Resistencias. El pueblo argentino es el nombre de la muestra de caricaturas de Karina Beltrán, que se inauguró el jueves pasado en el Centro Cultural Paco Urondo, (25 de mayo 201, CABA) de la Universidad de Buenos Aires. Se trata de una selección de 160 obras de distintos tamaños que proponen, en clave histórica, un recorrido visual con representaciones de lo popular, que va desde los instantes previos a la independencia de 1816 hasta las luchas transfeministas del presente.

En cuadros de distinto formato puede verse a los cartoneros, el colectivo multitudinario, oscilante y anónimo que surgió a fines de los años noventa en las grandes ciudades, aquellos mujeres y hombres del conurbano que abandonaron y volvieron a la mencionada actividad tantas veces como gobiernos de ajuste hubo. Con sus carros y una destreza física que les permite meterse en los containers plásticos de basura y rescatar botellas, herrajes y cartones para generar recursos con los que sobrevivir, son algunos de los protagonistas de la exposición. También están los pobladores del norte y los viajeros que llegan hasta la Quebrada de Humahuaca con gorros, bolsos y mantas coloridas, que miran y admiran los cerros majestuosos de la cordillera y uno sostiene una bandera argentina. Hay, además, una tribuna nutrida durante el Mundial de 1978, aquel en que la prensa internacional recibió a familiares de detenidos y desaparecidos para que se supiera y se denunciaran los crímenes de lesa humanidad. Se ve de frente la hinchada con los brazos en alto y una bandera que cae junto a los emblemáticos papelitos. También se aprecia un dibujo con un cuarteto de hombres trajeados que observan los retratos de los dictadores Videla y Bignone, mientras un hombre los señala, otro de espaldas los descuelga y el presidente Kirchner, quien ha dado la orden de bajarlos, se convierte en el gran testigo del hecho histórico.

Beltrán, la artista de 56 años y vecina de La Boca, participa en asambleas de vecinos y militantes donde recoge las preocupaciones sociales, las transformaciones políticas y los hechos culturales “que han puesto en riesgo a la patria”, señala. Esas cuestiones que preocupan y ocupan los corazones de la gente de a pie la inspiran para desarrollar su trabajo. Por eso están también sus ilustraciones multicromáticas sobre el intento en la era macrista de instaurar el 2 x 1 o, más recientemente, la manifestación frente a los atropellos que aún sigue soportando las universidades y la educación pública en general.

En ilustraciones manuales y en collages planos o con relieve, la artista autodidacta recrea el coraje con que hombres y mujeres emprendieron los combates por la libertad y la defensa de la soberanía. También convierte sus trazos coloridos en escenas en las que se reconoce la fortaleza con que estudiantes y trabajadores enfrentaron y vencieron la injusticia, conquistaron derechos y le dieron forma a una identidad colectiva reconocible.

“Pinto para contar y me cuentan para que pinte. Lo que yo realizo se llama arte memoria”, explica la autora de trabajos de distintos tamaños, quien reconoce como referentes de su labor a Quino, Fontanarrosa, Molina Campos y Quinquela Martín, “los grandes maestros que tuvimos”. En el marco de la muestra se realizará la presentación del último libro ilustrado publicado por Beltrán, La Patria me pide tinta, que tiene un prólogo de Víctor de Gennaro. Además, habrá visitas accesibles con guías especializados en personas ciegas o con la visión disminuida.

Beltrán estudió y egresó de la carrera de Ciencias de la Educación (FFyL - UBA), se considera autodidacta en lo visual y publicó los libros ilustrados La patria dibujada, La patria no se borra y La patria no se mancha. En su edición digital, el último volumen fue trabajado por la Biblioteca Nacional con una descripción de imágenes en formato accesible.

Desde hace un tiempo, Beltrán padece una discapacidad visual que la lleva, como tallerista, a enseñar técnicas como filigrana, mosaiquismo y escultura seca a personas con la misma dificultad. Lo hace de manera solidaria en instituciones públicas de la Red Federal de Educación, así como en espacios de la ciudad como el Museo de Arte Moderno.

“Mi primer recuerdo de vida es dibujando, era muy pequeñita, con 3 o 4 años. Soy autodidacta, no estudié ilustración, por lo que mi dibujo es libre y a partir de mi discapacidad visual fui adaptando las distintas técnicas para poder seguir dibujando: pasé a usar lápices acuarelables, que son más simples, para poder pintar y lograr algunos de los efectos que quiero hacer porque ya no puedo usar ni témperas, ni acuarelas. Me cuesta mucho, se me borran los contornos, necesito hacer trazos muy fuertes para poder apropiarme de las figuras, prácticamente trabajo con la nariz pegada a la hoja”, decía en una entrevista de 2023 a PáginaI12.

Para ella la historia “es un campo de lucha y conflicto en el que pugnan intereses contrapuestos”, los cuales impactan en los “modos de vida”, cambiando “la estructura social”. Entonces, Beltrán dibuja el modo en que los cambios sociales afectan a la gente en lo colectivo.

La obra de Karina representa el pensamiento nacional y popular que se completa y se valida en la acción política de las organizaciones libres del pueblo. Sus trabajos fueron expuestos en el Museo Evita, en el Ministerio de Educación, el Museo Ambato, y en el espacio cultural de la Central de Trabajadores de la Argentina, CTA.

Criaturas de grandes narices, amuchadas, tristes o sonrientes, de distintos tamaños, con cuerpos exagerados o distorsionados aluden a distintos momentos de la vida contemporánea, sobre todo aquellos que han sido turbulentos en lo político y en lo social. Es la mirada crítica y afectiva, nada complaciente, de la artista que dice mucho con muy poco, casi nada de palabras, pero que reclama sin cesar justicia desde una ternura conmovedora.

El espíritu indomable de la dibujante ofrenda producciones simples, aunque llenas de detalles, con personajes en movimiento, plenos de gestualidad, contradictorios y hasta anómalos. Son retratos poderosos de los que emerge la fuerza de una masa consciente que sale la calle a protestar y promueve los cambios en la sociedad para una vida más digna, justa y democrática.

Lejos de una propuesta hermética, la elección de lo figurativo en Resistencias propicia una identificación inmediata autora-observador, que contrarresta cualquier intención de un arte academicista o que busque la consagración. La estética elegida está sostenida por una ética política subyacente que busca intervenir en lo político-social propiciando la unidad en la comprensión y la acción resistente. Beltrán trabaja ensamblando distintos recursos estilísticos que beben de las fuentes de la mejor grafía criolla y de la narrativa popular, de la literatura dibujada del rosarino Fontanarrosa y de tantas otras propuestas surgidas en los márgenes.