La incursión ucraniana en la región rusa de Kursk ha resultado ser una ofensiva en toda regla que abre un nuevo frente donde el Kremlin menos se lo esperaba. El ataque ha mostrado la fragilidad de la defensa de la frontera de Rusia con Ucrania y ha revelado graves fallos en el sistema de control y mando del ejército ruso.

Sin mucha información sobre los combates, que se alargan desde hace una semana, los próximos días dirán si se trata de una maniobra magistral destinada a cambiar el curso de la guerra o es solo una huida hacia delante de Kiev para evitar in extremis la debacle en el resto del frente bélico, donde las cosas no son tan favorables.

La evacuación de más de 120.000 habitantes de Kursk y la vecina Bélgorod, otra región fronteriza rusa, refuerza la gravedad de la situación. También el hecho de que el ataque lanzado el martes pasado no haya sido aún atajado por las fuerzas rusas, que en un principio no vieron la magnitud de la ofensiva al considerar esa zona fronteriza como una "línea de frente inactiva".

Moscú confundió la incursión masiva con otras razias protagonizadas por puñados de efectivos, muchos de ellos paramilitares rebeldes rusos, que entraban y se retiraban inmediatamente. Esta obtusa evaluación y la incapacidad del Kremlin para ver el peligro que se cernía sobre la frontera permitió a los ucranianos lanzar su ataque relámpago y abrir una brecha de notables dimensiones.

Ahora Moscú intenta taponarla en una carrera contrarreloj, aunque eso implique utilizar recursos bélicos y humanos imprescindibles en otros escenarios de la guerra, movilizar regimientos de reclutas sin preparación y reorganizar sus fuerzas, que fracasaron en la primera respuesta que se dio a la ofensiva.

Desorganización rusa

En un principio la contraofensiva rusa movilizó a batallones del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antigua KGB), encargado de la protección de fronteras en la Federación Rusa, y del regimiento Ajmat de paramilitares chechenes. Pero lo que se les venía encima eran algunas de las unidades con más experiencia del ejército regular ucraniano.

Según indicó este lunes el gobernador en funciones de Kursk, Alexéi Smirnov, en una reunión telemática con el presidente Vladímir Putin, "la situación es compleja", un término que suele esconder en ruso unas perspectivas bastante negras.

A día de hoy (lunes) hay 28 localidades bajo el control del enemigo, la profundidad de penetración en el territorio de la región de Kursk es de 12 kilómetros y el ancho es de 40 kilómetros", explicó Smirnov.

Parar la iniciativa rusa en el Donbás y poder negociar

En una reunión del Kremlin celebrada este lunes para evaluar la situación, Putin afirmó que la intención de Ucrania con esta ofensiva es "parar la ofensiva rusa para la plena liberación de los territorios de las repúblicas populares de Lugansk, Donetsk, del territorio de Novorossia (Nueva Rusia)".

Putin se refería a la zona del Donbás, en el este de Ucrania, compuesta por las regiones de Lugansk y Donetsk. En este último territorio es donde se están produciendo los combates más duros desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022.

Con este ataque a su propio territorio, Rusia puede verse obligada a modificar toda su estrategia bélica

Según Putin, otro objetivo de esta ofensiva es mejorar la posición de Ucrania a la hora de negociar la paz. El presidente ruso descartó que Moscú vaya a cambiar su posición.

Fuentes oficiales ucranianas citadas por la agencia AFP y The Moscow Times, diario opositor en Rusia, reconocieron que esta operación tiene como objetivos "estirar" la línea del frente y ayudar a desestabilizar al enemigo, subrayando que no puede proteger sus propias fronteras.

¿Una jugada maestra o un arriesgado farol?

Ahora queda por ver si el ataque masivo, con miles de hombres y no los centenares que los rusos reconocieron en un principio, puede prosperar y mantener las conquistas logradas. El riesgo es que el envío de tropas ucranianas a Kursk y los territorios fronterizos de Ucrania de esa región rusa desguarnezca otras zonas de la línea del frente donde la presión del ejército ruso es muy intensa, como en el Donbás, y, en lugar de derribarlas, consolide las posiciones rusas.

De momento, el éxito "político" ha sido contundente y la "invasión" ucraniana de Rusia (en realidad, una operación militar limitada) ha significado un soplo de aire fresco y una inyección de optimismo para el ejército ucraniano cuando más lo necesitaba.

Los avances rusos en la región de Donetsk, la apertura por el ejército del Kremlin de un nuevo frente en la región de Járkov, no lejos de donde se ha producido esta ofensiva ucraniana, y los problemas para renovar a los efectivos ucranianos por falta de reclutas habían puesto contra las cuerdas a Kiev en el último año.

Batallas como las de Bakhmut y Avdivka fueron ganadas por las fuerzas de Moscú, y actualmente está en juego el destino de Pokrovsk, Slaviansk, Kupiansk y otras urbes de gran importancia estratégica en el nordeste de Ucrania.

