Los mercados internacionales encendieron este lunes alarmas de todos los colores. Los portales financieros de occidentes amanecieron con la noticia de un desplome de la bolsa de Japón. Se trató de la segunda caída más importante desde finales de la década del 80. Con el correr de las horas, se sumó una fuerte baja en las bolsas de Estados Unidos. Las acciones tecnológicas fueron algunas de las más afectadas. Comenzó el debate sobre si es el inicio de otro crac global o una alerta temprana para los banqueros centrales.

El viernes pasado los mercados internacionales habían mostrado el primer indicio de tensiones. Pero este lunes redoblaron el pesimismo. Las bolsas de Asia fueron las primeros en operar luego del fin de semana y dejaron un tendal a su paso. El Nikkei es el indicador de referencia de las acciones de Japón y este lunes perdió más del 12 por ciento de capitalización bursátil. Otras bolsas de la región como la de Corea del Sur sufrieron el efecto réplica.

Uno de los puntos para entender el derrumbe del precio de las acciones de Japón se debe a la intención de su autoridad monetaria de incrementar las tasas de interés en respuesta a la incipiente aceleración de la inflación. Este cambio de estrategia tuvo un efecto traumático para los inversores.

El punto clave para analizar es que las tasas de interés bajas de la economía japonesa permitieron inflar el precio de los activos bursátiles. En particular, inflaron el valor de las acciones de los fabricantes de chips y otras tecnológicas que se subieron al boom de la inteligencia artificial. Se trata de una lógica repetida en la que se alimentan burbujas financieras a partir de la expansión del crédito y al final del camino aparece el pánico.

Las tasas de interés bajas posibilitaron a los inversores obtener préstamos (capital) barato para colocarlo en activos bursátiles con promesas de un gran rendimiento a futuro. Pero en la medida que el Banco Central de Japón adelanta que subirá la tasa de interés esta situación se termina.

La lectura de los inversores es que se acabarán los préstamos baratos, se reducirá el volumen de recursos que se destina a la compra de las acciones que prometen grandes ganancias como las tecnológicas y que comenzará a bajar el precio de estas empresas. Como nadie quiere ser el último en vender y terminar perdiendo, se dispara una ola de ventas de los activos.

Más allá del “momento Minsky” que atravesó Japón , la preocupación del mercado se concentró principalmente en las bolsas de Estados Unidos. Las acciones de las empresas norteamericanas tuvieron su peor performance en casi dos años y sembraron una importante incertidumbre para las próximas semanas. El índice de volatilidad alcanzó valores de 2020 (cuando se inició la pandemia) y picos registrados en 2008 (cuando estalló la crisis por la especulación con los créditos subprime).

El principal problema con las acciones de Estados Unidos es que los inversores ven llegar de frente una recesión en la principal potencia de occidente. La semana pasada se publicaron datos desalentadores sobre el mercado laboral y la discusión empieza a ser por la falta de pericia de la Reserva Federal. Una de las principales críticas es que mantuvo una política monetaria contractiva (es decir, de altas tasas) por más tiempo de lo necesario.

La duda es si los hacedores de política monetaria de Estados Unidos tendrán la suficiente cintura para reaccionar a tiempo y permitir que la sangría de activos en los últimos días pase de largo o si la incertidumbre seguirá en aumento para dar lugar a más pánico y a nuevos episodios de crac bursátil. A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, en el primer mundo los economistas piden al Banco Central que participe más y no menos en la política económica.

Uno de los que pidió activamente una intervención clara de la Reserva Federal fue el premio Nobel Paul Krugman. En su último artículo para el New York Times aseguró que “la economía definitivamente muestra signos de una pre recesión. Y los encargados de formular políticas — que en este momento básicamente significa la Reserva Federal — necesitan moverse rápidamente para evitar el riesgo de un deterioro económico serio”.

El economista agregó que “está claro que la Reserva Federal cometió un error al no bajar las tasas de interés la semana pasada; de hecho, probablemente debería haber comenzado a bajarlas hace meses. Desafortunadamente, no podemos retroceder en el tiempo. Pero ahora puede y debe hacer un recorte sustancial”.