Marie-Pier Lafontaine no era Marie-Pier Lafontaine en su infancia. Un día decidió cortar de raíz el apellido paterno porque no soportaba cargar con el nombre de quien abusó de ella desde que era una niña. “Al padre le encanta jugar. Los juegos lo excitan. Las estratagemas elaboradas le agradan a más no poder. Le hacen doler los testículos. Estirar los límites de lo prohibido le demanda mucho ingenio. Cómo abusar de sus hijas sin penetrarlas”, revela la voz narradora de una autoficción extrema como Perra (Ediciones Godot), de la escritora canadiense que está de visita por primera vez en Buenos Aires para participar de la Feria de Editores (FED)

En las páginas de esta obra que ganó en Francia el Premio Sade en 2020 ficcionaliza el abuso sexual y la violencia paterna que padeció desde los ocho años hasta que pudo escapar, se cambió el apellido, empezó a escribir este rabioso primer libro a la par que iniciaba un proceso judicial contra su padre.

Perra es un mazazo directo a las pupilas de las lectoras y lectores. Su brevedad contrasta con la intensidad que genera porque es (casi) imposible leer el libro de un tirón. Las violencias que afectan a la protagonista y a su hermana no se pueden digerir. Cada tanto hay que pausar, volver a respirar, escapar de ese mundo demencial para no normalizar el griterío, los golpes, las humillaciones. “Al padre le gusta presionarme el pezón. Hasta que yo haga alguna mueca. Las expresiones de dolor le agradan siempre. Pero ¿qué es lo que prefiere? Tocarme delante de la madre. Propasarse. Propasarse una vez más de los límites de lo prohibido. Demostrarle a ella que no tiene ningún poder. Que el día que decida violarnos, lo hará. De una buena vez por todas, ante sus ojos. Quiere que ella sepa que él elige no abusar de nosotras. En el país de los hombres, los lobos hacen lo que quieren”, se lee en esta autoficción con notable traducción de Agustina Blanco, quien logra que Lafontaine parezca una autora rioplatense. De la misma autora, Blanco tradujo los ensayos Armas para la rabia, también publicado por Ediciones Godot.

En las narices de la madre

“En Perra me refiero explícitamente sobre el consentimiento de una madre que sabía lo que estaba pasando. Entonces por un lado hay una posición pasiva: la madre sabe pero no hizo nada, pero por otro lado también hay un rol activo en la medida en que las cosas pasaron delante de sus narices”, cuenta la escritora en la entrevista con Página/12 en la librería Naesqui, que abrió recientemente en 14 de Julio y Charlone, una de las esquinas más lindas del barrio de Villa Ortúzar. Lafontaine, que nació en Quebec en 1988, reconoce que quedó “muy shockeada” por los abusos sexuales que denunció públicamente Andrea Skinner, una de las hijas de la escritora canadiense Alice Munro (1931-2024), perpetrados por la pareja de Munro, Gerald Fremlin, cuando ella tenía nueve años. La Premio Nobel de Literatura, enterada de lo que había pasado, se quedó con el abusador y lo protegió hasta que Fremlin murió, en 2013.

-¿Qué hacer con Alice Munro? ¿Cómo leerla a partir de ahora que sabemos todo lo que sufrió una de sus hijas porque su madre se quedó con el abusador?

-Mi respuesta es radical: yo no puedo leer más a Alice Munro. No puedo leerla más porque no puedo lidiar con esto; es algo demasiado personal para mí. Veo a Alice Munro como madre y veo a mi propia madre. Entiendo que haya gente que quiera leerla o que lean sus cuentos ahora teniendo en cuenta lo que reveló la hija, pero mi respuesta a esta situación es absolutamente radical. No la puedo seguir leyendo.

-“La madre participa en el incesto” es una frase de Perra que se repite en varias partes como si fuera un estribillo. ¿Buscaste a través de la repetición que quede claro la complicidad de la madre?

-Sí. Repetir la frase “la madre participa en el incesto” es para que no hubiera ningún tipo de ambigüedad, para que no quedara ninguna duda. La repetición muestra que la violencia en mi infancia era algo cotidiano.

Intimidad y justicia

-“Hay toda una vertiente de la violencia que no me decido a escribir. Sería demasiado. Demasiada violencia en el mismo libro. Pensarán que exageré o mentí”, afirmás en Perra. ¿A qué te referís con eso que no te decidiste a escribir, que tal vez esté presente en la lengua que despliega la narración?

