“La política educativa del gobierno está muy vinculada con la idea de desarmar el Estado nacional, idea que comenzó con la Ley de Educación del menemismo, cuando por primera vez en la historia argentina un gobierno deshace el sistema educativo nacional. La política de Menem fue el comienzo de un proceso de desestructuación, que se profundiza durante el gobierno de Macri y que va decididamente hacia una idea profundamente neoliberal. Ya con Milei llegamos a un neoliberalismo que se anota, como en otros lugares del mundo, en un fenómeno de época que va contra el sistema de educación pública”, advierte Adriana Puiggrós, doctora en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), profesora emérita de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y profesora de la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe).

Doctora Honoris Causa de las universidades de La Plata, Tucumán, Cuyo, Río Cuarto y Pilar e investigadora principal del Conicet, es autora de más de 25 libros --y más de 50 en colaboración, traducidos y publicados en varios idiomas--, entre ellos, Imperialismo y educación en América Latina (Colihue); La educación popular en América Latina. Orígenes, polémicas y perspectivas (Colihue); Adiós, Sarmiento. Educación pública, Iglesia y mercado (Colihue); La Escuela, plataforma de la patria (Clacso/UNIPE); Por una defensa de la educación pública (Siglo XXI); y De Simón Rodríguez a Paulo Freire (Siglo XXI).

En el ámbito público fue viceministra de Educación de la Nación, ministra de Educación de la provincia de Buenos Aires, convencional constituyente y, como diputada nacional, presidenta de las comisiones de Educación y de Ciencia y Técnica. Promovió la sanción de la Ley 13552/06, de paritarias docentes, y la creación de la primera Universidad Pedagógica del país (Ley N.º 13.511/06), entre otras medidas.

Referente indiscutida en materia pedagógica y educativa, Puiggrós recibió a lo largo de su trayectoria múltiples premios y reconocimientos por sus aportes como especialista en historia de la educación argentina y latinoamericana, así como por su defensa de la educación pública y el derecho a la educación.

--¿Qué reflexión le merece la posición del gobierno respecto de la educación pública?

--Me preocupa mucho. La política educativa del gobierno está muy vinculada con la idea de desarmar el Estado nacional, idea que comenzó con la Ley de Educación del menemismo, cuando por primera vez en la historia argentina un gobierno deshace el sistema educativo nacional. La política de Menem fue el comienzo de un proceso de desestructuación, que se profundiza durante el gobierno de Macri y que va decididamente hacia una idea profundamente neoliberal. Ya con Milei llegamos a un neoliberalismo que se anota, como en otros lugares del mundo, en un fenómeno de época que va contra el sistema de educación pública. En algunos estados de Estados Unidos -como Florida, Ohio, Texas, la tendencia a que los chicos, los jóvenes, estudien en sus casas, en lugar de asistir a instituciones educativas, es muy fuerte. Es una idea muy individualista, estrechamente vinculada con los intereses de las empresas productoras de programas educativos. La de no ir a la escuela de forma presencial es una idea contra la socialización, diría más, es la idea de no hacer sociedad.

--¿Observa esto como un fenómeno global?

--Es un fenómeno global, sí. Los objetivos son varios, pero hay uno que es central: la idea de desarmar lo colectivo, desarmar lo que es comunidad. Comunidad es un aula escolar; ahí hay comunidad y se produce sociedad. Este propósito está en relación con intereses de las grandes empresas. Hoy no podemos hablar de educación en nuestro país sin nombrar a la Fundación Varkey, que desembarcó durante el gobierno de Macri. En este momento, en el marco del Plan Nacional de Alfabetización, la provincia de Corrientes acordó con Arcor y con Perez Companc, que son los que van a hacer la Campaña de Alfabetización. No se trata simplemente de que la vayan a financiar: las fundaciones vienen con pedagogos, reúnen neurólogos, tienen ideas de para dónde ir y ese para dónde ir tiene mucha relación con hacia dónde están llevando la tecnología, una dirección que se apoya en una extrema individualización que deshace la sociedad. En la Argentina, esto lo vemos con Argentinos por la Educación, Natura, Ticmas y otras fundaciones que están llevando adelante el Plan de Alfabetización en varias provincias.

--¿Qué efectos tiene esto último en el uso de la tecnología en el entorno educativo?

--El tema es que se pone la tecnología por encima del diálogo humano. La tecnología educativa actual es un recurso que hay que usar; los chicos tienen que aprender a manejarla, pero es un recurso de la época, que, como en la historia, va a ser superado por otros. Hace un año no nos planteábamos la inteligencia artificial como problema pedagógico; hoy sí. Los pedagogos tienen que brindar respuestas. Obviamente el otro tema es político, que es el avance del neoliberalismo y sobre todo de formas como el anarconeoliberalismo que nos toca sufrir. El asunto es la combinación de tecnología y neoliberalismo. En una sociedad más comunitaria y solidaria, en donde hubiera más derechos y un concepto más humanístico, la tecnología tendría otro camino.

