¿Hay para el psicoanálisis una felicidad posible? La respuesta es afirmativa, con la condición de que el sujeto deje de aspirar a la imposible. En el seminario “La ética del psicoanálisis“[1] dice Lacan que el sujeto que comienza un análisis quiere la felicidad. El analista sabe de aquello que Freud afirma: la felicidad no tiene nido posible ni en el microcosmos ni en el macrocosmos. La demanda del analizante y el deseo del analista no coinciden. La felicidad es equiparada al Soberano Bien de los antiguos, al telos aristotélico, a la meta a alcanzar, a la supremacía en suma de la causa final como bien al que aspiran las cosas:

“Esto es lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra en posición de responder a quien le demanda la felicidad. La cuestión del Soberano Bien se plantea ancestralmente para el hombre, pero él, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No solamente lo que se le demanda, el Soberano Bien, él no lo tiene, sin duda, sino que, además, sabe que no existe”. Más adelante – refiriéndose al deseo del analista afirma que “no puede desear lo imposible”, es decir, el Soberano Bien de la demanda de felicidad.

De lo anterior se infiere que en el seminario “La ética del psicoanálisis “la felicidad aparece ligada a los ideales y al mismo deseo neurótico como deseo de desear lo imposible, distinguido, en este sentido, del deseo del analista. Sin embargo, posteriormente, en Televisión, Lacan dirá: “Los seres hablantes son felices, felices por naturaleza, es incluso de ella todo lo que le queda”.[2]

Miller[3] realiza un comentario de esta cita diciendo que, así como la pulsión siempre busca la satisfacción, el deseo conlleva insatisfacción. Por ello, a nivel de la pulsión el sujeto es siempre feliz, felicidad ya no articulada con una meta a alcanzar, sino con un presente no reconocido. Esta idea de la felicidad no la hace esclava del deseo como deseo de otra cosa ni de la pasión de la falta en ser, ya que ella está referida al goce. Inclusive podríamos decir que es el deseo mismo en articulacióncon la falta, el que impide que el sujeto pueda conciliarse con esa felicidad pulsional. Por ello podemos decir que el capitalismo nos hace infelices, ya que exacerba el deseo ofreciendo sus productos prontamente a ser desechados. Leamos esta cita:

“...la plusvalía es la causa del deseo del cual una economía hace su principio,   el de la producción extensiva, por consiguiente, insaciable, de la falta-de-gozar. Por una parte, se acumula para acrecentar los medios de esta producción a título de capital. Por otra extiende el consumo sin la cual esta producción sería vana, justamente por su inepcia a procurar un goce con que ella pueda retardarse”[4].

Resulta interesante reflexionar acerca de estas afirmaciones. El capitalismo genera una gula infernal y, lo que podría detenerla o al menos retardarla, sería el encuentro con un goce que no estaría dado por el objeto de consumo.

En la última parte de su enseñanza, Lacan privilegia la perspectiva del “saber hacer” con el síntoma, arreglárselas con el goce, no embrollarse más de la cuenta, por sobre una apología del deseo. En una conferencia publicada en Scilicet número 6-7 de fines del 75, Lacan dice que a un análisis no hay que empujarlo muy lejos. “Cuando un analizante piensa que él está feliz de vivir, es suficiente”. Podría creerse que esta afirmación tendría su raíz en la política de hacerse escuchar por los americanos. Pero ella va más allá de esta circunstancia. “Feliz de vivir” sería una felicidad no basada en la búsqueda del tener ni en el esperar, curada entonces de las desdichas del deseo que la malogra. Lacan advirtió el haber visto a la esperanza, “las mañanas que cantan”, conducir a varias personas únicamente al suicidio, ya que cuando esta no se cumple, se cae el mundo. Nietzsche presentó a la esperanza como la mayor de las infelicidades[5]. Curado Lacan de la esperanza, respondió:

Pregunta: – ¿Qué piensa usted de la agitación contradictoria que se efectúa desde hace algunos años en China?

Lacan: – Aguardo, pero no espero nada. [6]

Tal respuesta es contemporánea a la de haber postulado que lo real es sin ley, sin orden, sin esa pretensión a la que nos lleva la esperanza, vivir sin ella no es posible, pero basar la felicidad en ella no hace a nuestra ética

Silvia Ons es analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Escritora.

Notas:

[1]Lacan, J., El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis”, Bs As, Paidós, 1988, pág 349, 357,358

[2]Lacan, J., Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, Barcelona, Anagrama,1977, pág 131

[3]Miller, J.,” No hay clínica sin ética”. MatemasI ,Bs.As, Manantial, 1987, pág123

[4] Lacan, J., “Radiofonía”, Radiofonía y Televisión, trad. Oscar Masotta y Orlando Gimeno-Grendi, Barcelona, Anagrama, 1977, pp. 58-59.

[5]Nietzsche, F., Humano, demasiado humano, México, Editores mexicanos unidos,1986, pág 71-72

[6]Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Bs. As., Paidós,2006, p.135