Bienvenidos sean todos y todas a condenar la violencia de género, a repudiarla enfáticamente y manifestar que no es tolerable. Bienvenidos sean a compartir la indignación y la bronca que tantas y tantos venimos sintiendo desde siempre frente a la violencia de género. Los estábamos esperando. Porque desde hace mucho tiempo decimos que la violencia contra las mujeres y diversidades es un problema grave. Y si bien siempre es con dolor que recibimos las noticias de nuevos casos, nunca es realmente una sorpresa.
Tan solo en Argentina, una de cada 2 mujeres que están o han estado en pareja experimentó en algún momento de su vida un hecho de violencia doméstica, y en el 2023 hubo un femicidio cada 35 horas. Sin ir más lejos, el pasado 7 de agosto, mientras el gobierno responsable de desmantelar todos los programas de atención y protección de las violencias se desgarraba las vestiduras hablando de su compromiso contra la violencia, se encontró el cuerpo de Rocío Belén Fernández, de 27 años, desaparecida desde el sábado anterior. Fabiola y Rocío son nombres propios que hoy nos permiten ponerle rostro a un problema que, a contramano de declaraciones como las que hizo el Ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona “no vamos a tener política de género. La violencia no tiene género”, demuestran que sí, la violencia de género existe y adopta formas muy particulares cuando es ejercida contra las mujeres y diversidades.
Una esperaría que el reconocimiento de la violencia que sufren las mujeres fuera acompañado por acciones para prevenir, atender y proteger a las personas que se encuentran en esa situación. Sin embargo, la noticia de la denuncia realizada por Fabiola Yañez contra el expresidente Alberto Fernández ha servido paradójicamente para continuar denostando todas las políticas y programas que el movimiento de mujeres y diversidades conseguimos instalar para dar respuesta a la problemática y que nadie quede librada a su suerte. ¿La “estafa” de salvar vidas? En un tuit que hizo el presidente Javier Milei en relación a la noticia, declaraba que las políticas de género habían sido “una estafa de la cual se beneficiaron unos pocos, pero que financiaron todos los argentinos”.
Analicemos qué hizo el tan denostado Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad (MMGyD), esa gran estafa de la que nos habla el presidente. El presupuesto con el que contó el MMGyD en el 2023 representaba el 0,2 por ciento del presupuesto total. Es decir, que cada $100 pesos, $0,20 eran gestionados por el Ministerio. El 84 por ciento de este total se destinó a programas de transferencia directa sin intermediarios, como el Programa AcompañAR. Este programa brinda una ayuda económica equivalente a un salario mínimo por un periodo de 6 meses, y estaba destinado a mujeres y diversidades en situación de violencia con alto nivel de riesgo.
Hasta diciembre de 2023, más de 350 mil mujeres y diversidades pudieron recibir esta ayuda para salir de la relación violenta y resguardar su vida y la de sus familias. Al mirar la ejecución presupuestaria durante el primer semestre de 2024, queda muy claro el desinterés de la gestión actual respecto a atender esta problemática: según el monitoreo de políticas públicas contra las violencias realizado por ACIJ ELA entre enero y junio de 2024 se ejecutó un 80 por ciento menos del presupuesto de estas políticas en términos reales que en los mismos meses del año anterior.
El AcompañAR, por ejemplo, fue prácticamente paralizado. En el primer trimestre del 2023 lo habían recibido 34.023 personas mientras que en el primer trimestre de 2024 sólo 434. Es decir, un 98.63 por ciento menos. El sostenimiento de la línea 144, la cual el vocero presidencial menciona en su discurso, también estaba contemplado dentro del presupuesto del MMGyD. Lo cierto es que en lo que va del año se ejecutó un 28 por ciento menos de presupuesto de la Línea 144, en comparación con el primer semestre de 2023. En junio de 2024, despidieron al 38 por ciento de las personas que trabajaban atendiendo la línea, que recibe llamados con pedidos de asistencia en situaciones terribles de manera cotidiana. Quedaron turnos con solo dos trabajadoras atendiendo: ¿esa es la manera de tomarse en serio un problema tan grave?
Excusas y más excusas
Milei también escribió en su tweet que “las causas nobles en las que se embanderan como la igualdad de género, son una excusa para justificar sus negocios”. La vida de las mujeres y las diversidades no debería depender ni del partido político que gobierne ni de la cantidad de reservas que haya en el Banco Central. Pero incluso si ese fuera el único argumento de peso para dirimir esta discusión, los datos nos demuestran que no prevenir ni atender las violencias de manera temprana y esperar a que la situación se agrave aumenta 22 veces el gasto del Estado. Lo más eficiente sería, entonces, invertir en políticas y no vaciar todos los programas. Hay quienes se autoproclaman abanderados de los derechos de las mujeres y diversidades mientras violentan a quienes tienen cerca. Y hay quienes proclaman al feminismo como el mal de todos los males, promueven discursos de odio que nos ponen más en riesgo y destruyen todos los programas que nos protegen y ayudan.
Pero ni los Alberto Fernández ni los Javier Milei pueden adueñarse de nuestras victorias, tampoco destruir lo que construimos: las leyes con las que contamos y que reconocen y obligan al Estado a actuar para prevenir y atender las violencias no son un negocio para nosotras. Las logramos y defendemos nosotras, dialogando y también presionando al poder legislativo hasta en las épocas más reacias a nuestra agenda. La creación de un organismo especializado dentro del Estado que atienda las desigualdades y violencias de género no es un negocio.
Ya sea con la forma de un Consejo, de un Instituto o un Ministerio de Mujeres también fue una exigencia del feminismo y una lucha de las organizaciones por construirlo con una impronta integral e interseccional, y más allá de los vaivenes y voluntad política de quienes ocuparan el poder ejecutivo nacional, siempre impulsamos el valor y reconocimiento de esta institución. Todas las políticas públicas y los programas que existen para revertir las desigualdades de género y dar una respuesta integral y efectiva a los hechos de violencia no son un negocio. Son el resultado de arduas luchas, son conquistas del movimiento feminista. A veces es con el acompañamiento de los gobiernos, pero muchas más veces es a pesar de lo que los gobernantes hacen o dicen, que logramos construir una sociedad más libre para todas y todos.
Nosotras estuvimos, estamos y estaremos siempre trabajando por eliminar toda forma de discriminación y violencia. Esta causa noble, la de luchar por los derechos de las mujeres y las diversidades a vivir una vida digna y libre de violencias, no es sencilla pero sin dudas es justa y vale la pena. Bienvenidos sean a comprometerse de verdad.