Desde París
Los desenlaces suelen provocar nostalgia, desarraigo y sensación de vacío. Los acontecimientos deportivos transitan por esas sensaciones con frecuencia, principalmente los dos más importantes del planeta, como son los mundiales de fútbol y los Juegos Olímpicos.
La ciudad de París fue el centro de la escena por estos últimos, desde el 26 de julio pasado, con episodios que conmovieron por atravesar felicidades, tristezas, frustraciones y hasta algunas sorpresas.
El período para llegar a Los Angeles 2028 volverá a ser de cuatro años, a diferencia de los tres que pasaron desde Tokio, por la situación de pandemia que lo retrasó uno.
El cierre en la capital frances volvió a emocionar, de la misma manera que ocurrió aquella fecha con la apertura, cuando las delegaciones desfilaron a lo largo del río Sena. El Stade de France, en el barrio de Saint Denis, fue el escenario para la despedida, colmado casi (alberga 80 mil personas) en su totalidad.
La cantautora local Zaho de Sagazan fue la que inició el show desde el Jardín de las Tullerías, donde se encontraba el pebetero, y el nadador León Marchand, quien ganó cuatro medallas de oro, fue el que tomó el candelero con la llama para trasladarla al estadio y luego el encargado de apagarla, ante la aclamación del público.
La Marsellesa fue entonada por una orquesta sinfónica, luego del saludo entre el presidente francés, Emmanuel Macron, y el responsable del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach.
Los países participantes exhibieron a sus abanderados, y Argentina lo hizo con el ciclista José Torres Gil, primero en BMX, y Eugenia Bosco, que junto a Mateo Majdalani obtuvieron la plata en vela. El montaje principal en el centro del campo, con la forma de los cinco continentes, se fue rodeando con las 205 delegaciones, que contaban con nueve mil atletas y equipos técnicos.
Las maratonistas femeninas fueron premiadas en medio de la fiesta. La neerlandesa Sifan Hassan recibió la medalla de oro de parte de Bach; la etíope Tigst Assefa la de plata; y la keniana Hellen Obiri la de bronce.
El pianista francés Alain Roche interpretó el "Himno a Apolo", sentado en un piano suspendido en el aire de manera vertical, junto con el tenor lírico Benjamin Bernheim, quien elevó la ceremonia de clausura con su voz.
La música y el juego de luces estuvo presente a lo largo de la noche parisina. El reconocimiento a los voluntarios se envolvió con un gran aplauso de todo el estadio. Los 270 artistas realizaron sus performance con cinco anillos dorados que luego terminaron formando el símbolo olímpico.
El espectáculo de Phoenix, un grupo de indie rock francés formada en Versalles, a finales de la década del '90, fue otro de los puntos culminantes.
El presidente del Comité Organizador de los Juegos, el exdeportista Tony Estanguet, dio su discurso final agradeciendo por todos los esfuerzos que se hicieron para llevar adelante la competencia. Bach, más tarde, resaltó el espíritu olímpico que se dio en París, y prometió seguir evolucionando en materia deportiva.
Los Angeles -la gimnasta Simone Biles fue la que recibió la bandera con los anillos- será a partir de ahora la próxima meta. La cifra exacta es de 1460 días, para que en la capital del cine -Tom Cruise apareció desde lo alto del estadio- estadounidense se vuelva a encender el fuego olímpico.
Lo que París dejó fue sublime, no sólo por el recuerdo de los 100 años que transcurrieron desde la última vez que la tuvo como protagonista, sino por la impronta de una ciudad inigualable.