Podríamos parafrasear la letra de un tango y decir: Primero hay que saber sufrir, después partir y al fin andar sin pensamiento...

La lógica psicotizante en la Argentina, donde lo absurdo impera, ha plantado sin dudas bandera en la cumbre.

Resulta que ahora, según las lógicas neoliberales, para estar bien hay que estar mal. Para crecer hay que decrecer. Para tener empleo hay que perderlo. Para que crezca la ocupación hay que aumentar la desocupación. Para que baje la inflación se la debe primero subir. Para que el país se enriquezca es necesario que se empobrezca. Lo podríamos afirmar con más coherencia desde el psicoanálisis: para gozar hay que sufrir, o sea, gozar en el sufrimiento.

Las tarifas de servicios públicos (luz, gas, etc.) subieron hasta las nubes, pero el gobierno asegura que, en realidad, o mejor dicho "en términos reales", han bajado. Hablan de lo "real" ("en términos reales" dicen ahora los economistas), que no es la realidad, por supuesto, sino lo imposible de decir, lo imposible de medir, de definir, etc.

El razonamiento sería el siguiente: las tarifas estaban, según el relato de los funcionarios, a punto de atravesar la galaxia, pero, gracias a la buena gestión gubernamental, sólo llegaron hasta las nubes. De este modo no debemos preocuparnos por la minucia de los cinco o seis mil metros que hay hasta las nubes, sino considerar los más de cien mil años luz que distan entre esas visibles y vecinas nubes y el más allá de la galaxia. En este sentido, todo un triunfo económico! Y no es que las tarifas estén altas… los salarios están bajos. No es que las nubes estén muy arriba… el suelo está bajo. La relatividad ha llegado a la economía.

De la misma manera se puede decir que la inflación está en realidad (en “términos reales”) bajando y que no debemos lamentarnos del aumento del 500 % del precio de la pechuga de pollo, sino festejar que no subió el 70.000 % que podría haber subido (en el cálculo de las especulaciones ideológicas todo es posible) o, dar gracia que los pollos no hayan declarado su independencia o las papas no hayan pasado a la clandestinidad. Hoy la economía del país está muy mal, pero habría que festejar que no esté mucho peor. Deberíamos celebrar, por ejemplo, que esta semana estemos un poco mejor que la que viene y así sucesivamente.

Todo tiempo futuro fue mejor. La inflación está bajando si imaginamos ficcionales cifras posibles o engañamos a la población con astronómicas hiperinflaciones que hubieran tenido lugar en el país en el caso de haber continuado el anterior gobierno. Ironicemos. El mes anterior la inflación trepó, inventemos un porcentaje, a un 400% y este mes bajó al 390. Un 10 % de descenso, un verdadero logro ¿quién baja la inflación un 10% en un sólo mes? Ni los países “serios”!

Por ejemplo, un asaltante podría decirnos: "usted es un desagradecido, no me retribuye el haberle robado sólo la rueda del auto cuando en términos reales podría haberle robado el auto entero". Escuché opinar a alguien: "estoy muy contento de sufrir grandes penurias económicas, es el precio que debemos pagar para no estar infinitamente peor, aunque no alcancemos a verlo". Las lógicas del absurdo proliferan en la época y se extienden más allá de los límites. Sabemos que hoy hay quienes se proclaman, por ejemplo, autores antes de serlo y pretenden publicar sus libros antes de escribirlos, dar sus conferencias sobre un tema antes de conocerlo, ingenieros que nunca estudiaron ingeniería, economistas que se recibieron en universidades inexistentes, políticos que recibieron medallas que nunca les dieron, gente que proclama públicamente que su obra ha sido traducida al esperanto, individuos que aseguran que la tierra es plana, que la ley de la gravedad es un invento de los peronistas. La mentira deliberada y el engaño sin pudor, campean en estos tiempos desatados, de desanudamiento de los registros de sujeción psíquica, en medio de una especie de psicosis ordinaria casi generalizada.

Insisto una y mil veces en señalar,en estas notas, a riesgo de aparecer repetitivo, que Jacques Lacan, ya en los años 70 del siglo XX, habló de la caída del significante “Nombre del padre”, de ese punto de almohadillado, ese significante que abrocha a todos los otros significantes y permite el advenimiento de una significación, evitando así que el desplazamiento y la errancia del lenguaje sea al infinito, y, que la travesía humana transcurra en el caos absoluto. Hay quienes celebran la caída de ese punto de sujeción, neurotizante sin dudas, pero hasta ahora nadie ha dicho que es lo que en el futuro vendrá a reemplazar al significante “Nombre del Padre” o, mejor dicho, a los significantes que ofician de Nombre del Padre en el acontecer humano.

La ideología, y los intereses particulares, son mucho más fuertes que la realidad. Lo que se repudia en lo simbólico, prosigamos ironizando, retorna hoy desde los gobiernos anteriores. Setenta años de gobiernos peronistas, dicen los “libertarios”, desconociendo la historia. Se trata de la construcción de un Otro como enemigo, a quien poder atribuirle la suma de los malestares. Es así como la inflación es culpa del gobierno anterior. Hoy aumenta, inventemos una cifra, el 200%, pero éste es un número magnífico si pensamos interesadamente que, en caso de haber continuado el gobierno anterior, podría ser del 5.000 %. Todos los males de la humanidad, incluida la finitud humana, el ser para la muerte heideggeriano, la castración freudiana, la declinación vital, las desavenencias amorosas y hasta los cambios climáticos, van a parar a la cuenta del “gobierno anterior”, holofrase no dialectizable, comodín que se saca de la manga cuando las promesas no se cumplen y los argumentos escasean.

Tiempo y espacio se han relativizado. “¿Para qué quieren los jubilados tener acceso al crédito si se van a morir?” dijo no hace mucho una ministra del actual gobierno. Pero con ese criterio deshumanizado, todos, jóvenes y viejos, estamos, en la relatividad del tiempo, muertos o hemos nacido siendo ya póstumos. ¿Qué sentido tiene entonces anhelar una casa, un empleo, una profesión o un oficio, etc.?, ¿qué interesan los aumentos de sueldo o las jubilaciones? Pero no es la lógica del neurótico obsesivo que siempre se está preguntando sobre la muerte y el sentido de realizar las cosas, sino la del perverso para quien el sufrimiento es el que él inflinge y causa en el otro. La lógica despiadada se ha apoderado del mundo.

Dicho en otros términos, no reales, el goce y la locura instrumentados y al servicio de las lógicas neoliberales de apropiación planetaria.

*Escritor y psicoanalista