"Ahora después": esta expresión contradictoria, tan frecuentemente utilizada en la oralidad, da título a la obra ganadora del concurso CONTAR -que puede verse en el Picadero- y es, de alguna manera, la tesis que sostiene el espectáculo. Lo cierto es que ahora es ahora, después es después, y no hay que dejar para más adelante aquello que queremos decirles a nuestros seres queridos. La idea flota en una historia tan simple como conmovedora, acerca del último día en la vida de un padre, narrado por su hijo menor. El último día en un vínculo, mejor dicho.
Sin demasiada expectativa, Guido Zappacosta, autor del texto, lo envió al certamen organizado por la Asociación de Productores Teatrales con el acompañamiento de la Asociación Argentina de Actores, que tiene el objetivo de estimular la presencia de obras de autores argentinos en la cartelera porteña. "Me imaginaba cierta estética o propuesta de teatro comercial al cual no aplicaba", contó a Página/12 el artista de San Fernando. En efecto, este trabajo resultó ser su primera incursión en teatro comercial. La dirección quedó en manos de Héctor Díaz y el único actor en escena es Federico Ottone. Gran elección para este unipersonal.
El papá de Zappacosta murió de cáncer en 2008. Su mejor amigo fue a visitarlo y falleció al día siguiente, de una neumonía, y de pronto. Ambos murieron sin enterarse de la muerte del otro. Estos hechos autobiográficos dispararon la escritura de la obra, en la que el texto es un elemento central. El texto y la actuación son los pilares de Ahora/después, ya que la puesta es muy despojada. En el escenario hay apenas unas sillas y atriles que sirven a Ottone para leer partes del texto -y darle dinamismo, claro- y muchos parlantes que generan las atmósferas sonoras necesarias para cada momento del relato, estructurado en siete partes, de acuerdo a los escenarios. También hay algunos objetos -como un bolso y un repasador que esconde un misterio revelado más adelante- que, de tan despojada que es la puesta, cobran mucha importancia. Cobran incluso vida.
Es el año 2007 y la entrada a la Bombonera cuesta 15 pesos. Es el Día del Padre y es la primera vez que Diego y su papá, Norbertito, van a la cancha en el 60 desde Martínez, donde viven en una casa "chiquita", alquilada. El cáncer de pulmón, descubierto hace tres meses, está ya muy avanzado: Norberto escupe sangre todo el tiempo. Con el relato de la situación del partido -de la pasión compartida, la admiración a Juan Román Riquelme, la dificultad para trepar a la popular- avanza el recorrido por las últimas 24 horas en la vida de un hombre, de un padre. No hay spoileo: ya desde el comienzo el espectador sabe que va a morir. Esta es una obra que tiene la particularidad de que ya se sabe lo que va a pasar -como sabemos que la muerte de quienes amamos, sobre todo si son mayores a nosotros, asoma-. Pero hasta llegar a la luz hostil de la sala de espera, a las puertas de la clínica que se abren y se cierran, a la despedida, las últimas palabras, hay un montón de cosas.
Historias y personajes del barrio, como Hugo, el almacenero, que vendía a Diego los cigarrillos para su padre. Dinámicas familiares. Papá siempre en la cocina -lo que hay debajo del repasador es obra suya y da pie a la imagen más hermosa de la obra-; mamá fanática del frente jardín, "el más envidiado de todos los barrios del mundo entero", con una enredadera que ofusca al vecino-. Un hermano mayor con el privilegio de una cama que no se esconde de noche. Sueños muy significativos. Un final de Biología que acecha, un final de juveniles de basquet contra Social Beccar; cuestiones cruciales para un adolescente de 18 años en un contexto de lo más triste y adverso. El incendio de Cromañón.
18 años: esa era la edad de Diego al momento de la muerte de su papá. La historia se narra en presente. La gestualidad de Ottone es ideal para retratar la frescura y la inocencia de un adolescente que se encuentra con un final doloroso e inevitable. No adorna su actuación, la hace muy simple; crea desde la palabra los distintos espacios y encuentra el punto justo para decir un texto largo y profundo que hace de la repetición uno de sus recursos estéticos. En el medio de toda la tragedia hay destellos de humor para nada forzados. Caso contrario, sería muy difícil tolerar la obra. Lo que se narra es crudo pero el espectáculo parece siempre moverse en el contorno de la crudeza, sin meterse de lleno. El intérprete consigue la empatía y, como suele suceder en el teatro, esta historia particular se vuelve universal.
"Diego hace un trabajo minucioso para intentar recordar cada instante de lo que fue un lapso crucial para él. Necesita explicárselo, repasarlo y aprenderlo, para poder contarlo. El viaje que nos propone tiene paisajes variados, todos los climas, y accidentes geográficos que irá sorteando. Solo él sabrá si este desafío le valió la pena. Lo único que pide a cambio es que lo acompañemos", escribió Díaz, el director.
El mensaje que se repite varias veces -las cosas del "corazón", como dice el personaje, deben ser comunicadas a tiempo- se convierte en moraleja y allí el espectáculo opaca sus tantas virtudes. Así como "ahoradespués" es una frase contradictoria, la vida y la muerte están en diálogo constante. La enredadera del frente jardín de la casita alquilada no para de crecer mientras un papá muere. La libertad de la naturaleza, su fuerza y su vida propia consiguen cambios luminosos y no menores en la historia. Es otra lectura menos lineal que el espectáculo ofrece, con menos insistencia, y aporta momentos más oníricos y poéticos que se corren de la realidad del dolor.
Ficha técnica. Ahoradespués. 7
Dramaturgia: Guido Zappacosta
Dirección: Héctor Díaz
Elenco: Federico Ottone
Asistente de Dirección: Julián Marcove
Espacio escénico e Iluminación: Gonzalo Córdoba
Diseño Sonoro: Mauro García.
Efectos: Lucas Rodríguez Moure
Diseño de Vestuario: Daniela Dearti
Prensa: SMW
Productores Ejecutivos: Bárbara Rapoport y Luciano Greco
Dirección de Producción: Sebastián Blutrach
Productores Generales: Sebastián Blutrach, Tomás Rottemberg, Preludio Producciones, Eloísa Cantón y Bruno Pedemonti
Funciones: martes 6 a las 20; sábado 17 a las 22.