Cuando terminó de escribir su libro sobre la vida de Máxima Zorreguieta, que publicó en 2009, la periodista Soledad Ferrari quiso ir a fondo en la investigación sobre las familias patricias y redirigió la mirada hacia una de las más poderosas y polémicas de la Argentina, la de los Blaquier. Interesada primero en entender “quiénes eran los dueños del país”, pronto se dio cuenta de que había una subtrama que nadie había narrado y que era el centro neurálgico del clan: la historia de sus mujeres. Así nació Las Blaquier (Sudamericana), publicado originalmente en 2012 pero con una tercera edición actualizada que acaba de lanzarse para concluir la que denomina “la investigación definitiva sobre las mujeres más rebeldes de la aristocracia argentina”.
Con la centralidad puesta en la ramas Blaquier-Nelson y Blaquier-Arrieta (“la más oscura”, la de los dueños del Ingenio Ledesma), la autora recorre en los capítulos del libro las historias no contadas de quienes llama “víctimas y victimarias”, testigos voluntarias de los episodios más luminosos y también los más trágicos del gran apellido de la aristocracia local. “Fueron felices, fracasaron, sufrieron hasta querer morirse y volvieron a ponerse de pie. El amor y la codicia las llevaron a lugares oscuros”, describe en las páginas de una investigación que siempre da por terminada y tiene que volver a retomar.
En esta tercera edición, Ferrari incluye la trama recientemente develada de la Escuela de Yoga de Buenos Aires, organización tipo secta acusada de trata de personas, entre otros delitos, y de la que Carlos Pedro Blaquier era “uno de los clientes más importantes”, según investigó. Como intenta revelar en las páginas del libro, Blaquier “habría invertido, donado dinero y pagado por estar con varias mujeres”, muchas de las cuales ingresaron a la secta “en estado de vulnerabilidad a muy temprana edad”.
“Mi conclusión al investigar a la clase alta es que se manejan con total impunidad. Cuando saltó en los medios lo de la Escuela de Yoga, a Blaquier apenas se lo mencionó. Y después los amigos de él me dijeron que ni a sus hijos ni a las mujeres de la familia les importó”, dice a Página/12 la periodista, que cuenta que quiso entender qué rol tienen ellas, que toleraron “traiciones y vejaciones con increíble estoicismo”.
–En el libro afirmás que las Blaquier “se animaron a transgredir algunos límites atípicos para las mujeres de su clase”. ¿Pero desafiaron al status quo o en qué sentido se expresa esa rebeldía?
–No, eso nunca. Su status lo mantienen y que nadie se los toque. Nunca vas a ver a una Blaquier casada con un Pérez. A Nelly Arrieta, la esposa de Carlos Pedro, cuando los hijos le traían una novia con apellido de inmigrante le parecía un horror. Lo de rebeldes es porque son las más incorrectas dentro de los códigos que se manejan en la clase alta. Malena Nelson, esposa de Silvestre Blaquier, cuando quedó viuda estuvo con muchos hombres, incluyendo a un amigo de su hijo y al duque Felipe de Edimburgo, el marido de la reina Isabel II. Dolores Blaquier estuvo presa en Ezeiza acusada por drogas, Teresa Blaquier se quedó con el marido de la hermana. Son mujeres de mucha noche.
–Parecieran ser todas muy diferentes entre sí. ¿Qué hay en común entre ellas?
–Si, son muy diferentes, sobre todo entre las distintas ramas del apellido. Pero en el fondo lo que tienen en común es que todas sienten que pertenecen a otro mundo. Son la clase alta argentina pero se sienten nobles. Cuentan que cuando Nelly tenía invitados a comer, nadie podía empezar a comer hasta que ella lo hiciera. Se sentía una reina y en general se creen seres superiores. No les importa mucho la mirada ajena, ellas están más allá. Lo que quieren es seguir siendo las más glamurosas de la clase alta. Pagaron las consecuencias, pero siempre hicieron lo que quisieron.
–En el libro le das mucho lugar a la sexualidad en la vida de estas mujeres. ¿Qué lugar ocupa?
–Una de las primeras entrevistadas que tuve fue Concepción, la hija de Dolores, cuando era mucho más joven que ahora, de veintipico. Ella misma me dijo que no les importaba nada, que vivían su sexualidad muy libremente. Pero yo creo que eso es hasta por ahí, porque todas sueñan con casarse de blanco. Esa es en realidad la foto perfecta a la que todas quisieran llegar.
–¿Creés que es una familia patriarcal o más matriarcal?
–Para mí es re patriarcal. Nelly le entregó el poder del Ingenio Ledesma a Carlos Pedro. Nunca se quiso divorciar y siempre siguió usando el apellido. Todas se han bancado mil cosas con tal de tener un hombre al lado.
–Denunciaste censura después de la publicación de este libro. ¿Por parte de quién o quiénes?
–Principalmente de muchos medios que antes me publicaron mis otros libros y ahora nada, por una cuestión política y comercial. Y después me hackearon y me pasaron otras cosas, todo en diez días. Cosas muy llamativas realmente.
–Al final del libro te encargás de detallar una por una todas las fuentes documentales que usaste para la investigación. ¿Para cuidarte de algo?
–Primero porque creo que para que el trabajo sea serio, siempre es bueno explicitar eso. Después, para no tener ningún problema. De hecho en mis tres libros de investigación nunca recibí ninguna demanda porque tengo todo documentado. Particularmente para la actualización de esta edición tuve la fortuna de que me pasaran todo el expediente, así que pude poner todo con mucho detalle.
–Carlos Blaquier murió impune, sin ser juzgado por crímenes de lesa humanidad. ¿Creés que la investigación periodística puede ser algo así como una reparación?
–Creo que sí. Que la gente sepa que fue un ser siniestro. Fundamentalmente por los episodios de La Noche del Apagón, pero también por las condiciones de trabajo de los empleados que trabajan con la familia y con la empresa. Y ahora también por todo lo que pasó con la Escuela de Yoga de Buenos Aires, que es una causa que aún está en etapa de instrucción pero que tiene todavía libres a todos los que hicieron muchísimo daño.