Ahora, con el éxito conseguido en Kursk, los ucranianos saben ya cómo y dónde golpear con fuerza y desbaratar la cuidadosa hoja de ruta trazada por el Kremlin y que no contemplaba que Kiev tomara de una forma tan sorpresiva la iniciativa bélica que tenía Moscú, especialmente tras fracasar la contraofensiva ucraniana de junio de 2023.

Con este ataque a su propio territorio, Rusia puede verse obligada a modificar toda su estrategia bélica y a ampliar el frente de guerra a toda la frontera con Ucrania, no solo a la línea que separa las cuatro regiones ucranianas anexionadas con el resto de este país. Ello implicaría un coste difícil de sostener y que el conflicto se alargue indefinidamente.

Es curioso que la línea del frente en el este y sur de Ucrania, desde el Donbás a Jersón, esté mucho más fortificada que la frontera sur de Rusia ahora atacada por las tropas ucranianas. Y que Moscú estuviera dispuesto a crear un cortafuegos, también muy protegido, en las zonas aledañas a Járkov conquistadas en los últimos meses, mientras dejaba enormes vacíos de seguridad a los lados de estas zonas.

Conquistas endebles, pese a su audacia

En todo caso, tampoco Ucrania podría aguantar una guerra con una línea del frente tan amplia si prospera esta invasión de territorio ruso, sobre todo por falta de tropas y de munición para defender semejante escenario bélico o para intentar nuevas ofensivas en territorio ruso. Como ya señalan algunos analistas, Ucrania ha dado un gran salto, pero al vacío.

Además, si Ucrania no mantiene bajo su control los territorios conquistados en esta ofensiva, no podrá presionar en la eventual mesa de las negociaciones que se pueda abrir en un futuro. No funcionaría la fórmula "tierra por tierra".

Diga lo que diga Putin, no está claro que ésta sea la intención detrás de la ofensiva ucraniana. Rusia ocupa ya una quinta parte de Ucrania en las anexionadas Lugansk, Donetsk, Zaporiyia, Jersón y Crimea, y las conquistas de este ataque sobre Kursk no tendrían mucho peso en la mesa de las negociaciones, salvo que Moscú pierda algunos miles de kilómetros cuadrados más.

Un golpe de efecto para reforzar el apoyo occidental

De momento, y sin valorar los efectos futuros del ataque, lo que ya ha hecho el ejército ucraniano es asestar una bofetada a la inviolabilidad de la tierra rusa, que no había sido hollada de manera tan humillante desde la Segunda Guerra Mundial. Por eso, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, señaló que ahora Rusia puede sentir lo que significa una invasión de su territorio y que Kursk representa "el desastre de esta guerra" para Putin.

Más importante aún, Ucrania ha recobrado la iniciativa bélica también de cara al exterior. Cuando el principal aliado y proveedor de armas de Ucrania, Estados Unidos, anda planteándose su futuro apoyo a Kiev, que podría ser "cero" si Donald Trump ganara las elecciones presidenciales de noviembre, el Gobierno de Zelenski necesitaba un golpe de efecto para convencer a los estadounidenses de que la batalla ucraniana no está totalmente perdida.

También para convencer a la Casa Blanca y a la Cancillería alemana de que les permitan usar sus misiles de largo alcance contra el territorio ruso. Si una ofensiva como ésta es acompañada por ataques con misiles ATACMS estadounidenses o los Taurus alemanes (que Berlín aún duda en enviar a Ucrania), Ucrania podría abrir un frente de una entidad suficiente para hacer pensar a los rusos que quizá sea necesario sentarse a negociar y a devolver parte del territorio conquistado.

En ese sentido, Zelenski dio este lunes las órdenes pertinentes para utilizar ya esos misiles de largo alcance contra territorio ruso, aunque especificó que consultaría a los países occidentales suministradores de esas armas para obtener su permiso, con detalles sobre su eventual uso.

Zelenski quiere aprovechar el impulso que le ha dado la ofensiva de Kursk, pero cualquier precipitación en la ampliación de esta operación podría tener consecuencias muy graves y convertir la iniciativa en una trampa.

Si Zelenski y sus generales olvidan que la guerra sigue en el este con toda su virulencia y Kiev comete el error de reubicar en el nuevo frente parte de las tropas que allí combaten, Rusia podría rebasar sus posiciones en el Donbás y atrapar a los ucranianos que combaten en Kursk en una pinza mortal.

Habría que escuchar ahora la opinión de los aliados occidentales que han aconsejado a Zelenski acometer la ofensiva de Kursk y apostar por ese posible giro de la guerra sin haber resulto antes el problema más acuciante de Ucrania, esto es, su perentoria necesidad de soldados para cubrir todos los frentes.