Mientras comenzaba a filmar Elena sabe, Anahí Berneri recibía una invitación para sumarse a un proyecto teatral con un eje temático que dialogaba con la película: los cuidados de los hijos hacia sus padres ya mayores. La obra Lo que se pierde se tiene para siempre, con dramaturgia de Javier Berdichesky y Andrés Gallina, está basada en cuentos de Alejandra Kamiya. Actúan Sofía Gala, Marita Ballesteros, Enrique Amido y Camila Marino Alfonsín. "La historia habla de hacerse cargo de padres que no pueden hacerse cargo por sí solos y de hasta dónde los hijos damos y podemos abandonar nuestra propia vida", dice Berneri a Página/12

Hace casi 20 años que la guionista y directora se dedica al cine, con reconocimiento internacional y una marcada preocupación por retratar el universo femenino y cuestiones de género. La maternidad es uno de sus grandes temas. Ha filmado seis películas, entre ellas Encarnación y Alanís, y tres series. Elena sabe, de 2023, es su último film. Basado en la novela homónima de Claudia Piñeiro, con actuaciones de Erica Rivas y Mercedes Morán, trata sobre una hija que debe hacerse cargo por completo de una madre con Mal de Parkinson hasta que muere de manera misteriosa. 

La faceta teatral de Berneri es menos conocida, así como también menos explorada por ella misma. Sólo dirigió dos obras: Nelidora (2008), de Santiago Loza, y el musical infantil La hora de (no) dormir (2011), con dramaturgia suya. "Fueron experiencias hermosas. Tenía ganas de repetir. Es un desafío porque estoy haciendo algo distinto a lo que hago siempre", expresa la realizadora. Lo que se pierde... se presenta los viernes a las 20 en Dumont 4040 (Santos Dumont 4040).

Fue Berdichesky quien la llevó de vuelta a una sala teatral. El proyecto se armó sobre la  base de una cadena de contactos: Berdichesky y Kamiya querían trabajar juntos con los textos de ella, convocaron a Berneri para dirigir, ella llamó a Gallina. El pasaje del material literario al teatro tiene una particularidad. "Es una adaptación de cuentos con forma de patchwork. Aborda cuentos separados, tomando la poesía y todo el mundo familiar y vincular que Alejandra tiene y me interesa", explica Berneri. El foco estuvo puesto en relatos de dos libros: Los árboles caídos también son el bosque (2015) y El sol mueve la sombra de las cosas quietas (2019).

"Su literatura conmueve desde un lugar muy cotidiano y genera mucha empatía. Toma temas densos pero no con golpes bajos ni desde un lugar solemne", completa la directora. El cuento que sostiene la estructura de la pieza es "Separados". Con fragmentos, escenas e imágenes de “Elefantes”, “Veré árboles”, “Los nombres”, “Fragmentos de una conversación”, “La oscuridad es una intemperie”, “Partir” y “Tan breves como un trébol” surge una nueva historia. Una hija le cuenta a la empleada que cuidará de su madre la historia de su familia, que incluye la pérdida de un hermano, las enfermedades de sus padres y su propia existencia. "Trabajar con este elenco es un placer. Tanto Marita como Enrique, que son adultos mayores, se prestaron a un juego y una forma interpretativa que está fuera de la zona de confort de la interpretación tradicional. Sofía también sale de lo que hace habitualmente", destaca Berneri.

-¿Qué decisiones fueron importantes para la puesta?
-Se pasa de la narración a la representación, y hacer que la narración esté viva fue el mayor desafío. Por otro lado, trabajamos de una forma muy coreográfica, con Susana Szperling. Y trabajamos la forma simbólica con la escenografía y la utilería, desde la dramaturgia de los objetos. Es una escenografía móvil, son como tres box o cajones, compartimentos, que hablan de la vida familiar y que por momentos se transforman en puentes que transita Sofía de una casa a la otra, con estos padres que se separan cuando ella es chica y que se dejan de hablar. Ella tiene la misión de unirlos. Siempre ha sido el sostén de la familia. El padre es ebanista, trabaja la madera, y hay un trabajo de construcción y destrucción de la escenografía. Las estructuras se juntan y separan en distintas escenas. Trabajé con un iluminador (Iván Gierasinchuk) que es un gran director de fotografía. Es una puesta de luces muy climática y sectorizada que arma diferentes escenas. 