-Me gusta tu interpretación de que lo no escrito está en cierto modo presente en la lengua, pero hay algo muy real y concreto que decidí no contar, que tiene que ver con una situación de trabajo forzado que empezó a mis 8 años... eso es algo muy difícil de escribir para mí. Quería dejar claro a las lectoras y lectores que no saben todo lo que pasó en mi infancia, como una manera también de guardar una parte de mi vida privada y de mi intimidad; que las personas que lean el libro no sientan que tienen todo el poder. Necesitaba guardarme para mí algunos sucesos porque lo que escribí no es un diario íntimo, es una autoficción.

-En un momento en Perras reconocés que denunciar a tus padres les costó, a vos y a tu hermana, siete hermanos y hermanas. ¿La escritura es un arma, pero también es una especie de instrumento de justicia?

-Me gusta mucho la palabra justicia. Hay distintas maneras de lograr justicia. Se puede lograr en un tribunal, pero también de formas más personales. Escribir es una manera de lograr justicia. Tiene que ver con que los lectores puedan entender lo que significó crecer en un hogar tan violento. Entonces lograr justicia a través de la escritura es conseguir una representación correcta y justa de lo que pasó. Una representación justa de lo que pasó no necesariamente es una representación que tenga que ver con el valor de la verdad. No me interesa tanto la verdad como el valor que tiene, por ejemplo, un tribunal de justicia, donde uno dice: “voy a decir la verdad y nada más que la verdad”. Escribir es una manera más libre de llegar también a la justicia.

La rabia es como un martillo que golpea cada vez más fuerte. Lafontaine logra que su autoficción sea insoportablemente bella. “Ante la imposibilidad de matar al padre, me amputé su nombre. Guillotiné a secas ese trozo de él que me pisaba los talones adondequiera que fuera. Esperé el papel que oficializaba mi cambio de apellido como una paciente cancerosa espera su primer tratamiento de quimioterapia. Con la misma esperanza de sanación. El mismo desamparo”, se lee en un fragmento de Perra. La escritora canadiense confirma que 2017 fue un año crucial porque logró el cambio legal de su apellido, empezó a escribir Chienne (el título original de Perra, que se publicó en Canadá en 2019), y le inició un juicio civil a su padre, que se extendió durante siete años. Una semana antes de su viaje a Buenos Aires tuvo una sentencia favorable, que consiste en una reparación monetaria. No fue a una instancia penal por el temor que tenía de que pudieran encarcelar a su madre. “Sentía demasiada culpa”, confiesa.

El lenguaje de la violencia

-¿Te dio alivio haber tenido una sentencia favorable?

-Sí, muchísimo alivio. Una de las cosas más difíciles que tiene que ver con la violencia infantil es no saber qué es lo normal y qué no. No poder hablar de eso. La violencia se convierte en un lenguaje nuevo. Hasta el día de hoy soy esa niña que se pregunta: ¿Esto es violencia? ¿Lo que pasó estuvo bien? ¿Estuvo mal? ¿Esto se hace? ¿No se hace? Entonces que una persona con mucho poder, un juez, diga “esto no se puede hacer”, “lo que hicieron tus padres no se hace”, “eso está mal”... esperé toda mi vida que alguien dijera eso.

-¿Algunas frases que escribiste en Perra, como por ejemplo “lamento haber escrito que deseo matar a mi padre, si llegara a ser asesinado con motivo de un robo fallido, otros hombres vendrían a golpear a mi puerta”, fueron usadas para cuestionarte durante el juicio?

-Los abogados de la defensa usaron el libro y también entrevistas que me hicieron en distintos medios de comunicación de Canadá. El argumento que trataron de imponer es que soy una mentirosa, que mi palabra no vale. Pero no funcionó porque no persuadió al juez, que entendió perfectamente que el libro constituye una obra en donde interviene la ficción, la imaginación y no solamente la verdad, y que lo que escribí en el libro no va en detrimento del valor de mi palabra como víctima. El juez entendió que el libro está inspirado en mi infancia y que no es un retrato fiel y perfecto de esa infancia.

-Cuando la víctima es una mujer, ¿por qué se dice que una niña miente, que una adolescente miente, que una joven miente, que una mujer adulta miente la violencia que sufrió o sufre?

