Cuando terminé la Licenciatura en Física, allá por 2002, surgió una posibilidad de hacer el doctorado en España. En ese momento los ingresos a carrera de Conicet estaban cerrados y el futuro en Argentina era bastante incierto. Además tenía ganas de ver el mundo y el tema de investigación que me proponían para el doctorado me resultaba muy interesante. Pero desde que me fui siempre pensé que lo que quería en el futuro era volver y desarrollar mi carrera de investigador en Argentina.

En ese momento, a mi pareja, Laura, le faltaban todavía dos años para recibirse de Licenciada en Biología y decidimos que íbamos a aguantar la distancia y que, al terminar la carrera, ella iba a buscar un lugar para hacer el doctorado que nos permitiera estar cerca. Esos dos años a la distancia no fueron fáciles, pero las cosas funcionaron y Laura consiguió una beca de doctorado en un laboratorio a cien metros de donde yo trabajaba. Habiendo terminado nuestros doctorados, y previo paso por Alemania durante un año y medio, a Laura le ofrecieron un contrato posdoctoral en el instituto Memorial Sloan Kettering de Nueva York. Yo conseguí un contrato posdoctoral en la Rockefeller University en la misma ciudad. En 2012, cuando nos mudamos a esa ciudad, en nuestras muchas charlas sobre el futuro siempre decíamos que esta sería la última etapa de nuestro periplo y que cuando termináramos con el posdoc queríamos volver a Argentina. Tal es así que un año más tarde, cuando surgió la posibilidad de obtener un cargo permanente en el Institut Non Lineaire de Nice, en Francia, decidimos no aceptar. Uno de los principales motivos de la decisión era que aceptar el cargo implicaba radicarnos de forma permanente en el exterior.

Esta semana se conoció que el número de nuevos científicos que ingresarán a la Carrera de Investigador de Conicet se va a reducir un 60 por ciento respecto del año pasado. En un contexto de recortes al presupuesto de ciencia y técnica, esta decisión es un duro golpe para todo el sistema científico argentino y para aquellos como nosotros que quisiéramos volver. Esta reducción impacta directamente en nuestras posibilidades de ingresar a la Carrera de Investigador y es un golpe casi mortal a nuestras ansias de retorno. Por si fuera poco, hace además muy difícil formar y mantener un grupo de investigación en Argentina. Es difícil atraer y motivar a jóvenes talentosos para tu grupo de investigación cuando la única salida laboral a largo plazo se encuentra en Ezeiza.

Aún así, nosotros ni siquiera nos llevamos la peor parte. Con lo doloroso y difícil que es darse cuenta de que las posibilidades de volver a tu país y tus afectos se cierran cada vez más, no puedo dejar de pensar en los cientos de colegas que están en Argentina y van a tener que emigrar ya no por elección propia, como hicimos nosotros, sino porque no les queda otra opción.

A más de uno podrá parecerle un reclamo injusto, ¿por qué el Estado debería garantizarles el trabajo a los científicos, especialmente en un contexto de recesión y recortes generalizados? Mi respuesta a esa pregunta tiene dos partes: la primera es que el Plan Argentina Innovadora 2020, suscrito por el actual ministro de Ciencia, establece un incremento del número de ingresos a Conicet del 10 por ciento anual hasta 2020, en lugar del actual recorte del 60 por ciento. La meta del plan era llegar a tener cinco científicos por cada mil habitantes, un número similar al de los países desarrollados. Gente que decidió dedicarse a la investigación sabiendo que iba a existir una demanda del Estado se encuentra hoy con que las reglas de juego cambiaron de un día para el otro y que esas oportunidades ya no existen. Todo eso en contra de las promesas de campaña que implicaban no sólo no recortar la inversión en ciencia y tecnología, sino aumentarla.

La segunda parte es que, en el mundo actual, la ciencia y la innovación son la única estrategia para lograr crecimiento económico sostenido y a largo plazo. Pero la innovación de verdad no es fabricar smartphones 15 años después de que se inventaron, es crear hoy el conocimiento y la tecnología que impactará en nuestras vidas en 20 años. Para eso hace falta una inversión en ciencia básica de alto riesgo y altas recompensas potenciales, una masa crítica de científicos y sostener ese sistema en el tiempo. El tipo de inversión que sólo los Estados nacionales pueden sostener. Recién cuando diera frutos esa inversión se puede esperar que aparezca la inversión privada en ciencia e innovación en porcentajes significativos.

Es difícil saber qué va a pasar en el futuro. En lo individual, quizá seamos afortunados y logremos reinsertarnos en el sistema científico argentino aún cuando ese sistema resulta cada vez menos atractivo para trabajar. Así, nuestra suerte sería la desgracia de otros ya que, con el achicamiento del presupuesto y del número de cargos, no hay lugar para todos. De esta forma, nosotros u otros colegas nos veremos enfrentados a la decisión de abandonar nuestra vocación y años de trabajo y estudios o abandonar el país.

Más allá de las situaciones personales, es una tremenda oportunidad desperdiciada para el país. Si, como sucedió en décadas pasadas, el sistema científico expulsa a los investigadores que están en Argentina y les cierra la puerta a los que quieren volver, se tardará al menos una generación en poder recuperarlos, si es que algún día se recuperan. En el medio quedan los incontables recursos económicos y el tiempo invertidos en entrenar a la actual generación de científicos para ahora, por decisiones cortoplacistas, desaprovechar su talento o que el fruto de ese talento se lo lleven otros países.

* Doctor en Física.