su líder, Thomas Mars, le robó la actitud manijera a Fatboy Slim y su pachanga sideral, que cerraban la jornada. Pero qué más daba: la fiesta ya estaba encendida.