El Alto está lo suficientemente cerca para vender su mano de obra barata, y lo suficientemente lejos para el local que no quiere mirar, y para que el turismo internacional no se percate de la situación acuciante que se vive en la otra Bariloche.
Alejandro “Duke” Palmas es referente del Semillero Vientos de Libertad y editor de la revista Al Margen, ambos conformados por vecinos y vecinas que, desde sus diferentes disciplinas y recorridos territoriales, comparten conocimientos en distintas propuestas inmersas dentro del barrio Nahuel Hue en El Alto de Bariloche.
Este dispositivo fue creciendo de manera sostenida desde 2007, atendiendo necesidades, promoviendo derechos y formando para el trabajo y la vida, intentando mostrar que existe otra posibilidad al mandato que las clases populares parecen condenadas.
Como tantos pibes y pibas de los márgenes, Rafael Nahuel, Rafita, como lo conocían todos, participó hasta sus últimos días en aquel dispositivo. En el Semillero jugó, se rió, contó sus problemas, recibió abrazos y también, un oficio. El Rafa concurría al taller de carpintería, uno de “los productivos” que funcionan en el Semillero, donde además de aprender un oficio, cada tanto pueden sacar un mango que ayude a completar la olla.
La conversación con Duke tiene un alto grado de emocionalidad. Estamos hablando de una vida interrumpida violentamente y de uno de los tantos pibes que, con su historia singular, amplificó la de muchos anónimos que pelean a diario en y desde El Alto.
La charla gira en torno al Rafita pero va más allá, problematizando y reflexionando sobre el transcurrir diario de muchos en el barrio de calles embarradas, chapas heladas y braseros humeantes que intentan pelearle al frío.
Sin embargo, en ese clima hostil y desolador, también es posible pensar y soñar proyectos de vida, y el Semillero invita a ello.
--¿Cómo fue tu llegada a Bariloche y a El Alto en particular?
--Mi llegada a Bariloche fue a fin de 2002 y principio del 2003, un poco en búsqueda de escaparle a la ciudad ya que vivía y trabajaba en Provincia de Buenos Aires. Venía laburando en la mal llamada minoridad, Minoría y familia, hoy Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Trabajaba en la parte del circuito penal, con jóvenes en conflicto con la ley penal, venía de la experiencia de ser operador en ese circuito y después un poco más acá en el tiempo, pasé a trabajar en hogares asistenciales que tenía en esa época el Consejo Nacional de Niñez y Familia.
Cuando llegamos veníamos muy movilizados por toda la previa al 2001, y lo que pasó luego del estallido del 2001. En ese momento muy fuerte yo estaba transitando esa experiencia, entonces cuando llego a Bariloche entro a trabajar en el mismo circuito de jóvenes en conflicto con la ley penal pero en la Provincia de Río Negro. Empiezo a laburar en ese dispositivo y al mismo tiempo, como estudié periodismo y comunicación, y nos encontramos acá con un compañero, Sebastián “El pollo” Carapezza, después de haber cursado unos años de universidad, arrancamos con el proyecto comunicacional Al Margen, un proyecto diferente, de la calle, con otra agenda, al margen de los grandes medios, con el formato de Hecho en Buenos Aires, publicación de la calle.
Entonces nos reencontramos en Bariloche y sintetizamos estas dos cosas, las ganas de hacer algo con un proyecto de comunicación popular, y laburar con población vulnerable que en ese momento era un montonazo, los números del 2001 estaban parecidos a los de hoy, con más del 50 por ciento de pibes y pibas en la pobreza. Así que terminamos armando el proyecto, mientras trabajaba con los chicos en conflicto con la ley penal en un lugar de privación de la libertad, empezamos a pensar la revista como una alternativa también de autogestión y de ingresos para ese tipo de población. Ahí se sintetiza todo y arrancamos con un laburo de jóvenes de los barrios de El Alto de Bariloche.
--¿Ya estaban en el barrio Nahuel Hue?
--En esa época no existía el Nahuel Hue, lugar donde hoy nosotros tenemos el centro comunitario y barrial. El Alto era un poquito más bajo pero era el Alto de esa época, los barrios que están como a 15 o 20 cuadras del centro de Bariloche. Ahí armamos el primer grupo de pibes de los barrios. Así fue que llegué a Bariloche y casi automáticamente empecé a transitar por todas las barriadas de El Alto, los barrios que no salen en la postal turística.
--Mucha gente conoce Bariloche pero muy poca El Alto. ¿Cómo describirías dónde queda y cómo es vivir allí?
