Cada año, la ciudad de Bariloche atrae a miles de turistas, quienes pasean por el Centro Cívico, recorren en lancha el Bosque de Arrayanes o exploran el Circuito Chico con su Colonia Suiza y sus dulces de rosa mosqueta. Es la Patagonia de los folletos, una tierra de bosques, lagos y picos con nieves eternas que, en su encanto de publicidad, se alza como un atractivo para el mundo entero. Sin embargo, la cordillera y la precordillera de los Andes representan solo una pequeña parte de la provincia de Río Negro. El resto, que se extiende hasta las costas del océano Atlántico, es la estepa. “No me gustan las películas que parecen una postal”, comenta Mariano Benito, recién llegado desde Bariloche. “El paisaje es un personaje más al servicio de la historia. La estepa, con su desolación y vastedad, ofrece una carga dramática mucho mayor que los bosques y lagos. La estepa rionegrina, en particular, es única: tiene suaves ondulaciones y ríos, y los cielos amplios son increíbles. Para mí, es hermosa”.
La estepa tiene su propio ritmo, sus pausas y sus personajes, que habitan un espacio en apariencia monótono hasta que, de repente, algo rompe la calma. “Cada día aparece una noticia en el diario sobre personas atrapadas en la ruta con animales faenados ilegalmente, un delito conocido como abigeato. A veces, también se cometen contravenciones por zoonosis o furtivamente se roba ganado”, explica Benito. En su investigación y sus viajes por la estepa, conversó con gente del lugar y sobre todo con policías. “Hablé mucho con la patrulla rural para entender sus movimientos, las decisiones que toman y cómo operan para detener a los que roban ganado”.
Con una carrera marcada por su conexión con el sur, Estepa, no obstante, es su ópera prima, tras la serie Reinas, ganadora del concurso Series Federales, impulsado por el ya desmantelado INCAA: “Soy hijo de sus programas de incentivo en las regiones del interior de Argentina”. Si bien habla con la seguridad del baqueano, no es un nativo de Bariloche; su viaje comenzó en Ramos Mejía y lo llevó por el conurbano bonaerense, Mar del Plata, Buenos Aires y, finalmente, al sur del país. La decisión de dedicarse al cine fue una evolución natural, pero no sin un desvío: originalmente estudió derecho, aunque su destino cambió después de ver Simplemente sangre de los hermanos Coen y Stop Making Sense de Jonathan Demme.
En un principio, intentó integrarse en las aulas de las nacientes escuelas de cine de los años noventa, como el CERC (hoy ENERC), el CIEVYC y la FUC. Hasta que encontró un mentor en el realizador José Martínez Suárez, quien durante varios años ofreció clases particulares a numerosos cineastas. "Ibas una vez por semana”, recuerda. “José comenzaba a las ocho de la mañana y no paraba hasta las ocho de la noche, un alumno por hora. El que terminaba bajaba con la llave para que subiera el otro. No cualquiera podía asistir; tenías una charla previa con él, y si no le caías bien, te rechazaba. Además, la puntualidad era crucial". Poco antes de su fallecimiento, Martínez Suárez revisó una versión de un guion que Benito le había entregado. La historia estaba inspirada ligeramente en un hecho real ocurrido en julio de 2016. Mientras Benito estrenaba Reinas, una noticia conmocionó a Bariloche: tras varios días de búsqueda, un policía fue hallado con una bolsa de plástico en la cabeza. La investigación sugirió que su muerte fue resultado de un ajuste de cuentas entre colegas de la fuerza. Benito decidió entrelazar esa historia con la de un hogar de menores, dependiente del Estado, en donde chicas menores de edad eran explotadas sexualmente en estancias ricas.
Durante su paso por Buenos Aires, Benito trabajó como camarógrafo en el programa Policías en acción. "Vi de todo ahí; por eso decidimos mudarnos a otra ciudad para empezar de nuevo". Ese bagaje, junto con las noticias, le proporcionaron la base verosímil para la historia. Aunque, dice, el cine no existe sin cinefilia. Su admiración por los Coen le ayudó a captar la crudeza de la historia, mientras que Hell or High Water de David Mackenzie influyó en el tono actoral. Además, la influencia de El invierno de Emiliano Torres y una tradición de cine australiano que fusiona la tradición europea con los géneros populares le permitieron a Benito ganar el concurso de Ópera Prima Nacional del INCAA.
El relato sigue a Francisco (interpretado por Agustín Sullivan), un joven policía que, tras un conflicto interno en la comisaría, es enviado el día de su cumpleaños a una casilla en medio de la estepa como castigo. Durante dos días, conoce a Alicia (Ariadna Asturzzi), una joven que trabaja en una peluquería y cuyo hermano Nahuel (Emanuel Gallardo) se dedica al tráfico de corderos. Francisco, de forma accidental, descubre en que en un almacen opera una red de trata de personas, con la participación de altos mandos policiales. "Escribí el guion con Asturzzi en mente para el personaje de Alicia, dado que había trabajado con ella en Reinas. También colaboró en la dirección de actores locales, que quizás no tenían tanta experiencia frente a la cámara, y que en el cruce entre actores con mayor experiencia, muchas veces se percibe esa falta de roce". Agustín Sullivan, cuenta Benito, se unió al proyecto más tarde, cuando se habían quedado acéfalos de protagonista. El actor, conocido por su papel en la serie de Sandro, aportó una luminosidad al personaje que no estaba originalmente en el guion, enriqueciendo, dice Benito, su transformación y haciendo que fuera más notable y compleja a lo largo de la trama.
Bajo el cielo de un azul intenso que caracteriza la estepa, la película avanza lentamente pero con firmeza. El ritmo narrativo y la puesta en escena se imponen con una energía contenida. Sin apresurar la trama ni los elementos que la hacen avanzar, la película ilumina esas muertes anónimas que ocurren en paisajes desolados, que a veces ganan espacio en la agenda pública sólo como pantallas (el reciente caso de Loan en la provincia de Corrientes es un claro ejemplo). Benito prefiere ser prudente al trazar paralelismos entre realidad y ficción, entre la agenda política y el simple placer de contar historias. Aunque el cine puede servir para destacar temas relegados y banalizados por los medios de comunicación, como señala Martin Scorsese y con lo que coincide Benito, siempre han existido "traficantes" en el cine: directores que, aunque parecen impersonales y ajenos a la crítica social, logran infiltrar mensajes en sus películas sin dejar de hacer eso que a duras penas todavía llamamos cine.
Estepa se puede ver hasta el jueves en el Gaumont, a las 15.15 y a las 22.