Patricio Crom no sólo es guitarrista: también colecciona guitarras. Y las ama. Profundamente. Y es un poco luthier. Es fácil entonces imaginar su emoción cuando llegó a sus manos una boca de estrella “como la que usaba Gardel”. Y aunque el instrumento necesitaba mucha reparación, Pato fue paciente y esperó a su amiga Yael Szmulewicz “para hacer unos videítos”. La espera se transformó -pandemia mediante- en cuatro años y los “videítos” en un largometraje documental que estrenará este jueves 8 en el cine Gaumont. Pero El sonido de antes es mucho más que la historia de cómo Crom mandó a restaurar esa guitarra. Porque en el proceso Szmulewicz consiguió dar con un tono sutil pero imprescindible que lleva la película a otro plano. Uno que es esencialmente una declaración de amor a los instrumentos, una exploración casi etnomusical por el modo de producir, sonar y conservar la música del pasado, y también de la pasión de un montón de músicos que se dedican al tango, aunque bien podrían ser de cualquier otro género. No hace falta ser tanguero ni interesarse por la obra del Morocho del Abasto (aunque sus devotos disfrutarán más de un guiño) para conmoverse con el cariño que demuestran los músicos por ese instrumento tan popular, tan complejo y tan fascinante: una guitarra.

“Hay varias cosas que fui descubriendo con la película, con los luthiers, porque aprendí un montón de cosas de la sonoridad de la guitarra, de los materiales con los que está hecha, y para mí era nomás un instrumento, que sí, me gustaba, pero desde una escucha súper ingenua”, reconoce Szmulewicz. Un documental más tarde, confiesa, aprecia “cosas a las que antes no prestaba atención”. La caja, su resonancia, el tipo de cuerdas (en la película hasta las fabrican ellos mismos, en un esfuerzo por acercarse al sonido que debió haber tenido la homóloga que utilizaba Gardel). “Uno puede ir al negocio y comprar la cosa terminada, pero conocer cómo se parte de la materia prima a la cuerda terminada y ponerla en la guitarra directamente es alucinante”.

La directora destaca que aunque de la voz de Carlos Gardel se conservan algunas grabaciones con micrófono más fiel a la realidad, son muchos los registros de antaño –cuando la antigua casa Tagini traía los aparatos de grabación- en que hay que hacer un esfuerzo mental para imaginar cómo era realmente la voz de Mudo detrás de lo que suena. Y eso también aborda la película, sorprendentemente, con otro coleccionista de herramientas de grabación que reproduce para Crom y su compañero y amigo Juan Villareal la experiencia de grabar con cilindro de cera, como en los primeros años del tango. “La relación de esto con el sonido fue también entender los sistemas de grabación, la forma de registrar el sonido. Pudimos aprender un montón de cosas, de por qué el sonido tiene el color que tiene, su textura, y la magia de verlo en las voces de hoy”, destaca. “Me encanta haberlo filmado, registrarlo, y haber visto las caras de Juan y de Pato descubriendo cómo se distorsionaba su voz”, sonríe la directora. “Y de esto entender también a Gardel, que por suerte no sólo grabó en sistema acústico sino que grabó con los primeros micrófonos eléctricos, pero un poco el imaginario común que se tiene de él son esas primeras grabaciones, ¿no?”

Más allá de lo técnico, la película es profundamente humana y retrata a un montón de músicos -profundamente “ñoños” de su instrumento- mostrando lo que aman. “Son personajes que viven para darle valor a estas cosas, para resignificarlas, para entender que lo que tenemos hoy tiene su origen”, explica Szmulewicz. “Estos tipos entienden esa raíz pero sin quedarse atados en el pasado. Juan y Pato no son pibes que están en el pasado; al contrario: escriben un montón, tienen composiciones nuevas que son hermosas. Pero me parece que encuentran en el pasado el germen para lo que hacen hoy y eso se ve en la peli”.