--El Alto serían los barrios de la clase obrera. Es un barrio que hoy llamamos popular, que son excluidos, que en otras ciudades los nombran como villa miseria, asentamientos o ocupaciones, que es como más le decimos acá en Bariloche. Son los barrios de la clase obrera que surgen producto de la ocupación de los vecinos para resolver su problema habitacional. En una ciudad turística como es Bariloche donde hay tantos intereses inmobiliarios, es imposible conseguir un terreno para construir un proyecto de vida. Entonces los sectores populares lo que hacen es ir y resolver por ellos mismos ocupando los lugares marginales de la ciudad, el espacio para construir la vivienda.
El Alto es también simbólico visualmente, porque es la ruta que comunica Bariloche con El Bolsón, es la parte más alta de la ciudad pensando en Bariloche cuando uno sale desde el Centro Cívico o desde el lago Nahuel Huapi. Ese sería el bajo y cuando empezás a subir, aparece El Alto, barrios que terminan siendo el lugar marginal, el lugar al que los sectores medios de la ciudad o la gente que recorre turísticamente Bariloche le tiene miedo, al que nadie quiere ir, al que los remises y los Uber no entran, donde el colectivo termina temprano y va con un policía acompañando el recorrido de la noche. En el Alto de Bariloche vive la gente excluida del modelo económico y del proyecto turístico, conviven los excluidos de la postal con la clase obrera, porque en El Alto también viven las mucamas, las mujeres que hacen tareas de cuidado y limpieza en los hoteles, los obreros de la construcción que levantan los edificios, los hoteles, los gastronómicos y el personal de limpieza. Ese es El Alto de Bariloche, donde viven entre el 30 y el 40 por ciento de la población de la ciudad.
--¿Cómo fue creciendo el proyecto de Al Margen y cómo se fue transformando en el tiempo?
--Apenas sacamos el proyecto editorial Al Margen, nuestro primer momento era proponer talleres en relación a confeccionar y hacer redactores de la realidad de Bariloche a los propios pibes, visibilizar las realidades de El Alto que no salían en ningún lado. Entonces en una primera etapa se empezó a hacer talleres de fotografía, de expresión, de pintura, de comunicación y así se fue formateando esto que hoy le llamamos el Semillero Vientos de Libertad, que es un espacio para armar un proyecto de vida en relación a talleres culturales, laborales, sociolaborales, y más acá en el tiempo, algo deportivo. En eso fue deviniendo la experiencia de habernos entrelazado con los jóvenes de los barrios.
El primer grupo eran 10, 12 pibes que los acompañábamos durante el día para que pudieran “bajar” a la Mitre, porque solo con bajar a la calle Mitre los metían presos. Después en todo este proceso de años, hoy estamos laburando con un montón de pibes, pibas y familias que vienen al espacio barrial de lunes a viernes a hacer algunas de las actividades que proponemos, pero también ya está todo lo acumulado en cooperativas que organizamos como la cooperativa laboral Kata Wain Nehuen, que significa Vamos a trabajar con fuerza, y diferentes espacios que fuimos generando.
Entonces muchos de los que pasaron por la organización hoy están en una cooperativa de servicios de construcción, o de servicios de estacionamiento medido, es como que todo va conviviendo y está buenísimo, porque de repente te encontrás con un pibe que ahora tiene 30 años, formó familia y pasó un momento de su vida por el semillero, está en una cooperativa, ves a los hijos que empiezan a venir al espacio de apoyo escolar, al centro barrial. Bariloche es una ciudad, pero una ciudad chica, o un pueblo grande, entonces también ocurren lazos entre la gente que transitó el espacio.
--En noviembre del 2017 sucede el asesinato de Rafael Nahuel, un pibe que compartía el espacio de el Semillero. Aquel fue un momento donde se empezó a hablar del barrio, de El Alto, desde el querer conocer, pero mucho desde la estigmatización. ¿Qué les pasó a ustedes con toda esta situación?
--Lo vivimos con muchísima angustia, con tristeza y también se nos abrió una pregunta, no sólo para el afuera, porque nosotros mismos siendo de organizaciones sociales y estando en el barrio, nos hicimos la misma pregunta que se hizo el Rafa respecto a la lucha identitaria. Además hubo todo un renacer en el pueblo mapuche, en los jóvenes mapuches urbanos principalmente, porque está presente la separación entre los pueblos indígenas que quedaron en las zonas rurales y las familias que tuvieron que venir a la ciudad porque fueron expulsados del campo y que les llevó un poco más de tiempo identificarse con la cultura y con la cosmovisión. Ese proceso mismo que estaba atravesando el Rafa Nahuel y que también nos lo convidó a nosotros, fue muy fuerte.
