“Fuerza mayor”. Con este término, el Teatro Colón anunció, en un escueto comunicado, que el Festival Argerich, cuya realización estaba programada entre el 3 y el 18 de agosto, no tendrá lugar en esa fecha. “Será reprogramado para una fecha que pronto anunciaremos”, continua el comunicado del Teatro, que en el mismo envío incluye un breve video en el que la propia Argerich, con un marcado tono afectuoso hacia el público argentino, dice: “Como lo siento y lamento no poder estar con ustedes este año”, con lo que de alguna manera limita las expectativas de una reprogramación del Festival que lleva su nombre dentro de esta temporada.

Tampoco la ajetreada agenda de la inmensa pianista argentina de 83 años deja lugar a esperanzas en este sentido. Para septiembre Argerich tiene conciertos programados en Eslovenia, Austria, Chequia, Países Bajos y Francia; en octubre en Suiza y Alemania, y en diciembre en Alemania, Francia y Austria.

Por los mentideros del gran palacio de la calle Libertad se comenta que las razones del aplazo del Festival Argerich no tiene que ver con cuestiones contractuales ni económicas con la artista, sino más bien con algunos pendientes que quedaron de la edición pasada y, en particular, con el bajo presupuesto destinado este año para la contratación del resto de los artistas de un festival que debe sostener su tradición de excelencia con intérpretes internacionales de primera línea.

Lo cierto es que “el imprevisto al que no es posible resistir”, como define a un caso de fuerza mayor el Código Civil, en este caso se veía venir. Y no sólo por ese “clima de época” que se afana en cargar sobre la cultura y sus tradiciones la culpa de ser un “gasto inútil”. El Colón, lo ha demostrado, es capaz de superar esa paupérrima ecuación. Sin embargo, el silencio de las semanas previas a lo que debía ser el comienzo de uno de los eventos más importantes de la música en la Argentina daba lugar para prever lo peor. No se pusieron las entradas a la venta y salvo el concierto final con la Orquesta Estable dirigida por Charles Dutoit y Argerich como solista con un programa a confirmar – como anunció el director general y artístico del Teatro, Jorge Telerman, junto con la ministra de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Gabriela Ricardes, en la presentación de la temporada que se hizo en febrero– no se dio a conocer una grilla artística del festival.

Se interrumpe así algo más que un festival de música. Sin el Festival Argerich, Buenos Aires pierde –al menos por esta temporada– uno de sus clásicos, un evento movilizador que en los últimos años se afianzó en la consideración del público y en la agenda de los medios de comunicación, y que que logró extender la idea de “calidad” más allá de los ejercicios y las ceremonias de la llamada música clásica. 

Grandes pianistas hay varios en esta temporada del Colón. Sin ir más lejos, hace pocas semanas el ruso Daniil Trifonov ofreció un recital soberbio y para el próximo sábado hay grandes expectativas por la actuación del francés Jean-Ives Thibaudet, que a la tarde será solista de la La Orquesta Nacional Juvenil de Estados Unidos que dirigirá Marin Alsop, y el español Javier Perianes –el año pasado protagonista del Festival Argerich– , que a la noche tocará junto a la Orquesta Filarmónica dirigida por Kahki Solominshvili.

Pero con Martha Argerich es otra cosa. Ella multiplica los talentos, abre el juego a artistas jóvenes y a consagrados, para que de la idea de Festival se desprenda el espíritu de la fiesta, del goce, de la superación. Además, es argentina, de lo mejor que supo dar este país,y está metida entre las buenas costumbres de la ciudad que no dejará de esperarla.d