En julio se cumplió un año de la salida del primer álbum de Blokbaster: Sovietpunk, un debut tan inesperado como el surgimiento de esta banda que, con el paso de los meses, se convirtió en el bicho raro del nuevo post punk argentino. No suena a Joy Division, tampoco se parece a Buenos Vampiros. Sin embargo, pese a la confusión que genera su estética sonora (punto de encuentro entre el pop, el R&B, la transgresión y el baile), su impronta le viene muy bien a esa escena. "Lo coherente suele pasar desapercibido", afirma Lucas, cantante y guitarrista del cuarteto. "La confusión es el lugar que nos gusta para expresarnos. De alguna manera, todo lo que confunde te deja un impacto."

De hecho, los de Lanús se animaron a definir su estilo musical: "El nombre del disco plantea qué tipo de post punk hacemos nosotros: soviet punk", explica el frontman del grupo, que junto a Piba y Homogénica se presentarán esté sábado 10/8 en la sala porteña El Emergente, como parte del Vol. 2 del Festival Plasma. "Si bien cada uno tiene sus ideas, considero que el post punk, que es algo muy amplio, todavía sigue cambiando y creciendo. En nuestro caso, las influencias no son referencias. Son formas de comprender e interpretar la realidad de la banda. No es una alusión directa a cómo vamos a sonar", apuntan. De hecho, también Radiohead, Arcade Fire o el rapero Tyler, the Creator destacan entre sus tótems.

Sin embargo, luego de traducir toda esa data, a lo que más se parecen los temas de Blokbaster es a la intención artística de Babasónicos. Por lo menos eso es lo que exponen, en una escucha simple, algunos de los 11 tracks de Sovietpunk. "El proceso creativo fue caótico, incierto y de exploración constante", describe Lucas. "No se terminó de cerrar todo hasta que terminamos de grabar las últimas tomas. Sencillamente, fue darle rienda suelta a todas las ideas que teníamos, y ordenarlas en bloques de 3 o 4 minutos a los que llamamos 'canciones'. Eso sirvió de soporte para el relato del disco., que es una especie de película que sólo se puede contar a través de su banda sonora."

El grupo recurrió al metadiscurso para confeccionar historias narradas a partir de la matrix y que, por ende, tienen como escenario el no lugar. "El no lugar aparece porque constantemente hablamos del movimiento. Por eso la portada del disco es un auto", revela el vocalista, compositor y violero. "Es el transcurso del caos hasta llegar a una conclusión final, que está en la última frase del último tema. La narrativa del disco estuvo pensada de manera conceptual, de pe a pa y con una historia firme, ya desde la composición. Tampoco cuento la idea lineal porque la dejo a la libre interpretación, que es más importante que la idea original."

En sintonía con sus canciones, el nombre del grupo encierra un propósito. Antes que apelar por la nostalgia, comportarse como una sorna castellanizada o hacer alusión al documental El último Blockbuster, los músicos no pretendieron tributar a la legendaria cadena internacional de videoclubes de cuya disolución se conmemoran 10 años en 2024. Esto es más bien una metáfora sobre el fin. "El nombre representa la idea de que estamos condenados al fracaso y a morir; todo está condenado a perecer. Fue una empresa multinacional que se fundió porque no se supo adaptar al mercado y al futuro, por eso terminó siendo destruida y olvidada."

Lucas aprovecha la explicación para exponer la vena política que sostiene al proyecto de la zona sur del Gran Buenos Aires: "El nombre se refiere también a la apropiación cultural que hace constantemente el capitalismo, para volverla en contra de sí mismo", enfatiza quien en ningún momento hace tampoco una llamada al socialismo, coprotagonista del título de su disco. "Nos apropiamos de un símbolo del capitalismo para usarlo en contra suyo", resume.

A manera de manifiesto sobre su terruño, los integrantes de la banda surgida originalmente como trío se hicieron llamar Santiago Plaul, en homenaje a los colonos alemanes que incentivaron la fundación de Lanús Oeste. Pero después de algunos pocos recitales, y con un disco a medio esbozar, la pandemia les propuso otro plan. "Como no podíamos ensayar, nos mandábamos pistas de lo que íbamos haciendo. Y cada uno, por su cuenta, sumaba capas. Yo empecé a laburar con Ableton, samples y midi, lo que antes no hacía porque éramos más analógicos", evoca el frontman. "Así comenzaron a surgir nuevas cosas, que empezamos a desarrollar cuando pudimos volver a ensayar todos juntos. Es una mezcla entre un sonido más orgánico y otro más moderno. La unión de estas dos escuelas fue en lo que devino luego Blokbaster."

Así como otros proyectos artísticos que nacieron en el confinamiento, la banda posteriormente arrancó a mostrarse y a buscar su lugar. Sin embargo, la sobreoferta de artistas locales, secundada por otra crisis económica (a lo que hay que agregar el bajón anímico y la incertidumbre que provocaron la llegada de los libertarios al gobierno), achicó los espacios, fragmentó aún más las audiencias y generó un nuevo orden con el que muchas propuestas todavía no lograron conectar. "Por más que parezca escalofriante, la única forma de sobrevivir es alimentando continuamente a ese leviatán en que se convirtió el sistema", expedita Lucas. "Buscamos la manera de engañarlo para darle lo que quiere. Pero lo hacemos funcional para lo que nosotros queremos."


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