Rechiflado en mi tristeza, amurado en la catrera, acobardado como pájaro sin luz, extrañando el pucherito de gallina y el viejo vino Carlón. Te miro de afuera, como a esas cosas que nunca se alcanzan, la ñata contra el vidrio. Las sombras implacables ocultas en la noche preguntan y preguntan: preguntan por qué lloro, preguntan por qué canto, por qué veinte años no es nada y habrá más penas y olvidos.

Cruel en el cartel, la propaganda manda cruel en el cartel, y en el fetiche de un afiche de papel se vende la ilusión, se rifa el corazón. La realidad es que hay crisis, bronca y hambre, el que compra diez de fiambre hoy se morfa hasta el piolín. En seis meses nos comieron el mercadito, el puestito de la feria, la ganchera, el mostrador. Por ser buenos nos dejan en miseria, nos ponen en la palmera, se afanan hasta el color, juegan con nosotros como el gato maula con el mísero ratón.

Y lo peor es que uno los vio... Uno vio que se venían en falsa escuadra, se ladeaban, se ladeaban bien adentro del fangal. Sabíamos que solo eran un colchonero, un rey de Bastos, un caradura y un polizón; pero de este lado fuimos giles, alzamos un tomate y lo creímos una flor. Ahora, cuesta abajo en la rodada, muchos arrastramos por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.

¿Dónde hay un mango? ¿Dónde?

Entonces te evoco, morocha, la más agraciada, la más renombrada de esta población, y acuden a mi mente recuerdos de otros tiempos, los más bellos momentos que antaño disfruté. ¡Qué grande ha sido nuestro amor, y sin embargo, ay, mirá lo que quedó! Ella, que fue mucho más que el eco de una vieja canción, es quizás la que añoran los que extrañan el tiempo viejo que lloran y que nunca volverá. Otros la quieren sola, fané y descangayada; otros evocan su sonrisa leve que es como un cantar y buscan llenos de esperanza el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Y están los que saben que la lucha es cruel y es mucha, pero luchan y se desangran por la fe que los empecina. Y están los que en vano la esperan todavía mientras los lobos aúllan de hambre; y también los que quieren volver con el frente y la marchita, y piensan que cuando estén secas las pilas de todos los timbres, se va a volver. Así de dividida está la cosa.

El gobierno parece que está desorientado y no sabe qué trole hay que tomar para seguir. Armó un cambalache donde es lo mismo ser ultraderecho que traidor. Tiene un rejunte de ignorantes, sabios, chorros y generosos estafadores que miran con anhelo a los rubios de Nueva York, a ver si esos deliciosos criaturos perfumados les ofrecen aunque más no sea el último café. Manda la que nunca tuvo novio y mañana será descolado mueble viejo, y dice: “¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos?", y el hermano decreta que nada nada queda de nuestro Estado natal, solo telarañas que teje el yuyal. “¡Mentira, mentira!”, quisiéramos decirle cada vez que comprendemos su crueldad sin para qué. Lo cierto es que ya nunca nos verán como nos vieran. Pero una noche sus ojos azules muy grandes se abrirán, y con una mueca de varón vencido nos dirá "es la vida", y no lo veremos más.

Mientras tanto, el mundo sigue andando y sus ojos se cerraron. Hasta el malevaje extrañao lo mira sin comprender: parece un patotero sentimental. Está como abrazado a un rencor, un viejo rencor, vive atropellando a la razón, se mezcla con Stavisky, Scarface y Napoleón, y hasta les quita el pan a las viejas. ¡Angustia de sentirnos abandonados, en este amargo desencuentro donde el bienestar no está! Lo buscamos y ya no está, qué largas son las horas, ahora que no está.

¿Cómo olvidarte en esta queja, pampa mía? No quiero emborrachar mi corazón, ni que lo lastime un bandoneón, ni que una curda al final termine la función, ni que nada me deje en el pecho tanto dolor. Pero no puedo impedir que, al evocarte, se me espiante un lagrimón. Y lo que más bronca me da es haber sido tan gil.

Sugerimos acompañar esta columna con el video “Saldos y retazos (simplemente Malena)” de Rudy-Sanz