Lidia tiene 65 años y dice que lo que pidió, San Cayetano se lo cumplió. Por eso, este 7 de agosto se levantó temprano en su casa del barrio San Francisquito solo para agradecerle a su santo. En cambio, Ana y Mercedes, amigas, vinieron desde Bella Vista a pedir trabajo para sus hijos, sus nueras y sus nietos. La fila en la que esperan para entrar a la Iglesia San Cayetano, en Buenos Aires y Riobamba, llega hasta la calle.

Adentro transcurre una de las tantas misas de la jornada. La primera, a la medianoche, fue de las más concurridas. El templo quedó abierto toda la noche y a las 6 de la mañana se retomaron las ceremonias. Hay una por hora. Para la misa de las 10, la parroquia se llena de pecheras de colores: las naranjas de La Bancaria, las celestes de Sadop, las azules de Luz y Fuerza. Los gremios que conforman la Intersindical Rosario concentraron un rato antes en la Plaza López y movilizaron con la tradicional consigna del movimiento obrero: pan, tierra, techo y trabajo. “Vos no entrés, que San Cayetano se desmaya”, bromeaban entre dos trabajadores de correo.

En su sermón, el cura Marcelo Franchini ensaya una explicación sobre la dignidad que genera el trabajo en las personas: “Hoy, día de San Cayetano, vinimos al señor para poner nuestra confianza en él. Revisar y chequear donde ponemos nuestro corazón y pedirle al santo por todo lo que es el mundo del trabajo. El que no lo tiene, para tenerlo. El que lo tiene, para cuidarlo. El que da trabajo a otros, para retribuirlo justamente. Y no entremos en las redes de la mentira. Llamemos a las cosas por su nombre, porque el trabajo nos debe hacer más persona. Lo demás, es verso”.

En el sector izquierdo de la iglesia, está la figura más venerada de la jornada: una imagen de San Cayetano, resguardada en una repisa de vidrio. Los fieles esperan lo que tienen que esperar para pedirle. Lo hacen de distintas formas. La mayoría lleva consigo las espigas de trigo, que simbolizan el pan y el trabajo; las apoyan y rezan. Luego se santiguan y se van. Otros, llevan imágenes, estampitas, fotos. Algunos, incluso, apoyan sus celulares sobre el vidrio y piden en silencio. Un hombre de saco gris, perteneciente a la iglesia, ordena la fila y administra los turnos. Todo transcurre a la par de la misa.

Afuera todo el mundo vende algo. Los puestos oficiales están dentro del predio de la parroquia. Algunos van decididos a comprar, otros se tientan mientras esperan para entrar. El imán de San Cayetano, 1.000 pesos; los velones religiosos, 3.700; las velas chiquitas, 2.100. Pero el producto más vendido son las espigas de trigo. En la calle, esas se consiguen a tres por 1.000 pesos. Pero para Dominga –53 años, dos hijos, desempleada– la venta viene durísima. “Es difícil. La gente nos dice que no hay plata, o que está caro”, cuenta.

Vive en Villa Banana. Llegó al lugar el martes por la noche y pasó la noche vendiendo espigas. “Nos trajimos unos sillones y cuando ya no había gente dormimos ahí, tapados con frazadas”, relata. Desde hace 20 años asiste todos los 7 de agosto al lugar, no solo para intentar juntar unos mangos con la venta ambulante, también se acerca como devota. Este año, aclara, vino más a pedir que a agradecer: “No tengo trabajo. Se consigue muy poco, todo es temporal o por horas. El último trabajo que tuve fue en enero, cuidando a unos chicos. Y por la edad se complica más conseguir”.

En cambio, Nair vende estampitas enmarcadas en vidrio, a voluntad. “El precio lo pone la gente”, dice. Tiene 30 años y vive en Saladillo, zona sur. Junto a su hermana, tres años más chicas, quedaron sin empleo. Para ellas San Cayetano es, además de un santo al cual pedir pan y trabajo, una forma de parar la olla. “Vinimos el martes temprano, pero como hacía mucho frío nos fuimos a la madrugada y volvimos a la mañana”, cuenta y agrega: “Pensábamos que íbamos a vender mejor, porque es a voluntad. Pero no vendimos nada. Yo trabajo cuidando adultos y me quedé sin trabajo hace tres meses. A mi pareja también lo echaron de su trabajo. La verdad que el momento es malo y venimos a pedir para que cambie”.

A las 11, los gremios que salieron de la misa se encontraron con los movimientos sociales, encabezados por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) que se llegaron hasta el lugar. Desde allí marcharon en conjunto al Monumento Nacional a la Bandera, donde al mediodía estaba programado el acto central. En el medio, se sumó la delegación rosarina de Amsafé, que este miércoles iniciaba una medida de fuerza por 24 horas, en rechazo a la oferta salarial del gobierno provincial. Por la tarde, el monseñor Eduardo Martin realizó la misa central, en la Plaza de la Libertad.

Unidad de los trabajadores

Desde la Intersindical explicaron que la intención de movilizar en la jornada fue acompañar a los movimientos sociales y visibilizar la situación del movimiento obrero en general. “Sabemos que las políticas que se están llevando adelante desde el gobierno nacional no hacen más que hambrear y dejar a cada vez más gente sin trabajo. Y hoy venimos a pedir por los trabajadores y esperamos que esta marcha multitudinaria haga al gobierno tomar nota y cambiar el rumbo de las políticas que está llevando adelante”, analizó Analía Ratner, titular de La Bancaria.

En una misma línea, Walter Palombi, del Sindicato de Correo de Rosario consideró que el momento económico y social ameritan que la dirigencia gremial asuma la responsabilidad de enfrentar las propuestas del gobierno. “Nosotros venimos a confrontar con el modelo económico de Milei. Eso no significa que tenga que irse mañana, lo que tiene que irse es este modelo”, expresó y agregó: “La fe es un camino importante, pero a eso hay que adosarle la presencia de los trabajadores. Es el momento en que los dirigentes gremiales tenemos que poner la cara”.

A su vez, Carlos Ghioldi, referente de la CTA de los Trabajadores en la ciudad, llamó a una “necesaria unidad” entre los sectores trabajadores, para hacer frente a las medidas del gobierno. “Necesitamos que cada conflicto sea rodeado de solidaridad y que cada reclamo popular no sea derrotado por el abandono y el hastió, sino fortalecer las posiciones del pueblo, para construir la unidad de acción necesaria que nos permita destruir las políticas que ese gobierno pretende llevar adelante”, evaluó. “Enfrentar cotidianamente a este gobierno es la tarea. Hay que hacerlo con fuerza y la fuerza es hija de la unidad”, sostuvo.

 

Mientras que el secretario general de Amsafé Rosario, Juan Pablo Casiello, apuntó contra el modelo económico del gobierno nacional y su “réplica” en el plano provincial. “Tenemos claro que enfrentamos un mismo enemigo. Son las políticas del gobierno nacional que quiere construir un país al servicio de unos pocos y que el hambre y la pobreza se extiendan en el conjunto de la población”, expresó y añadió: “Hoy estamos en el marco de un paro provincial, porque el gobernador Pullaro aparece hoy como el mejor alumno de Milei en las políticas de ajuste. Por eso hay que construir el paro nacional que necesitamos para frenarle la mano a estos gobiernos”.