El escandaloso recorte de vacantes al ingreso a la Carrera de Investigador Científico del Conicet es una muestra más de la falacia del discurso oficial que afirma sostener políticas de continuidad en materia de ciencia y tecnología. Los argumentos acerca de la deficiencia endógena de orientar la formación de los investigadores hacia las empresas cae por su propio peso cuando estudios como los llevados a cabo en Brasil por el especialista en política científica latinoamericana Renato Peixoto Dagnino demuestran que, en nuestra región, si se incorporan científicos con doctorados en empresas sólo un 3 por ciento de ellos se dedica a tareas de investigación y desarrollo, mientras que la mayoría de los casos realizan tareas para las cuales están sobrecalificados.
Formar un investigador nos toma como mínimo, y con viento a favor, doce años. Y aquí los requerimientos y antecedentes exigidos son comparativamente superiores a los exigidos en México y en otras latitudes. Es decir: un postulante recomendado para su ingreso en el Conicet (este año son más de 900) ha tenido en la carrera un promedio en general superior a 9, ha publicado en revistas internacionales de alto impacto, se ha formado en el exterior o con grupos de excelencia de nuestro país. Se ha doctorado y, en gran parte de los casos, es sostén de familia. Hoy queda a la deriva. Se trata de entusiastas participantes de una nueva camada de jóvenes que habían visto tendencialmente jerarquizada su función en la construcción de un país que los valoraba y repatriaba.
Pero no sólo se trata de eso. La Carrera de Investigador impacta en la mejora de la docencia universitaria –en los últimos años ha permitido ampliar las dedicaciones exclusivas–, garantizando una actualización permanente, que es consecuencia de la producción de conocimientos implicada en la tarea.
Este recorte redundará en una fuga de cerebros con el consecuente desperdicio de esfuerzo invertido, todo bañado en dolor y en la sensación de caída al vacío.
* Investigadora adjunta del Conicet; Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras (UBA).