El Rafa estaba alrededor de una pregunta que era, ‘¿che, yo seré mapuche? tengo el apellido mapuche, además me miro la cara en el espejo y me veo como mapuche’, estaba apareciendo eso. Fue muy fuerte haber transitado como colectivo y como organización ese proceso que terminó de la peor manera, injusta e impunemente el Rafita asesinado. Así y todo, también dejó una luz en las identidades de los pibes que transitan el Semillero hoy. Hablamos mucho del tema, sobre todo en el taller de herrería que tenemos un compañero que es peñi.
Entonces esa semilla que a nosotros nos la terminó de despertar o de madurar el Rafita Nahuel ahora quedó en el dispositivo, porque de los pibes que están viniendo al semillero, el 80-90 por ciento tiene una historia muy parecida a la del Rafa, por eso nuestra apuesta también es a que se despierte esa búsqueda de identidad como se le despertó al Rafa y que eso genere algo, porque más allá de la tristeza, del dolor, y la injusticia de los años sin lograr una buena justicia por el Rafa Nahuel, va quedando eso en el territorio y también es otra manera de justicia.
--¿Cómo está la realidad hoy a nivel social en el barrio?
--En general es como que despacito se va empezando a degradar, se va descomponiendo lentamente. Vemos que en los primeros meses del gobierno de MIlei, para ponernos en contexto, no hubo grandes modificaciones ni cambios a como venía la mano, pero sí a partir de los tres últimos meses se empieza a degradar la cosa. El primer indicador para nosotros está en relación a la comida, empezamos a recibir más demanda alimentaria, y con la llegada al invierno, que vino acelerado y fuerte, empezamos a recibir demanda respecto a las mejoras habitacionales: las casas que se llueven, los problemas con el tema de la leña para la calefacción, se redujeron las garrafas... es un momento en que recibimos un montón de situaciones de familias relacionadas a esto, cagarse de frío y de hambre y a que se le llueve a la casa, cosas muy concretas. Entonces va apareciendo todo esto como un cuadro que se va armando de a poquito y se va acelerando cada día que pasa. Y los pibes, con los que nosotros estamos hablando cada día, pibes a partir de los 14 años, son muy resilientes, porque la verdad que para estar en Bariloche y vivir todo lo que antes contaba en estos contextos, hay que ser súper resilientes.
--Desde tu experiencia de más de 20 años trabajando al lado de los pibes de El Alto de Bariloche, ¿cuál crees que es el impacto que puede tener en ellos un espacio como el Semillero pensando también en los cientos de otros dispositivos similares que hay en otros conurbanos o en otros “Altos” a lo largo y ancho del país ?
--Lo primero es que pudimos torcer proyectos que eran de muerte. Yo siempre a los pibes les digo algo que lamentablemente no eligen, que tienen la tumba de arriba o la tumba de abajo. La tumba de arriba es la cárcel y la tumba de abajo es la muerte. Y lamentablemente esas son opciones que están para los pibes de los barrios, los pibes excluidos de las barriadas populares de la Argentina, claramente están porque las salidas fáciles aparecen. Entonces de repente lo primero que nos encontramos cuando lográs torcer una de esas trayectorias y que empiecen a encontrar que su vida tiene sentido, que puede haber un proyecto de vida diferente al que le ofrece esta sociedad, ese es el primer gran logro. Cuando pasa eso es cuando cobra sentido y vale la pena todo lo que hacés, sobre todo porque muchas veces es duro. De cada diez, salen tres y siete no, pero cuando sale uno, eso le da sentido a todo lo que uno hace en el territorio y todo lo que le pone. Así que ese para mí es el gran logro, torcer una trayectoria de muerte.
Y después, en menor escala, poder construir juntos, porque también nos pasa un montón que hay pibes que por suerte los agarramos en la preadolescencia y logramos construir el proyecto de vida sin que esta otra opción del proyecto de muerte esté en su GPS. Eso nos pasa mucho, poder construir un proyecto en conjunto de vida mostrando alternativas, buscando los deseos y los sueños de los pibes. Nos llena de satisfacción ver cuando los pibes logran hacer estas elecciones, y ni hablar si todo eso además sucede en el marco de una cooperativa o una unidad productiva de la economía popular organizada, en un movimiento social.