Franco Bartolacci asumió su segundo mandato una semana antes que Javier Milei se impusiera en las PASO. En aquel acto anunciaría algunos de los desafíos que se pondrían en marcha sin saber que, algunos días mas tarde, comenzaría a diagramarse otro país con reglas de juego muy diferentes a las conocidas por la comunidad universitaria en su historia. Tampoco le fueron fáciles los inicios de su primer mandato, cuando por delante la pandemia de Covid-19 no estaba en el radar de nadie. Sin embargo, el Rector de la Universidad Nacional de Rosario, sigue adelante y afirma: “Sí las condiciones son favorables, mejor. Y sino habrá que buscar la manera de hacerlo de otra forma. Porque hoy la política, la mayoría de las veces, es la explicación de la imposibilidad o la administración de la contingencia”. Esta semana cumplirá el primer año de su segundo mandato y el quinto en general, y en ese marco dialogó con Rosario/12.

-¿Qué balance hace de estos cinco años de gestión y específicamente del último?

- Soy por naturaleza inconformista. Cuando hago balances positivos siempre creo que quedan cosas por hacer. Nos han tocado cinco años muy particulares; los primeros dos en pandemia y la situación económica no fue buena, la escala inflacionaria para la ejecución de los presupuestos públicos tuvo un impacto muy negativo. Y este último semestre ha sido muy crítico. Aún con esa particularidad y esa dificultad, pudimos -y lo digo en colectivo porque no es de una gestión sino de una comunidad- poner en marcha uno de los procesos de expansión de la Universidad de Rosario más importantes de su historia.

- ¿En qué consiste esa expansión?

- Al menos en tres registros que, en los últimos cinco años, nos llevó a crear más de 180 carreras, algunas muy simbólicas. Teníamos tres escuelas y en cinco años creamos cuatro nuevas; también escuelas de grado y pregrado que hoy permiten a más de doce mil jóvenes estar cursando en la universidad; todas las áreas de diseño, inteligencia artificial, gestión cultural y seguridad pública en el último año. Y concebimos algunos dispositivos que han sido muy importantes: la escuela de oficios con más de 10 mil graduados, y la secundaria virtual que el lunes (por hoy) entregaremos diplomas a graduados. Avanzamos mucho en una reforma profunda de carácter académico, pedagógico y curricular que, entiendo, es un desafío muy pendiente de todo el sistema universitario.

- ¿Cuáles son esos tres registros de crecimiento?

- La expansión académica es un rasgo distintivo, el segundo es en materia de infraestructura que, aún con las dificultades, pudimos sumar muchos metros cuadrados nuevos, incorporar tecnología y hacer obras para recomponer el patrimonio arquitectónico que tiene nuestra universidad. Quizá la más importante es la fachada de Humanidades y ahora estamos terminando un ala en Derecho. Todas las hicimos con presupuesto propio de la universidad. Las obras del Programa Nacional de Infraestructura Universitaria están discontinuadas. Y el otro gran registro es la expansión hacia afuera de la universidad. La presencia en Rosario y la región, sobre todo en el centro sur de la provincia de Santa Fe, y la participación en los debates públicos, la colaboración en múltiples dispositivos frente a los temas que la agenda plantea, es más potente que nunca.

- Durante su gestión ha conseguido integrarla como nunca antes a la vida social, cultural y política de la ciudad. ¿Fue una decisión?

- Si, es consecuencia de una planificación intencional. Cuando asumí la primera vez dije que, para mí, hay un lugar que tiene que ocupar la universidad en la agenda pública que es irrenunciable. Muchas veces (las universidades) terminan siendo un palacio de saberes clausurados, muy cerrada sobre sí misma. Yo creo que cumple con su misión cuando se la da vuelta y todo el potencial que tiene se lo pone a colaborar en la transformación de la sociedad. Y digo “todo el potencial” porque se la suele asociar con su misión primaria que es la formación de profesionales de excelencia, que es efectivamente lo que hace, pero hoy el sistema universitario argentino se ha diversificado mucho más.

- Los aportes son integrales y más diversos...

- Si, y tienen que ver con poder contribuir a un debate público más informado con su voz, con sus artículos, con sus investigaciones. Poder diversificar, desde la perspectiva de la capacitación y la formación, para que otros actores que no llegaron a la universidad accedan. El desarrollo científico tiene que estar puesto a disposición de las necesidades productivas de la región. A veces se nos olvida un principio básico y fundamental: todo lo que sucede acá es consecuencia del esfuerzo que hace la sociedad para sostenernos. La expectativa de la sociedad es que esta institución pueda no sólo formar buenos profesionales sino generar cosas que le transformen la vida a esa sociedad. Consciente de este mandato yo hice un esfuerzo personal, y toda la universidad en términos colectivos, para pensar todos los días que otra cosa más se puede hacer para involucrar a la universidad en el entramado rosarino y regional.

- En 2025 cumplirá 50 años. Desde su comienzo en la militancia estudiantil, que es el germen de su actividad política actual, forjó objetivos y desafíos de transformación social que emergieron desde lo universitario, se concretaron allí, y hoy lo trascienden al resto de la sociedad. Se imagina continuar ese camino más allá de la UNR?

