El iceberg más grande del mundo está girando en su lugar después de caer en una de las corrientes oceánicas más poderosas de la Tierra. Este extraordinario fenómeno de la naturaleza que tiene como prisionero al bloque de hielo se llama Columna Taylor y se sospecha que mantendrá al iceberg encerrado por varios años más,
El bloque congelado de hielo más grande del mundo, nombrado A23a, tiene un área de 3.600 km cuadrados, y se formó en 1986, cuando se liberó de la costa antártica.
Casi inmediatamente quedó atrapado en el fango del fondo del Mar de Weddell y durante tres décadas fue una “isla de hielo” estática. No se movió hasta 2020, cuando volvió a flotar y comenzó a derivar de nuevo, lentamente al principio, antes de avanzar hacia el norte, hacia aire y aguas más cálidas.
A principios de abril de este año, A23a entró en la Corriente Circumpolar Antártica (ACC), un gigante que mueve cien veces más agua alrededor del mundo que todos los ríos de la Tierra combinados.
Durante meses ha estado girando en un lugar justo al norte de la Antártida cuando en realidad debería estar corriendo junto con la corriente oceánica más poderosa de la Tierra.
El enorme cilindro de agua giratoria debería haber impulsado al iceberg de casi un billón de toneladas hacia el Atlántico Sur y hacia su inevitable desaparición. En cambio, el A23a no se movió en absoluto. Permanece en su lugar justo al norte de las Islas Orcadas del Sur, girando en sentido antihorario unos 15 grados al día. Y mientras siga haciendo esto, su deterioro y eventual desaparición se retrasan haciendo que su vida en el planeta se extienda.
"Normalmente se piensa que los icebergs son cosas transitorias; se fragmentan y se derriten. Pero éste no es el caso", observó el profesor Mark Brandon, experto en geología y geografía polar. "A23a es el iceberg que simplemente se niega a morir", dijo a la BBC el investigador de la Open University.
El A23a no ha vuelto a encallar, ahora hay al menos mil metros de agua entre su parte inferior y el fondo marino.
El bloque de hielo fue detenido en seco por un tipo de vórtice descripto por primera vez en la década de 1920 por el físico Geoffrey Ingram Taylor. El académico de Cambridge fue pionero en el campo de la dinámica de fluidos e incluso participó en el Proyecto Manhattan para modelar la probable estabilidad de la primera prueba de bomba atómica del mundo.
Taylor demostró cómo una corriente que encuentra una obstrucción en el lecho marino puede, bajo las circunstancias adecuadas, separarse en dos flujos distintos, generando una masa de agua en rotación en toda su profundidad entre ellos.
En este caso, la obstrucción es un bulto de 100 km de ancho en el fondo del océano conocido como el Banco Pirie. El vórtice se encuentra en la parte superior del banco, y por el momento, el A23a es su prisionero.
"El océano está lleno de sorpresas y esta característica dinámica es una de las más lindas que existen", dijo el profesor Mike Meredith del British Antarctic Survey a la BBC. “Las Columnas de Taylor también pueden formarse en el aire; se las ve en el movimiento de las nubes sobre las montañas. Pueden tener sólo unos pocos centímetros de ancho en un tanque de laboratorio experimental o ser absolutamente enormes, como en este caso, donde la columna tiene un gigantesco iceberg justo en medio de ella", agregó.
El profesor Meredith realizó un experimento donde colocó una boya científica en una Columna de Taylor sobre otro saliente al este del Banco de Pirie y cuatro años después el instrumento flotante continua girando en su lugar. Esto podría aportar una pista del tiempo en que el A23a podría continuar girando en la Corriente Circumpolar Antártica.
Una vez más, el comportamiento del A23a ilustra la importancia de entender la forma del fondo marino: las montañas submarinas, cañones y pendientes tienen una profunda influencia en la dirección y mezcla de las aguas, y en la distribución de los nutrientes que impulsan la actividad biológica en el océano. Y esta influencia se extiende también al sistema climático: es el movimiento masivo del agua lo que ayuda a dispersar la energía térmica por todo el mundo.
De la única manera que se puede explicar el comportamiento del A23a es porque el lecho marino justo al norte de las Orcadas del Sur fue debidamente estudiado.
Pero esto no es así para gran parte del resto del mundo. En la actualidad, sólo una cuarta parte del fondo marino de la Tierra fue cartografiada según los mejores estándares modernos. Por lo tanto todavía queda mucho por conocer de los océanos.