-Si les creemos a todas las mujeres que denuncian que fueron violentadas, entonces se impone cambiar la sociedad. Y si no les creemos, nos quedamos como estamos. Si les creemos a las mujeres, si asumimos que lo que denuncian y lo que cuentan que les pasó es verdadero, hay que actuar y hacer algo. Los hombres no quieren cambiar el sistema, por eso se apoyan mutuamente; para ellos es estratégico decir que todas las mujeres mienten.

Un lugar para la rabia

-En uno de los textos de Armas para la rabia hablás de la práctica de boxeo y el entrenamiento que hacés. ¿En qué sentido escribir y boxear se parecen?

-Escribir y boxear son prácticas muy similares; hay una cuestión en la repetición y después en el hecho de poder tomar el enojo y hacer algo con eso, ponerlo en un lugar concreto, en un espacio delimitado, como si se lo pusiera en una caja. Entonces ese enojo no me devora, no me come cruda, y yo puedo ser normal, puedo tener una vida y un lugar donde poner toda esa rabia.

-Después de la sentencia favorable, ¿seguís estando, como afirmás en Perra, en “el bando de las lisiadas”?

-Yo me sigo considerando parte del bando de las lisiadas porque mi forma de entender el mundo siempre va a estar marcada por esa violencia que viví en la infancia; crecí en la violencia, la entiendo bien y sé sobrevivir. Aún hoy vivo siempre sabiendo quién está alrededor de mí, dónde está la puerta de salida, nunca estoy de espalda a la puerta, siempre estoy cuidándome en un estado de hipervigilancia. Siempre voy a vivir así, pero la diferencia es que hoy puedo hablar y escribir sobre la violencia.

Una infancia sin amor

-¿Te da miedo que esa violencia que padeciste en la infancia se pueda reiterar en tus relaciones de pareja?

-Sí, me da miedo porque no tengo algo para medir qué es lo normal y qué no en una relación de pareja. Ese instrumento que dice “esto está bien” y “esto no va” está roto. En el próximo libro que estoy escribiendo hablo de la violencia de pareja. No me gustan esas explicaciones que dicen que porque conocés la violencia la reproducís automáticamente. Yo siento que lo que estoy haciendo es tratar de reparar lo que pasó en mi infancia. Pero eso no se puede hacer con hombres violentos, sino con hombres muy buenos. Yo siempre me preocupé de asegurarme de que los hombres no fueran violentos conmigo como mi padre, pero me olvidé de chequear que no fueran violentos como mi madre. No hay nada en mi infancia que me haya enseñado bien el amor. Nada. Ni la relación de mi madre conmigo, ni la relación de mi padre conmigo, ni la relación entre ellos. Entonces he tenido que encontrar otros modelos.

-Si no hubo amor en tu infancia, ¿qué fue lo que te permitió seguir viviendo?

- l amor entre hermanas, por eso Perra está dedicado a mi hermana menor.

-A pesar de la escritura fragmentaria, Perra es un libro difícil de leer de un tirón porque tiene escenas muy duras. Hay momentos en que hay interrumpir la lectura, salir del libro y tomar un respiro para después volver. ¿Querías generar eso en las lectoras y lectores?

-No, no era mi intención. No sabía que iba a tener ese efecto. Cuando estudiaba literatura y escribía mis textos, muchos compañeros me decían: “qué difíciles de leer que son”... Yo no entendía por qué les parecía difícil. Un periodista me dijo que después de leer Perra tuvo pesadillas. Hasta que vi una representación teatral de Perra en Suiza y escuché el texto en voz alta dicho por otra persona. Recién ahí me di cuenta de lo difícil que era escuchar lo que había escrito y me llenó de culpa. Me pareció que era demasiado y que la gente se iba a levantar para salir del teatro porque no lo podía soportar. Escuchar lo que escribí en otra voz me permitió darme cuenta de algo que tenía como normalizado. Ahora trato de no minimizar el impacto que tiene lo que escribo sobre los lectores.

 

* “Este texto bastará para matarlo. La escritura como denuncia”. Marie-Pier Lafontaine se presentará este domingo a las 17 horas en la Feria de Editores (FED) en el C Complejo Art Media (Corrientes 6271) junto a la comunicadora Paula Guardia Bourdin. La entrada es libre y gratuita.