El sábado pasado a las 21 Canal 9 estrenó un nuevo programa periodístico: Telenueve Investiga. Se trata de un ciclo producido y conducido por Tomás Méndez en el que se sigue la pista de hechos de corrupción política y social. En su primera entrega se presentaron tres casos: el de un senador que contrató matones para incriminar a un opositor, dádivas a diputados y senadores para votar la Ley Bases y mensajes de Whatsapp que comprometen al poder correntino. En las próximas entregas, Méndez promete nuevas revelaciones sobre hechos de corrupción que involucran a funcionarios de distintos estamentos del Estado.
Telenueve Investiga es una rareza en la televisión de hoy, en la que el periodismo de investigación está ausente o muy poco representado. Méndez señala esto como una “orfandad” que el nuevo ciclo del 9 viene a cubrir. “En realidad, yo considero que todo el periodismo debe ser de investigación porque a veces se pueden cometer errores demasiado groseros que no estén calzados y que puedan arruinarle la vida a una persona, y por más que uno puede considerar a esa persona un enemigo en términos políticos, mediáticos, lo que sea, nadie se merece que se le caiga con una mentira”, reflexiona. “Entonces, en principio creo que el periodismo debería ser todo investigación y nada se debería publicar sin estar corroborado. Nosotros decidimos hacer este programa porque hay una orfandad de eso, de periodismo que pueda estar calzado con la realidad y que nos ayude a pensar en base a los datos. Sin tanta bajada de línea. Hay mucha editorial y poca información en los medios y es lo que tratamos de revertir”.
-¿Cómo están buscando trabajar en función de esto?
-La verdad, se trata de ponerle mucho sacrificio. El problema es que hoy hay pluriempleo. En mi caso, que estoy casi abocado exclusivamente al programa de investigación, lo que me pasa es que tengo que hacer dos horas de aire en Crónica todos los días, inclusive los domingos, y después obviamente las tres horas de radio. Me levanto a las cinco de la mañana y termino muy tarde, entonces me resulta bastante complicado. Para que las cosas funcionen bien uno debería estar abocado íntegramente a ese producto, pero hoy con el pluriempleo y con lamentablemente la caída de la industria que se está dando es cada vez más difícil. Y después en las redes o en los streaming no hay lugar para las cosas serias, entonces también es complicado eso.
-¿Qué debería caracterizar al periodismo de investigación?
-Lo primero que tiene que hacer el periodista que conduce un programa periodístico de investigación es no hablar en potencial. Usar el potencial es un artilugio de aquellos que van a mentir o que no están seguros que van a decir la verdad. Y el problema de investigación es buscar seguridad, certeza, o por lo menos un cúmulo de indicios. Hay que tratar de reducir al mínimo el error.
-Hoy los medios están hiperatravesados por las redes sociales, por la participación del público. ¿Cómo se sigue haciendo periodismo en este contexto, y especialmente periodismo de investigación?
-Es difícil mantener un programa de investigación al aire porque ya la televisión no da los recursos que daba, es muy difícil tener mucha gente laburando en un solo programa semanal. Entonces, hoy los programas de investigación, si existen, tienen que ser con escasísimos recursos humanos. Yo en este caso particular estoy encargado, diría, de casi todos los procesos menos de la postproducción y la edición, pero el resto estoy en todo. Y después también hay otro problema, que es que obviamente la gente hoy, los chicos hoy, no tienen la necesidad de entender absolutamente nada, ni de leer, ni de sacrificarse un poco para poder gestar una información. Es muy difícil hoy que un pibe se siente en una silla, se saque el celular de encima, pueda concentrarse en una información y tratar de darle volumen desde distintos puntos de vista. Y también es muy complicado el tema de las fuentes, porque las fuentes cada vez vienen más contaminadas. Es como en el caso Loan: tenés que desconfiar hasta de tu propia madre.
-¿Cómo se contrarresta esto? ¿Cómo se recupera el valor de verdad?
-Por ahí hay un periodismo para redes y hay un periodismo para televisión. Es probable que también se segmenten esas historias. El desafío es tratar de ver de qué manera la investigación podría entrar en redes. Pero las redes fueron construidas justamente para que no exista más la verdad. Entonces, la lógica del lenguaje de la recepción y de la emisión del mensaje en las redes es contraria absolutamente al pensamiento, a la criticidad. Es contraria a la profundidad y es contraria a la verdad. O sea, las redes atentan contra la verdad. Es imposible parar eso. Creo que gran parte de la confusión que tenemos hoy en la sociedad, no en los medios, viene de eso. Nosotros vamos a tratar de que, por lo menos la gente que aún consuma lo profundo y consuma la verdad, tenga la posibilidad de poder hacerlo.