-Hay una continuidad con el resto de tu obra: la temática familiar, el universo femenino, el vínculo entre madre e hija...
-Fue loco porque me llegó este proyecto al mismo tiempo que Elena sabe. Se relaciona con el momento que estoy atravesando. Tengo 48 años y una madre de la edad de Marita. Soy la hija mayor. Son esos momentos en que uno se empieza a hacer cargo de los padres. La historia habla de hacerse cargo de padres que no pueden hacerse cargo por sí solos, que necesitan de nuestra ayuda. Y de hasta dónde los hijos damos y podemos abandonar nuestra propia vida, en pos de padres que ya vivieron. La misma pregunta me la hice en Elena... Las mujeres hemos tenido a lo largo de los años este rol del cuidado: terminamos de maternar y empezamos a maternar a nuestros propios padres. ¿Debería ser así? ¿Podemos pensar el tema? Nunca tengo respuestas: siempre estoy indagando en temas que me interpelan, por eso hago esta obra. Todavía no la vio mi madre (risas).

-¿Por qué es interesante explorar a las familias en la ficción?
-Es el tema que más he tratado en mis películas: el preguntarme qué es una familia, cuál es el lugar de la mujer en esos vínculos. Si cuida a la madre o al padre solemos decir que es buena persona, pero hay algo sacrificial en el personaje de Sofía, que también lo tiene el personaje de Erica en Elena.... Terminan anulando su vida para cuidar a sus padres. Así como la "mala madre" es un tema que empezó a surgir en cine, literatura y teatro, el cuidado de los padres es un tema a tratar. La maternidad está más explorada. Este es un drama pero lo que más se escucha son risas en el público. Hay mucho de humor; no es una obra pesada, de golpes bajos.

-¿Qué diferencias encontrás al trabajar en cine y teatro?
-De muy chica hice actuación. No fui actriz por el susto y los prejuicios que tenían mis padres al respecto. Parecía que la dirección, el cine, eran más serios y técnicos. En mis películas adoro hacer la dirección de actores. El teatro me da la posibilidad de ir un poco más profundo en eso. Por otro lado, me genera el permiso para salir del realismo. Por supuesto que en el cine se puede salir, pero a un costo muy grande. En el teatro se puede explorar lo simbólico. Levanto un pañuelo, te digo que ahí hay una cámara de fotos o un bebé en brazos, y lo ves. En cine eso no sucede. La exploración de dramaturgia de los objetos genera una capa difícil de explorar en cine. Además, el teatro tiene eso de lo vivo y de aceptar la pérdida del control, que  a los directores de cine nos cuesta mucho.

Proyectos en cine

Dos proyectos en cine cocina Berneri. Uno con financiación de España, una coproducción a filmarse el año próximo. "Estamos atravesando un momento muy difícil. Se iba a filmar este año pero la inversión en Argentina era muy difícil. Es una película erótica-romántica, son otras edades, algo distinto", anticipa. Se trata de la adaptación de una novela de Mariana Flores, Leche condensada. El otro film es, también, adaptación de una novela -Putamadre, de Carolina Fernández-. "Sin el Incaa es muy difícil filmar, si bien las películas no se terminaban de financiar con él. Sin ningún tipo de subsidio se hace muy complicado, y más por la situación económica, filmar una película, si no es a través de las plataformas. Terminamos haciendo películas extranjeras", dice Berneri.
Esta semana el vocero presidencial Manuel Adorni advirtió que se dejarán de subsidiar "fracasos comerciales" y apeló a un listado de películas y su cantidad de espectadores. "La función del Incaa es subsidiar películas con valor artístico. Lo dice la Ley de Cine. No creo que las cosas se hayan venido haciendo bien desde una burocracia y estructura tan grandes y con subsidios tan pequeños. Había que ordenar el instituto y la cinematografía, pero ahora sucede que nos están demonizando", remarcó la cineasta.