- A mí me fascina la gestión pública. Creo que hay una cosa de altruismo extraordinaria en poder resignar algo de lo personal para hacer un aporte a la transformación colectiva que no sólo que me interpela sino que además me moviliza con energía cotidiana. Eso lo tengo claro y siempre voy a seguir construyéndolo porque me gusta. Yo tengo la energía cien por ciento puesta en la gestión de la universidad. Creo que uno de los tantos problemas que tiene la política hoy es que, a veces, quien asume una responsabilidad, el día después, ya está pensando que hará dentro de dos o cuatro años y eso hace que no ponga la energía en el lugar correcto y no se generen las transformaciones que hacen falta. Yo creo en poner la energía en el lugar en el que uno está que, cuando las cosas se hacen bien, después las puertas se abren solas.

- “Una universidad es reformista cuando responde a los mandatos de su tiempo”, dijo en su discurso de asunción en 2019. ¿Qué es ser reformista hoy en Argentina?

- Primero es una forma de vida, es una manera de pensar, hacer y sentir el mundo. Para alguien que está en la universidad es un mandato vigente. Es imperdonable para un reformista recostarse en posiciones conservadoras. Aún con todo lo extraordinariamente bueno que tiene la universidad, aún con todo lo lindo que podamos contar, hay un montón de cosas para cambiar.

- ¿Cuáles considera que son los mandatos de este tiempo del que tiene que dar cuenta la universidad?

- Hoy hace falta reconstruir una épica de la inclusión, la convivencia, y el desarrollo. Que es un imperativo para todos los actores políticos y sociales pero que interpela por su propia constitución, fisonomía y sostenimiento particularmente a la universidad pública. Entonces, un reformista universitario lo que tiene que hacer hoy, a mi juicio, es contribuir a provocar una segunda reforma universitaria.

- Uno de los objetivos que se propuso para su segundo mandato. ¿Cómo se logra?

- Es lo que estoy intentando hacer con múltiples medidas que tiene dos ejes fundamentales: una reforma administrativa, porque nuestras instituciones no pueden seguir igual en un mundo que cambió sustancialmente; y sobre todo una revolución de carácter académico, pedagógico y curricular. Hay que repensar los tipos de carrera, los planes de estudio, y los modos de enseñar. Ni el mundo que vivimos es el mismo, ni la Argentina tiene los mismos problemas que hace veinte o treinta años. La universidad, en ese contexto, no puede seguir haciendo las mismas cosas como sí en el medio no hubiese pasado nada. El motivo de esa segunda reforma universitaria es para que la universidad sea un dispositivo mejor preparado para contribuir a esa épica por la inclusión, la convivencia, y el desarrollo que creo que hay que construir.

- Estamos viviendo momentos históricos donde se agudizan los extremos y la violencia tanto desde lo discursivo como en los territorios, las redes, la agenda pública y en la calle; se exacerba el individualismo y el sálvese quien pueda. ¿Cómo la universidad puede invitar a imaginar y disputar sentido aportando nuevos discursos y expectativas de vida?

- Haciendo y predicando con el ejemplo en todos los sentidos: en la tarea docente, en el aporte universitario, y en la gestión de una institución pública de estas características. Vivimos en un mundo que es cada vez más hostil. A veces hasta se hace insoportable. Las instituciones, y sobre todo las de carácter público solventadas con recursos de la sociedad en su conjunto, tenemos que hacer un aporte para intentar construir una manera de entender el mundo distinta, más empática y con una perspectiva más colectiva. Siempre tratamos de priorizar lo colectivo, intentando recuperar una manera de hacer que ponga en valor el rasgo más importante que tiene la política en tanto herramienta de transformación. A mí me compromete la universidad, los desafíos que tiene, mi defensa de la educación pública y la necesidad de devolverle legitimidad a una herramienta que la perdió y que es absolutamente sustancial sí queremos recuperar esa perspectiva de lo colectivo y más empática de construcción de la vida que habitamos. Me desvela recuperar la capacidad de hacer. Soy muy obsesivo con cumplir los objetivos que nos propusimos. Sí las condiciones son favorables, mejor. Y sino habrá que buscar la manera de hacerlo de otra forma. Porque hoy la política, la mayoría de las veces, es la explicación de la imposibilidad o la administración de la contingencia. Falta plan pero también falta capacidad de hacer. Creo que se le devuelve legitimidad cuando recupera capacidad de hacer y sobre todo de sentir.

-La educación puede ayudar a retomar esos caminos.

- El mayor problema de la política es que dejó de conmoverse y yo soy de los que creen que nadie puede lo que no quiere antes, y nadie quiere lo que no sintió primero. Para poder primero tenés que sentir. Y en la medida en que la política, y sobre todo la gestión de lo público, recupere ese capacidad de conmoverse por lo que pasa, adquiere más posibilidades y capacidad de transformación. Eso es lo que intentamos modestamente hacer desde una institución que, además, está abocada a lo que a mi juicio es lo más importante. A veces puede parecer, porque la contingencia te hace pensar que la urgencia está en otro lado, que no es por ahí. Pero no hay que tener ninguna duda sobre que, cualquier problema de los que nos interesa hoy resolver, se logra sí volvemos a hacer mejor las cosas en el ámbito educativo público en general, el universitario en particular, y a jerarquizar la inversión en ciencia y tecnología que es estratégica para el mundo que vivimos.