-También son tiempos de velocidad extrema. El periodismo de investigación tiene tiempos más lentos, ¿cómo lo sobrellevan?
-Yo entiendo la lógica de las redes, pero no me gusta jugarla, es la lógica de la posverdad, de la agresión sin ningún tipo de sustento. No me gusta participar de ese nuevo lenguaje que nos impusieron. Entonces yo pienso simplemente en el periodismo, hago el producto. No es que no me guste el mensaje irreverente o un poco soez. Pero siempre y cuando haya datos e información por detrás que respalden. A mí me parece que en estos tiempos cada vez va a ser más difícil hablar de cosas profundas porque hay poca permeabilidad para eso. Porque así como es muy difícil de gestar un mensaje profundo, también es muy difícil de consumir. Los streaming exitosos están dedicados todos al humor y a la cuestión pasatista y eso es parte del nuevo consumo, esto de que se desecha lo que se consume rápidamente.
-Se suele hablar del derecho de información de la gente, pero las audiencias parecen haber dejado de lado eso y muchas veces reclaman a los medios que le confirmen lo que ya creen. ¿Cómo se lidia con eso?
-Es cierto que las audiencias solicitan que se les reafirmen conocimientos, pero creo que si de a poco los medios abandonáramos esa lógica, la gente no tendría otra que consumir las nuevas formas de hacer periodismo, que es nada más y nada menos que volver al pasado. La culpa es nuestra, ¿eh? Pero es nuestra en conjunto, no individualmente. Si un solo medio quisiera salir de esa lógica en la cual se encuentra atrapado, le va a resultar imposible. Es como hablar de la política, digamos. Nosotros denunciamos en el programa pasado a un senador que contrataba a sicarios, mostramos pruebas, está todo probado, pero dentro del Senado no hay ninguna reprimenda, ningún castigo, y dentro del Senado la mayoría son de la oposición. Es rarísimo que eso ocurra. Bueno, hasta que la política no se ponga de acuerdo que tiene que cambiar esas formas de hacer negocio y política, no va a cambiar. Pero no es cambio de un partido político, es de todos o no es.
-¿Entonces cómo se recupera el valor de verdad de la noticia?
-Creo que el valor de la verdad no se va a recuperar fácilmente porque la verdad lleva un tiempo de maduración y explicación. La verdad no se impone. La verdad, para que penetre y para que sea carne, es necesario que entre por la racionalidad y no por la pasión. Para eso necesita de un proceso y lo más lógico de un proceso siempre son los tiempos. Yo creo que la verdad está prácticamente perdida y creo que esa es la batalla cultural que han ganado las redes sociales. Evidentemente esas plataformas fueron diseñadas para algo, pero una dominación cultural amplia y ahí radica justamente la pelea de China, Estados Unidos y Rusia: en quien se queda con las plataformas más importantes y cómo se prohíben las distintas plataformas en los distintos países. Así que contra eso me parece que va a ser muy difícil pelear. Hay una colisión directa entre la verdad y los tiempos.
-En los ’90 hubo un auge del periodismo de investigación. ¿Puede volver, ahora que el modelo económico es similar?
-Después de eso el periodismo de investigación dejó de existir con esa profundidad. El propio Lanata, que estuvo en ambos modelos, tanto en los ‘90 como después, fue una de las personas que más cambió. Eso fue lo raro, que no es que cambió la forma de hacer periodismo, sino que cambió el periodismo, cambiaron los códigos. Cambió el fondo de la cuestión, que somos nosotros los periodistas. Empezamos a entender que era más fácil ser empleado del poder que ser empleado de la gente, o tratar de satisfacer el derecho de la información que tiene la gente. Entendimos que había que resignar las armas del periodismo para pasar a ser parte del poder de la política, ya no somos el cuarto poder, somos parte del poder de la política. Y cada uno se enrola ideológicamente y partidariamente sin ningún tipo de problema ni de vergüenza. A mí la verdad que eso me pone mal, no me gusta, no me adapto y no creo que deba ser así. Uno puede tener su ideología, puede defender lo que piensa, pero me parece que laburar partidariamente rompe cualquier tipo de posibilidades de que se imponga la verdad. Hoy se imponen modos de pensar la vida, pero no se impone la verdad, la realidad. Y la realidad era la información, la realidad son los hechos.