“Fuimos demasiado optimistas al pensar que esto podría hacerse en el corto plazo, pero sucederá” señaló Paolo Rocca, CEO del grupo Techint, con su rostro haciendo honra al apellido. El empresario buscaba justificar los magros resultados empresariales generados por una baja interanual del 18 por ciento de las ventas en dólares de tubos durante el primer semestre, que generó una caída del 9 por ciento en su valor accionario. Con “esto que podría hacerse” se refiere a la estabilidad macroeconómica de la Argentina que supuestamente estarían realizando la dupla Javier Milei- Luis Caputo y que parece demorar más de lo esperado.
La estabilidad macroeconómica que refiere el empresario no parece preocuparse del nivel de actividad que para mayo registraba una caída interanual del 2,9 por ciento, que escala al 5,5 por ciento si se excluye al agro (cuya expansión se debe a la recuperación de la sequía que lo afectó en 2023). Tampoco al nivel de empleo donde, aparte de los recientes 160 despidos que realizó Techint por el freno en la construcción del segundo tramo del gasoducto Néstor Kirchner, la economía registra cerca de 120.000 despidos desde la asunción de Milei. Las perspectivas para los empleados de Paolo Rocca no son alentadores ya que anticipó ajustes para “la reducción de costos logísticos y operativos” que suele ser la forma encubierta de hablar de despidos en neolengua empresarial. No por nada, el grupo aseguró a su abogado Julio Cordero en la secretaría de trabajo, desde dónde promueve el fin de las indemnizaciones.
Tampoco parece apuntar a la estabilidad cambiaria, dónde en las últimas semanas se perdieron las escasas reservas que se habían acumulado a costa de posponer el pago de importaciones con la emisión de 10.000 millones de dólares de deuda externa (Bopreales) durante los primeros meses de gestión. Al respecto, la deuda externa tomada por Caputo en tiempos de Macri a pagar en los próximos tres años ronda los 50.000 millones de dólares y constituye un misterio la fórmula pagadora. Una milagrosa reinserción en los mercados financieros que permita pagar con nuevas emisiones requiere, además de prender velas para que cesen las turbulencias internacionales (las recientes y las probables derivadas de un posible conflicto internacional), aún debe afrontar la salida del cepo y una baja pronunciada del riesgo. En principio no se ven condiciones favorables para ello, mucho menos cuando las inversiones en sectores estratégicos como los hidrocarburos no convencionales se vienen retrasando por las dificultades para conseguir financiamiento en el actual entorno macro, según explico Rocca al presentar los balances en rojo de su empresa.
La estabilidad macro a la que se refiere Rocca parece apuntar exclusivamente a la de precios que, luego del piponazo dado por la devaluación que inauguró la gestión libertaria, descendió a niveles similares a los pre-Pandemia. Sin embargo, y más allá del relato monetarista del gobierno, su descenso parece asociado no solo al ajuste fiscal y la consiguiente depresión en las ventas, sino a la tablita cambiaria de devaluación mensual del 2 por ciento, muy por debajo de la inflación. Ese esquema llevó el valor real del dólar a mínimos históricos y nada hace presagiar que el desenlace sea diferente al de las otras veces. De ser así, el previsible salto cambiario, se llevará puesta la estabilidad de precios junto al optimismo de Rocca de una próxima estabilización.