El lunes de la semana pasada los mercados mundiales vivieron una jornada a puro vértigo. Se desplomó la bolsa de Japón y con el correr de las horas se replicaron caídas de hasta dos dígitos en las acciones de las grandes corporaciones de las potencias occidentales. El evento tomó a los inversores por sorpresa y provocó comportamientos de manada.
La especulación llevó a algunos analistas a plantear que había comenzado un cisne negro que se materializaría en más pánico y corridas angustiantes de los activos bursátiles. Otros aseguraron que fue sólo una primera alerta para quienes hacen política económica. Principalmente para quienes coordinan los planes monetarios del mundo desarrollado.
El resto de la semana no hubo grandes sobresaltos y se registraron rebotes en los precios de las acciones. El Banco Central de Japón prometió que no subirá la tasa de interés para evitar la volatilidad financiera, mientras que el foco de atención estuvo puesto en los próximos pasos de la Reserva Federal de Estados Unidos y sus decisiones de cara a septiembre.
La economía norteamericana muestra signos de enfriarse y acusan a las autoridades del Banco Central de mala praxis. La inflación bajó en ese país, pero la Reserva Federal decidió sostener su política monetaria contractiva (es decir de tasas de interés elevadas). Por ese motivo la acusan de ser una de las causas de la recesión que se adelanta para el mercado interno.
Los economistas del establishment consideran que el desplome en el precio de los activos del lunes pasado, más allá de la recuperación posterior, no fue un episodio pasajero ni debe tomarse a la ligera. Se despertaron nuevos miedos sobre el futuro del mercado financiero internacional y el recuerdo que las crisis aparecen en un pestañeo (sin dar aviso previo).
Los inversores tienen memoria corta pero reconocen que los ciclos de euforia en el valor de los activos no duran para siempre. La enseñanza de las puntocom parece cada vez más latente y se vincula con el fuerte salto de precio de las acciones tecnológicas (principalmente de las empresas que se relacionan con los desarrollos de la inteligencia artificial).
El portal Project Syndicate dedicó una sección especial a analizar la situación de estos últimos días y pensar qué es lo que viene. Se mencionó que si bien los mercados bursátiles se recuperaron tras la caída del lunes, los inversores siguen nerviosos y temen mayor volatilidad.
El informe contó con dos preguntas disparadores “¿Qué fue lo que disparó la venta masiva de los activos bursátiles al inicio de la semana pasada? ¿Es un presagio de un período creciente de angustias para la economía mundial y de recesión para Estados Unidos?”. Para responderlas se recogieron opiniones de los principales referentes del mainstream financiero global.
Uno de ellos fue Mohamed El Erian, de la Universidad de Cambridge. Se trata de una de las voces más escuchadas en los círculos del establishment norteamericano y planteó que los próximos meses dependerán de lo que haga la Reserva Federal. “La FED tiene que mirar más allá de su deseo de reducir la tasa de inflación al 2 por ciento lo antes posible. Esto implica recortar las tasas de interés para evitar una política excesivamente restrictiva que sigua provocando un problema al mercado de trabajo y a la economía”.
El investigador de la Universidad de Texas James K. Galbraith también puso el acento en la responsabilidad de la Reserva Federal en las tensiones actuales. “El colapso del mercado (del lunes pasado) y la inminente recesión se producen más de dos años después de que la Reserva Federal comenzara a subir las tasas de interés para combatir la inflación. Son la consecuencia directa, aunque tardía, de esa política”.
Por su parte, otro economista que en los últimos días intentó llamar la atención sobre la política de la Reserva Federal fue el premio nobel Paul Krugman. En uno de sus artículos para el New York Times planteó que se necesita urgente dar un cierre a la estrategia de altas tasas de interés. “Los encargados de formular las políticas -básicamente la Reserva Federal- necesitan moverse rápidamente para evitar el riesgo de un deterioro económico serio”.
Lo interesante de todos estos análisis es que ninguno cree que la crisis financiera y económica del mundo desarrollado sea inminente e incluso imposible de contener. Pero lo que si plantean es que para evitar el desorden de la actividad real y de los mercados financieros se necesita de política económica. Y principalmente de la que hacen los Banco Centrales. Toda una diferencia al camino que se busca en la Argentina, en donde el gobierno apunta a instalar la idea que la política monetaria innecesaria e indecorosa.