Tres adolescentes van en el asiento trasero de un auto realizando apuestas en línea desde sus teléfonos celulares. La madre está al volante, los observa por el espejo retrovisor muy concentrados pero sin saber lo que están haciendo y les pregunta: ¿Todo bien? Se trata de una campaña de prevención y concientización sobre los riesgos de las apuestas online, especialmente entre jóvenes de 12 a 18 años, realizada por el canal de UNR Unicanal para el Concejo Municipal de Rosario. Son tres spots destinados a advertir y desalentar estas prácticas y a promover la búsqueda de ayuda. El mensaje contundente con el que cierra cada uno es: “Apostar nunca es un juego. Rompé el silencio. Pedí ayuda”.

Para el Psiquiatra de la UNR y Concejal de Rosario Lucas Raspall, las apuestas existen desde siempre, legales e ilegales, pero lo que hoy cambió la historia es la posibilidad de hacerlas online a través de los teléfonos móviles a los que los chicos están conectados entre siete y ocho horas por día, por lo que les resulta absolutamente sencillo. Además, está promocionado por grandes marcas, copas, torneos, camisetas, lo que deriva en una “naturalización de la apuesta” que la hace ver como algo entretenido, copado y se enganchan. “Empiezan jugando y después vienen los problemas”, explica.

El concejal y psiquiatra Raspall advierte sobre la naturalización de las apuestas.

Las estadísticas muestran que apuestan mucho a la noche en sus casas, encerrados en su habitación. Pero donde empezó a visibilizarse fue en la escuela que “es una caja de resonancia y ahí todos los fenómenos rebotan en las paredes y toman otro volumen”. La diferencia entre lo que ocurre en una casa que es un ámbito privado respecto de lo que pasa en la escuela es que se termina viendo. “Desde el año pasado y este año terminó de explotar, a muchos pibes se los veía primero apostando en los recreos y después también en el aula”, afirma el docente.

Al igual que ocurre con el consumo de sustancias, esta práctica es más frecuente en el varón que tiende a “una conducta exploratoria algo más exacerbada con un poco menos de frenos y controles sociales” y por otro lado la mayoría de las apuestas vienen de casas de deportes y particularmente del fútbol, entonces “quedan más atrapados y son blanco mucho más fácil que las mujeres, lo que no quita que también ellas apuesten pero en general tienen otro abanico de consumos”.

En términos de neurociencias, estos consumos secuestran el circuito de recompensas y terminan en una adicción. Pero el psicoterapeuta afirma que no hace falta hablar de ludopatía para entender que una apuesta online es un problema desde el minuto cero. Explica que quizás no se desarrolle una adicción pero en dos, tres o cuatro apuestas que hagan los jóvenes, puede ocurrir que pierdan lo que no tienen, pidan prestado a alguien que los salve, comiencen las mentiras para cubrir las deudas y no lo puedan hacer, como en cualquier historia de apuestas en casinos.

Una encuesta nacional sobre apuestas on line en menores de edad impulsada por tres universidades públicas de la provincia de Buenos Aires que aplica para jóvenes entre 15 y 21 años, arrojó datos parciales que muestran una tendencia preocupante: entre un 30% y un 40% de los jóvenes encuestados admiten apostar en plataformas online, lo que representa un número significativo especialmente entre menores de edad, a partir de los 12 años, quienes acceden a través de sus dispositivos móviles.

La ONG local Si nos reímos nos reímos todos” (nosreimostodxs.com) adhiere a esta encuesta que se realiza a través de un formulario digital accesible por código QR y busca obtener datos precisos sobre la prevalencia y las motivaciones detrás de estas prácticas entre los jóvenes. El presidente de esa Asociación Civil, Aristides Álvarez, señaló que la publicidad agresiva en redes sociales y la participación de figuras públicas exacerba el problema. También destacó la necesidad de involucrar a las escuelas en la educación sobre ciudadanía digital y riesgos asociados con el juego compulsivo. "Es crucial que los adultos responsables y el Estado asuman un papel más activo en la concientización y la regulación de estas plataformas."

¿Qué pueden hacer los adultos frente a esta problemática? “El fondo es siempre la educación”, dice Raspall y aclara: “No es la herramienta sencilla y concreta que todos querrían pero no hay otra, siempre la herramienta va a ser la educación”. Tiene que ver con el diálogo abierto en la casa y mucha confianza, entender que a veces hay situaciones que nacen de una forma y se transforman en un problema en poco tiempo. Y en la escuela, la prevención es a partir de charlas y actividades. “En la educación, en la crianza, tienen que estar los límites y reparos. O aprenden a decir que no a las cosas que les hacen mal o se exponen a riesgos y daños”, sostiene

Algo que el psiquiatra considera importante es que los adultos conozcan la problemática. “Yo me fui enterando, aprendiendo y profundizando escuchándolos a ellos, no tenía ni idea cómo funcionaba esto, cómo se arman los canales, cómo se abren las rondas de apuestas, que existen cajeros, que hay pibes que cobran, que la meten en mercado pago, todos los medios que facilitan esa apuesta la saben ellos, nosotros no”, cuenta y destaca: “Hay que escuchar mucho para aprender y para poder enseñar”.

 

En el Concejo Municipal se viene debatiendo sobre este tema en las comisiones y próximamente habrá una audiencia pública. En este contexto se decidió hacer una campaña para concientizar a la ciudadanía. Con el asesoramiento profesional de Lucas Raspall y bajo la dirección de Héctor Molina, el canal de la UNR Unicanal produjo tres cortos. Una madre y un hijo adolescente van presentándose en situaciones cotidianas como el traslado en auto con hermanos y amigos. Los chicos van en el asiento trasero muy concentrados con sus teléfonos móviles y finalmente se devela que algo está pasando ahí. Se buscó sintetizar una historia que se dirija tanto a los padres como a los chicos y que les llegue a través de los medios que habitualmente utilizan, por las redes sociales, radio o televisión, con un mensaje final: “Hablemos”.