PRIMA FACIE

Suzie Miller

9 puntos

Intérprete: Julieta Zylberberg.

Dirección y adaptación: Andrea Garrote.

Asistente de dirección: Luna Pérez Lening.

Escenografía e iluminación: Santiago Badillo.

Vestuario: Betiana Temkin.

Música original: Ian Shifres.

Producción general: Valentina Berger, Sebastián Blutrach y Tomas Rottemberg.

Funciones: lunes y martes a las 20.15 en el Multiteatro Comafi (Corrientes 1283).

En el teatro, romper la cuarta pared suele ser una decisión artística. Pero en Prima Facie, ese recurso se transforma, además, en una decisión política. Con dirección de Andrea Garrote, y la actuación de Julieta Zylberberg, el unipersonal pone la lupa sobre la violencia sexual y bucea en las profundidades del sistema judicial para denunciar sin eufemismos, y de cara al público, un entramado burocrático que se revela ineficaz, impotente e incluso cómplice.

En escena, Zylberberg se pone en la piel de Romina, una joven y exitosa abogada penalista que trabaja en un estudio jurídico prestigioso defendiendo a acusados de delitos sexuales. En los juicios no hay quien le gane, y cada absolución que consigue refuerza su orgullo. Ella se convence de que es un eslabón más de la cadena, y que sólo hace su trabajo. Aunque eso -se intuye- está a punto de cambiar.

Escrita por la dramaturga australiana Suzie Miller, la pieza se estrenó en 2019 en Sidney, y la repercusión fue tan grande que en 2022 desembarcó en Londres y en 2023 llegó a Nueva York y a Madrid. En cada lugar que se exhibió, agitó aguas. Y es que el abordaje de la temática no sólo es de carácter urgente sino también universal.

La autora construyó la dramaturgia basada en su propia experiencia como abogada vinculada a víctimas de agresiones sexuales. Aquellos testimonios fueron la fuente más palpable y esclarecedora para la escritura de un texto sólido que se propone ir al hueso de la cuestión con un lenguaje simple y llano, pero contundente, que interpela cada sentido. La intención, por cierto lograda, es que nadie quede ajeno, ni sea un mero espectador de algo que lo excede. El mensaje es, más bien, el opuesto: los destinatarios del relato son parte responsable de lo que se cuenta, y no hay escapatoria posible.

Estructurado en dos partes, el monólogo gira, en primera instancia, en torno a las vivencias de la protagonista, su forma de entender la justicia y su mérito como profesional en ascenso. Pero en la segunda parte, la perspectiva ya no es individual sino, irremediablemente, colectiva, confirmando una vez más que lo personal es político. En este aspecto, el título mismo dialoga con esa dualidad. Porque en el plano del derecho, la locución latina “prima facie” se refiere a la apariencia inicial de una cierta situación. Un principio que se establece “a primera vista” y que, posteriormente, puede ser refutado. Y eso es lo que, precisamente, le sucede a Romina cuando la propia experiencia cambia sus creencias.

En este punto, la puesta alcanza su objetivo principal: incomodar, sacar de la pasividad, e invitar a la reflexión acerca de un sistema de justicia que es parte indisociable de una cultura sexista que pone el foco en la víctima y no en el victimario. Y desde allí, redobla la apuesta de lo que ya se había visto en Jauría (en 2021, también en la cartelera comercial), obra del dramaturgo catalán Jordi Casanovas que llevó a escena lo que fue el juicio a “La Manada”, el caso que conmovió a España y al mundo, y que marcó un hito jurídico en el tratamiento de la violencia sexual.

Con una escenografía mínima, la obra se sostiene en la interpretación. Guiada por la mirada sensible de Andrea Garrote, Julieta Zylberberg le pone cuerpo y voz a un viaje frenético en el cual demuestra toda su versatilidad actoral. No es la primera vez que se la ve sola en escena. Ya había asumido ese desafío en La fiebre, dirigida por Mariana Chaud. Allí, su personaje experimentaba un vacío emocional que la llevaba a la locura. Y en esta ocasión, de alguna manera, vuelve a explorar límites similares donde se ponen en jaque la integridad y la identidad.

Prima Facie es perturbadora. Porque no hay en ella una catarsis liberadora, como sí ocurre con otros trabajos en los que se aborda la violencia de género. No es este el tipo de obra feminista que ofrece una redención esperable para el progresismo biempensante. No hay aquí corrección política ni atajos. Por el contrario, en el devenir de los acontecimientos, todo se enturbia, al punto de llegar a un callejón sin salida.

Una de cada tres mujeres es víctima de un delito de agresión sexual, y la Justicia, en la gran mayoría de los casos, no repara, sino que revictimiza. Si hay una sentencia clara, es esa. Y en estos tiempos en los cuales, frente a la violencia machista, se configuran hipocresías de un lado, y un negacionismo cruel del otro, Prima Facie resuena con una fuerza arrasadora y necesaria.