“Nuestra misión es empoderar a chicas y chiques a través de la música, para fortalecer su autoestima, generar lazos de solidaridad, impulsar su protagonismo, promover el pensamiento crítico y fomentar la creación colectiva. Ponemos énfasis en la inclusión social y el respeto por la diversidad. Realizamos nuestras actividades especialmente en zona oeste del GBA”, anuncian las redes de Chicas Amplificadas, una colonia de rock para niñas y adolescentes.

El proyecto Chicas Amplificadas surge como una respuesta a la necesidad de crear espacios inclusivos y empoderadores para mujeres en la música. Lucy Moya, una destacada baterista de Caseros, y sus compañeras decidieron formar esta iniciativa para ofrecer oportunidades a niñas y adolescentes que desean aprender un instrumento o formar una banda, sin tener que enfrentarse a un entorno dominado por el lenguaje y las formas masculinas. Chicas Amplificadas se enfoca en proporcionar un espacio de expresión y solidaridad, permitiendo a las mujeres acercarse a la música desde una perspectiva de fortaleza y autonomía, más allá de los roles tradicionales de groupies o musas.

Son un grupo de diez amigas, docentes y músicas, que inspiradas en las experiencias de otros países, pero en particular en la que vivieron en el 2015, en Brasil, en el Girls Rock Camp, decidieron exportar el proyecto, con la ayuda de una de las organizadoras.

En 2016, mientras la marea verde subía lanzaron la primera colonia con una impronta popular. “Nuestra versión queríamos que fuera accesible para chicas y chiques de barrios que no cuentan con propuestas culturales de este tipo. Nos encantaría lograr que vengan más chicas y chiques de los barrios profundos del conurbano, pero a veces justamente son las condiciones sociales las que hacen que se dificulte mucho, incluso cuando nosotras tratamos de brindar el mayor acompañamiento posible. Las vamos a buscar muchas veces hasta un punto en común en Pablo Podestá para que puedan llegar, porque a veces no saben viajar en colectivo, pero aún así, a veces se les dificulta”, dice Moya.

El proyecto es autogestivo y sin fines de lucro, por ahora la colonia se realiza solo en vacaciones de invierno, ya que en verano no pueden garantizar condiciones cómodas para hacerlo, por los cortes de luz y la falta de refrigeración del espacio.

La colonia de invierno dura una semana y ofrece becas del cien por ciento a la mitad de los participantes, mientras que la otra mitad paga una única cuota que cubre los gastos de la actividad. Los ingresos se destinan exclusivamente a cubrir transporte, materiales y alimentos.

Moya es de Caseros, del partido de Tres de Febrero y recuerda que cuando empezaron a pensar dónde hacer la primera experiencia, se dieron cuenta de que lo ideal sería hacerlo en una escuela, ya que la colonia requiere varias aulas porque ellas enseñan a tocar cinco instrumentos. Fue ahí que decidieron ponerse en contacto con directoras de escuelas. La directora del Instituto Secundario Martín Coronado les ofreció el espacio que usan hasta hoy. En general quienes asisten son de Pablo Podestá, Loma Hermosa, Churruca, los barrios más periféricos de Tres de Febrero. “El Instituto tiene mucho trabajo en la comunidad y un fuerte activismo social, político. Siempre están involucrados en todas las causas nobles y hacen un montón de actividades como teatro comunitario, reciben donaciones y funciona un merendero. Tienen una mirada muy similar a la nuestra en un montón de cosas”, afirma Moya.

También brindaron talleres intensivos en algunas escuelas públicas de Villa Martelli, Abasto, la villa 31, entre otras y este año a la colonia le sumaron la posibilidad de participar online, lo que generó que llegaran chicas de otros lugares como Hurlingham, Morón, José León Suárez, San Miguel, Villa Bosch, San Martín, entre otros.

Para las chicas amplificadas saber tocar un instrumento es una experiencia transformadora. “Descubrir que podés hacer eso cambia tu subjetividad, sumado a poder hacer sonar una canción con otras personas, eso es algo maravilloso sobre la potencia de lo colectivo”, comenta Moya.

La creación y el aprendizaje conjunto sumados a la posibilidad de inventar un mundo, unas letras, un sonido, son los pilares del proyecto y también agregan que además de enseñar sobre creación musical, les explican sobre autogestión, cómo funcionan las bandas, los shows, cómo se arman los recitales, tomando la frase “hacelo vos misma” del punk y convirtiéndola en una actitud. Para las organizadoras la música es una forma de tener voz en un sistema que siempre prefiere el silencio de las mujeres, “ocupar los escenarios ya es un hecho político, pese a que hemos avanzado un montón como colectivo siguen faltando mujeres y disidencias en los festivales, en las bandas, en los shows. La música te permite rebelarte contra todo lo que no te gusta de distintas maneras”, agrega Moya.

Hoy en día, como todas las artistas están atravesando preocupaciones cotidianas producto de la crisis económica. Muchas de las voluntarias de la colonia tuvieron que dejar de serlo por cuestiones laborales e inmobiliarias como mudanzas a zonas más alejadas. Pero ellas apuestan a seguir construyendo una esperanza en la comunidad. Les parece fundamental seguir tejiendo redes y ampliando las posibilidades, en las vacaciones pasadas, por ejemplo pudieron sumar una guardería para los bebés de algunas participantes adolescentes.

El documental

Sonia Bertotti y Verónica Faccini realizaron un documental sobre la experiencia de la colonia, que se estrenó en octubre del año pasado. En “Amplificadas” se puede ver como las chicas y chiques durante la colonia arman sus bandas y componen una canción que tocaran en un recital en vivo. En el festival musical Dilda varias artistas se empoderan en el escenario, ganándole espacio al heteropatriarcado. “Nos ayudó mucho para que se entienda mejor la propuesta, porque al no ser talleres arancelados, no son talleres regulares, a veces la gente no entiende muy bien cómo es esto de que empieza y termina en una semana, así que está muy bueno cómo se cuenta en el documental. Además, la película hace un ida y vuelta entre el espacio de las infancias y lo que también sucede en el mundo adulto de la música” dice Moya.

El documental se proyectó en el Malba, en el Gaumont y en distintos bares y centros culturales. Se puede ver el trailer en este link.