En su editorial, el periodista y conductor de La Mañana cuestionó con crudeza al expresidente Mauricio Macri después de su discurso con elogios y críticas a Javier Milei en el relanzamiento del PRO. Se refirió al tramo del discurso en el que el expresidente aseguró que, durante su gestión, ningún argentino fue agredido por el Estado y lo vinculó con la muerte de Fausto Jones Huala, hermano del líder mapuche Facundo Jones Huala.

El editorial de Víctor Hugo Morales

Hoy no vamos a empezar por Venezuela. Lo vamos a dejar hasta el lunes, cuando, posiblemente, haya más datos y pronunciamientos. Esos que oscilan entre la complicidad y la dependencia con Estados Unidos. La debilidad de nuestra pobre América y una cierta cobardía de la clase política.

Porque ocurrió algo muy especial. Cuando escuché a Macri diciendo que ningún argentino había sido agredido por el Estado, al mismo tiempo, casi al lado, estaba la noticia de que se dio la muerte de uno de los Jones Huala, Fausto Horacio.

Mientras su hermano, el líder, Facundo, hace un mes y medio está muriéndose en Chile, en una huelga de hambre, Fausto se hartó de su importancia. De ahí que cuando Macri dice que ningún argentino se sintió agredido por el Estado, aún conociendo el cinismo proverbial del personaje, uno no puede menos que espantarse.

El 25 de noviembre de 2015, mientras velaban a Santiago Maldonado, Fausto Jones Huala bajaba de un cerro llevando el cadáver de su amigo Rafael Nahuel hasta los albatros que lo habían herido de un tiro en la espalda. Acaso en el último intento por salvar la vida de su amigo. Aunque, quizás, ya estaba muerto.

Desde entonces, en vez de justicia para su amigo, la misma "justicia" que condena a muerte a su hermano todos los días, le arrancaba cada resto de fe. Y ya nada valía la pena.

Ese sentimiento que, a veces, como una ráfaga sacude a muchos. Un viento leve que no se sabe de dónde viene y pasa. Y como su hermano, su muerte y su amigo es apenas una sombra que todavía está bajando de la montaña.

Fausto le regala a los diarios mafiosos, a la justicia condenada por las historias, a la elite de los Lewis y sus acólitos, a la familia de los Lago Escondido del país, su propia vida. Última ofrenda, última afrenta.

Cuando lo escuché a Macri pensé en eso. En pedirle a ustedes que cuando escuchen a Macri, o a Bullrich, algunas veces asocien esos nombres a la tristeza de un cerro agreste, perdido en el mapa, y entre los cardos y la tierra marrón vea a esas dos víctimas. A Fausto que ahora se suicidó. Y Rafael, asesinado. Uno llevando al otro como en una estatua a la que también podríamos llamar 'la piedad'.