Cada tanto, y como le pasa a todos los pueblos del mundo y ahora a la Argentina, la amenaza fascista ensombrece el presente. Cada presente. Y no hay sociedad eximida de semejante anomalía cívica.

Es que el fascismo es la gran tara de todas las formaciones sociales, en las que más tarde o más temprano afloran conflictos de intereses y sobre todo de prejuicios, más o menos graves y profundos. Y casi los fascistas tienen la repugnante manía de descreer que la sangre es igual de roja para toda la Humanidad y que la convivencia democrática es el mejor destino para todos los pueblos del planeta.