--¿Cómo sería ese camino?

--La tecnología se incorporaría para producir mayor agrupamiento y trabajo en equipo. Una de las pruebas de que el gobierno de Milei quiere hacer lo contrario es lo que ocurre con el Conicet. Están deshaciendo uno de los espacios en donde se produce el conocimiento y en donde se había hecho una mayor inversión en materia de producción científica. Ese es otro signo en el sentido de la relación entre tecnología y política, que no necesariamente tenía que ser así y que no necesariamente tiene que ser así en el futuro. La otra cuestión es el tema del medio ambiente, que cruza totalmente la educación y que no se puede dejar de lado. Se enseña de una manera limitada sin explicar cómo la problemática ambiental y la destrucción del medio ambiente son productos del capitalismo.

--¿Cuándo y qué llevó a que se tomara un camino y no otro?

--Hay una tendencia mundial a la desinstitucionalización, pero que no necesariamente se da en todos los países. No se les ocurre a los países europeos, tampoco a China, donde se ha avanzado de una manera impresionante en la institucionalización de la educación. En Estados Unidos, por ejemplo, Trump quiere deshacer el sistema de educación pública porque considera que es una inversión que no vale la pena. Pero no en todo el mundo se dejó de invertir. Cuando las instituciones educativas funcionan mal, cuando hay problemas por el espacio, cuando los docentes están mal formados, cuando los fondos que son para una cosa se invierten para otra, la razón es la falta de inversión. Es el cuento de la frazada media corta, donde no hay más remedio que no pagarles o de tener docentes e investigadores contratados cada tres meses, con contratos precarios, con fondos que se invierten para poder sostener cosas elementales de la institución. Entonces que no me hablen de Finlandia, que hablen de lo que ha bajado la inversión en educación en la Argentina. Ese problema siempre está en nuestro país. Con la pandemia y el costo de vida actual de por medio, hay un pasaje fuerte de escuelas privadas a escuelas públicas, lo cual hace más complejo el estado de las escuelas públicas. En las universidades está pasando otra cosa, parecida en realidad, que tiene que ver con el hecho de que muchísimos alumnos que tenían una cursada presencial, ahora no pueden pagar el boleto o los elementos que necesitan para estudiar. Aumentó mucho la cantidad de alumnos que estudia por vía digital, lo que plantea problemas. No es que eso esté mal, lo que tiene que haber es una aceleración de la pedagogía para ir en ese sentido.

--Se escucha con frecuencia que “la educación no es lo que era”. ¿Es así realmente o hay aspectos que no se aprecian o reconocen?

--Recuerdo mi escuela primaria, una escuela pública del barrio de Palermo, una buena escuela. Fui a una secundaria pública también. La directora de mi primaria se había formado en la escuela activa, entonces tenía todas las ideas más avanzadas de John Dewey, de Montessori, lo que ahora se conocería mucho más por las hermanas Cossettini. Ella introdujo mucho de esas ideas. Pero la mayoría de las maestras de una rigidez... Y la secundaria ni hablar. ¿Qué es mejor? Recuerdo todavía cómo me molestaba el cuello blanco, duro, que había que ponerse debajo del guardapolvo, con las medias que no podían ser de nylon, tenían que ser de muselina, y que cada vez que entraba un adulto había que pararse y decir “buenas tardes, señor director”, “buenas tardes, señor fulano”. ¿Esa escuela era mejor que la de ahora? Sobre el tema del alfabetización, no es cierto que hace 50 años los chicos en tercer grado supieran leer y escribir. No es cierto. El mayor porcentaje de abandono escolar estaba entre tercer y cuarto grado. ¿Por qué? Porque no habían hecho propio todavía, no habían adquirido, la lectura y la escritura. ¿O qué era mejor, el manual típico, o la literatura con la que, por ejemplo, está trabajando la provincia de Buenos Aires? ¿Qué atrae más a los chicos, aquellos manuales o la literatura infantil que se da hoy? Me parece que no se puede medir de esta manera como lo están haciendo.

--¿A qué se refiere, puntualmente?

--Las formas de evaluación que se han instalado, como el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) y otros semejantes, son evaluaciones estrictamente cuantitativistas sobre la base de intereses ajenos a nosotros, de editoriales y de grandes organismos internacionales manejados por empresas. El PISA, que además pagamos para que lo apliquen, es una evaluación promovida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que a su vez le paga a la empresa Pearson, la editorial inglesa productora de material educativo. Nos evalúan de afuera si adquirimos ese conocimiento, y a lo mejor adquirimos otro, ¿no? Además, no se evalúa un proceso que tiene determinadas metas y que permite ir viendo cuánto ese chico aprendió de matemáticas o de qué manera maneja la lengua... No, es una fotografía en una situación estresante que no tiene para nada en cuenta procesos mucho más complejos, porque no se aprende solo en la escuela.

