El enorme despliegue de esta exposición de Eduardo Stupia reúne obras de los últimos años que habían sido descartadas o, más precisamente, no seleccionadas, para exposiciones anteriores. Primer dato atractivo; luego vienen todos los demás. 

La exhibición contiene el magma y la inquietud de algo que hasta ahora no se adaptaba a formatos expositivos previos. Estamos ante una potente galería de (trabajos) inadaptados e insumisos que esperaban ser exhibidos en el momento apropiado. En este despliegue y este magma se dirime la muestra, que de manera especialmente lúcida y oportuna reivindica la categoría de lo resistente.

La directora de la sala y curadora, Cecilia Cavanagh, explica en la presentación de la muestra, que las composiciones de color del artista “aluden a la búsqueda de una relación íntima con los elementos y fenómenos naturales, o con su cosmovisión del mundo ‘de este lado del horizonte’: el color tierra firme, emerge en variadas mezclas de rojos, amarillos y grises; la distinción del pigmento azul que utiliza Stupia en diferentes tonos de intensidad, transmite una marcada sensación de libertad, como la que nos permiten soñar los cielos; y con la energía radiante del rojo, acentúa la vitalidad de la existencia. En una serie de tintas en blanco y negro, Stupia impulsa rasgos, paleteadas, brochazos, o simples pinceladas, con el ímpetu de disturbios y tempestades, tal vez mundanas”.

Toda obra supone, entre otras cosas un manual de instrucciones que va modulando, sugiriendo, (conjeturando también) el lugar y la distancia del espectador. Cuando hay perspectiva, ese lugar remite a un punto o a un sector puntual. Cuando no la hay, y la hipótesis es el horizonte, ese lugar sugiere una distancia pero no un punto, sino una línea, sobre la que podemos desplazarnos horizontalmente, pero de todos modos ambas implican al espectador. Porque la perspectiva está trazada desde un punto de vista y el horizonte desde una línea de vista. Esa línea, ¿piensa? En principio, sugiere: un movimiento lateral y una distancia, que a medida que se acorta o aleja, lo hace con el horizonte.

El horizonte es un límite, una línea imaginaria que se extiende para separar aparentemente tierra y cielo.

Y esto es motivo de las pinceladas, manchas y trazos de los polípticos pictóricos, con los que Stupia se sumerge, más que nunca en esta muestra, de lleno en la pintura.

Dos de los conjuntos de pinturas (uno, de siete metros de largo por dos metros diez de alto; 2015, compuesto por 21 piezas de 70 x 100 cm; y el otro compuesto por nueve piezas de 50 x 70 cm, realizada entre 2015 y 2024), proponen, construyen/diluyen posibles paisajes de un horizonte evocado con total intensidad a partir del cual se derivan todo tipo de fenómenos visuales, y desde lo imaginado, toda clase de atmósferas en mutación, de una pieza a otra.

Según describe el artista algunos aspectos de su exposición: “Por un lado, la disposición de las piezas, instaladas bajo el sistema de polípticos, dameros y grillas, examina la relación del motivo en continuidad y contigüidad y no tanto según la presunta supervivencia y pregnancia del cuadro, singular y autónomo. Por otro, aquí no hay perspectiva lineal ni la lógica centralidad mandataria de ningún eventual punto de fuga, pero sí un punto de vista donde el horizonte no es sino una latencia apenas compositiva que, en el mejor de los casos, se debate enredada en una irregular modulación de trazos, pinceladas, manchas y grafismos”… y sigue: “Este incómodo espectador dual mira cobijado en la razón perspectivista y es al mismo tiempo virtualmente emplazado a verse ‘a si mismo’, en ese punto virtual donde lo ‘onírico’ ya no es una cualidad poética del objeto sino una constatación fenoménica. Un momento único y conjetural en que el sujeto contemplativo queda alterado, extrañado, transitoriamente ‘fuera de lugar’, aunque inexorablemente 'de este lado'."

Es de una bienvenida justicia poética la propuesta expositiva, cuando gran parte del paisaje del país está abatido, sin perspectiva y sin horizonte.

* La exposición “De este lado del horizonte”, de Eduardo Stupía, se exhibe con entrada libre y gratuita, en el Pabellón de las Artes de la UCA, Alicia Moreau de Justo 1300, de Puerto Madero, de martes a domingo, de 11 a 19, hasta el 22 de septiembre.