Conseguir que perduren los grandes legados de los Juegos Olímpicos de París es el reto que se plantea el presidente francés, Emmanuel Macron, más allá de los elogios que lanzó a los demás y a él mismo por "el éxito de la organización".

Macron se esforzó este lunes en cubrir de agradecimientos a las decenas de miles de personas que, desde su trabajo o como voluntarias, estuvieron implicadas en unos Juegos que no dudó en calificar de "un éxito de organización, de seguridad, un éxito deportivo y popular".

"Los Juegos demostraron el verdadero rostro de Francia", aseguró el mandatario francés en un discurso en los jardines de Champs-Élysées, en el que insistió en que esa dinámica "debe continuar" y en el que se colgó también medallas de ese éxito, pese a varios incidentes que opacaron el comienzo de la actividad, aunque con el correr de los días los problemas se fueron solucionando.

"Durante años y años mucha gente nos dijo que no era posible", recordó Macron antes de insistir en que detrás del "éxito" que vio todo el mundo hubo años de trabajo, de preparación. Sobre todo, el presidente subrayó que aunque la Ceremonia de Clausura tuvo lugar el domingo por la noche, "habrá una herencia" para los próximos organizadores de Juegos Olímpicos -que tendrán que tener en cuenta que en París fueron "sostenibles" y con "paridad de género"-, pero sobre todo para Francia.

Un legado especial que puede ampliarse

A partir de la Asamblea de Buenos Aires 2013, el objetivo del Comité Olímpico Internacional (COI) es que cada una de las ciudades sede y, sobre todo, los Juegos dejen un importante legado que recuerde el evento.

En el caso de París, el más simbólico es la recuperación del río Sena y su afluente, el Marne, para el baño, que debe ser posible con carácter general el año próximo tras una inversión de unos 1.400 millones de euros a cargo de varias administraciones en distintas infraestructuras de saneamiento y descontaminación.

Por el momento, las pruebas disputadas en los Juegos de París dejaron dudas entre los nadadores durante el triatlón y las competencias en aguas abiertas, en particular porque los entrenamientos tuvieron que ser anulados varias veces porque el agua no estaba en condiciones. Incluso, hubo deportistas que denunciaron diferentes malestares después de competir en las aguas del río.

Pero la limpieza del Sena solo es una parte del objetivo de sostenibilidad que caracterizó a estos Juegos, con un 95 % de recintos ya existentes o de carácter efímero y un importante trabajo de creación de zonas verdes e instalaciones.

Los únicos escenarios deportivos que se construyeron de forma expresa para los Juegos son la Arena de la Porte de la Chapelle, donde se disputaron por ejemplo las competiciones de gimnasia rítmica, y el flamante Centro Acuático levantado junto al Stade de France, en en el suburbio de Saint Denis.

La Villa Olímpica, entre Saint Denis y Saint Ouen, se transformará en un barrio residencial de 2.800 viviendas, muchas de ellas sociales, y está llena de detalles ecológicos, aunque allí también hubo fuertes críticas de los deportistas, que se quejaron de que el sistema de refrigeración era insuficiente y que era imposible dormir por el calor durante las noches.

Los Juegos consiguieron también una vieja aspiración de parisinos y turistas: el acceso en subte al aeropuerto de Orly con la extensión de la línea 14, la primera que desde su inauguración en 1998 es automática. Además, las extensiones de varias líneas del metro y los trenes de cercanías RER van a mejorar la vida cotidiana de los habitantes de la región de París.

El legado puede ampliarse aún si se cumple el deseo de la alcaldesa, Anne Hidalgo, para que el pebetero instalado en las Tullerías, y que tanto éxito de público ha tenido, se quede de forma permanente para convertirse en otro de los múltiples atractivos de París.

Los Juegos Olímpicos sirvieron también de excusa para tapar una realidad menos reluciente, que son los miles de migrantes sin papeles que malviven en París y en su área metropolitana, y cuyas tiendas de campaña se pueden ver por cientos debajo de los puentes, sobre todo de la periferia, por ejemplo en el canal de Saint Denis que pasa junto al Stade de France.

En una clara operación de imagen, 5.630 de ellos fueron enviados en las semanas anteriores a centros de acogida en otras regiones de Francia, pero la ONG Médicos del Mundo se quejó de que no pusieron los medios necesarios para reubicarlos. La consecuencia es que muchos de ellos terminaron en la calle y la ONG prevé que estarán de nuevo en unos días en París, que muy pronto volverá a su ritmo habitual, a la espera de que los Juegos le sigan sirviendo en la vida cotidiana.