--¿De qué manera modificó la tecnología la comunicación y el lenguaje?

--La lengua hay que cuidarla; es una forma de comunicarnos. El lenguaje nos vincula, nos une, y hay que cuidarlo, de lo contrario nos vamos a comunicar cada vez menos. El descuido del lenguaje tiene vinculación con este proceso de individualización. Concebir la cultura desde un aspecto cuantitativista es, en realidad, pensar en una cultura controlada por la mentalidad financiera, en donde el arte, el tiempo libre, la diversión, no tienen importancia y en todo caso son gastos del Estado. El avance de las empresas sobre el tiempo libre, vinculado con la reducción de la cultura a la mentalidad financiera, muchas veces da por resultado jóvenes ludópatas. Eso también resulta de esta cultura neoliberal.

--Los ataques y las críticas a la educación pública incluyen un señalamiento hacia lo que el gobierno considera un adoctrinamiento. En este contexto, ¿cómo enseñar sin condicionamientos?

--Muchos docentes tienen miedo y muchos otros van para adelante. “Adoctrinamiento” es una palabra usada con un mal sentido político. Es una operación de negación, además. Una operación política de negación de lo que piensa el otro; una operación de negación del otro como parte del proceso educativo. Eso puede pasar en un grupo político, dentro de la escuela, donde sea. Cuando el Presidente va a una escuela privada religiosa y dice cosas de índole político está adoctrinando...

--¿Cuál es el debate entre docentes en este momento?

--Recientemente se hizo en la Argentina el 10º Congreso Mundial de la Internacional de la Educación. En general las conclusiones se asemejan bastante. La mayor preocupación de los docentes es la desescolarización, que es parte de la destrucción del Estado. En paralelo, es la destrucción de sus propios puestos de trabajo, pero también es un ataque profesional muy serio. En el caso de nuestro país, ahora no se reconoce la paritaria nacional, no reciben el incentivo salarial docente, con lo cual la situación del docente es cada vez peor. En general son poquísimos los docentes secundarios y universitarios que tienen un cargo, suelen tener tres o cuatro, lo que les impide conocer bien a los alumnos, hacer equipo, hacer sociedad. Esta situación genera en el docente muchos problemas, de orden físico, laboral, psicológico. Pasa un gobierno, pasa otro gobierno, y nunca se termina de resolver. Me parece que una de las medidas positivas que tomó el gobierno de la provincia de Buenos Aires va hacia ahí, porque lo que se propone es titularizar los cargos directivos.

--En esa línea, ¿cuál es su opinión acerca de las modificaciones en el sistema de evaluación y la eliminación de la repitencia?

--El objetivo es que el alumno no se vaya. Es lo central. A la gente le asusta la no repetición: “ah, no van a repetir. Van a pasar de cualquier manera”. El respeto por los procesos de los chicos no es ir a un plan de absoluta individualización, sino que un docente no tenga 60 alumnos, que tenga 30 y los conozca, que tenga una pareja pedagógica u otro docente que lo pueda acompañar, que existan evaluaciones cualitativas y una mayor cantidad de periodos para rendir exámenes, con grupos opcionales de tutoría de las materias o el aspecto de las materias que deben reforzar. Lo elemental es que si un alumno cursó 11 materias y se llevó tres, ¿por qué va a repetir las que ya aprendió y aprobó? Eso es un castigo, no una medida pedagógica. Es un castigo que retrasa. Si en lugar de eso, en cambio, va a estar parcialmente con el grupo de chicos que tuvo dificultades en matemática, por ejemplo, pero el resto del tiempo va a seguir estando con su grupo de pertenencia, entonces ya estamos hablando de una escuela completamente distinta.

--¿Cómo pensar la educación a futuro?

--Tiene que haber un Estado responsable de la educación, como indica nuestra Constitución y nuestras leyes. El gobierno tiene que habilitar lugares para practicar deportes, para el tiempo libre, la recreación, espacios que motiven el trabajo en grupo, la colaboración. Ojalá los chicos sepan que el futuro solo se alcanzará con soluciones colectivas. ¡De tantas maneras se les está diciendo “vos solo la va a hacer mejor”, golpeándolos con el emprendedurismo, con el engaño de la superioridad del esfuerzo individual! En cambio, hay que educar para salvar y amar el medio ambiente, educar para la paz. Por otra parte es necesario que los chicos aprendan la historia familiar, comunitaria, nacional, latinoamericana y mundial. Si desconocen el pasado, no podrán imaginar ni construir futuros y quedarán atrapados en un presente absoluto, sin destino. También la enseñanza/aprendizaje de la ciencia y la tecnología requieren de su ubicación en la historia, de una nueva mirada humanística. Hoy, en 2024, la paz, el medio ambiente, el pensamiento humanístico, la comunidad y el hacer sociedad, deben ser los ejes de todos los niveles y modalidades de la educación.