Los veranos en María Selva son anaranjados, transpirados, con mosquitos, cortes de luz y mucho tereré.

Aunque somos los únicos judíos del pueblo, mi mamá acá tiene a sus amigas.

Las conoció en ALCO: un grupo de gente gorda que se junta a hacer dieta. Toman mate, salen a caminar, festejan cumpleaños disfrazadas de María Marta Serra Lima y Mercedes Sosa.

Tengo nueve años y en diciembre me la paso en el negocio de mi papá doblando repasadores. Paso el rato y atiendo a la gente, en su mayoría viejas que vienen a buscar bombachas rosas para la noche del veinticuatro, o algún regalo para sus nietos.

A mí me encantaría recibir regalos, armar un arbolito, hacerle una cartita a Papá Noel, tener un pesebre.

Este veinticuatro mi mamá no quiere que pase toda la tarde en el negocio.

–Tenés que estar con chicos de tu edad Laura, en vez de revolotear acá, entre las cosas de adultos– me dice, mientras se abanica con una revista Paparazzi.

Yo muchos amigos no tengo. Así que papá toca el timbre en la casa de enfrente, una familia clienta del negocio.

Las hijas se llaman Analía y Vanesa.

Mi papá me lleva con unas galletitas Surtido y una mochila con Barbies, les explica y ellos dicen que no hay problema de que me quede. Cristian, el hermano del medio, se asoma por la puerta, debe tener uno o dos años menos que yo.

Sentadas en un banco de mármol, Vanesa y Analía juegan con muñecas. Yo llevo 2 barbies y también a mi Xuxiña, una Xuxa en miniatura con el mismo traje que las paquitas.

Las nenas cuchichean entre ellas. Yo me quedo parada sin decir nada.

–A ver si le hacen un lugar a la Lauri che, que vino a jugar con ustedes –dice el papá mientras barre el patio.

Las chicas me miran de arriba abajo: las sandalias de goma rosa, mi vestidito bobo turquesa con lunares y la vincha zig zag multicolor.

-¿Qué barbie trajiste? –me pregunta Vanesa sin mirarme.

–Traje dos, una de playa y una oficinista, y por si les gusta también traje la Xuxiña.

-¿La Xuxiña, la que sale en la tele? ¿La nueva? –pregunta Vanesa.

–Sí, mi papá me la compró la semana pasada cuando viajó a Buenos Aires.

–¿Conocés Buenos Aires? –pregunta Analía con ojos grandes.

–Sí, fui algunas veces. Tenemos familia allá.

Ellas siguen sin hacerme lugar.

–¿Vas al polideportivo? Este año nosotras hicimos vóley y natación –dice Analía, mirando mi panza sobresaliente en el vestido bobo.

–No, todavía no, pero mi mamá quiere que el año que viene haga gimnasia artística, dice que hace bien para la cintura, o la figura.

En eso, Cristian quiere agarrar los zapatitos de la oficinista para ponérselos a una Tammy de una sola pierna.

–Ya te dijimos que no podés jugar con muñecas, nene. ¿No escuchaste lo que dijo papá? Los varones que juegan con muñecas se vuelven raritos. Salí de acá y buscá tus autos -le grita Analía como un rottweiler.

Vanesa me mira y me dice:

-Si querés la barbie gimnasta tenés que persignarte -y mira a su hermana, riéndose

-No sé hacer eso -digo.

-¿Cómo que no? ¿No te enseñan en la escuela?

-No, no me enseñan esas cosas –respondo, con ganas de llorar.

–Bueno, si queres jugar tenés que persignarte, si no, jugá con tus muñecas.

Me paro para alejarme de ellas, pero Analía me sigue.

-¿Qué le pediste a Papá Noel para hoy? -me pregunta, mientras peina a barbie gimnasta.

-Nosotros no festejamos navidad- le digo.

-Y si no festejan Navidad, ¿qué hacen hoy? todo el mundo festeja Navidad -dice Vanesa.

-Somos judíos y mi mamá dice que no creemos en Jesús -digo rápido, porque sé que hay algo raro en eso. Después mastico una Melba para salir del paso.

–¿Y si no creen en Jesús en qué creen? ¿Y a quién le rezas cuando te vas a dormir? ¿Tampoco tienen árbol de navidad? ¿Y esta noche que comen?

–Mi papá puso un arbolito en el negocio, con luces y todo. Yo voy el 25 para ver si me dejaron algún regalo pero nunca hay nada. Y comemos sandwichitos de miga porque mi mamá está cansada de trabajar todo el día y con este calor no quiere cocinar.

Vanesa se acerca y me dice en secreto:

–Fueron ustedes, los judíos. Ustedes mataron a Jesús.

Las dos salen corriendo para su cuarto.

Cristian me chista desde la cocina. Me acerco en puntitas de pie y me dice:

–A mí me gusta jugar con las barbies pero mis hermanas no me dejan. ¿Jugamos nosotros?

–Sí, pero con la xuxiña juego yo, porque es nueva.

–Bueno, está bien, yo soy la oficinista.

Cristian va a hacer pis así que me quedo sola.

Y ahí lo veo, frente a frente, directo desde su cruz. Lo miro a los ojos aunque me da un poco de cosa su sangre chorreando, los brazos y los pies clavados y sin ropa. Por suerte navidad es en verano.

-Hola, perdoname. Yo no hice nada, dicen que te maté pero te juro que no fui yo. Tampoco se bien quién fue, espero no haya sido nadie de mi familia, porque podrían ir a la cárcel, o peor…. que nunca los perdonen en iom kipur.

Me faltan tres años para el Bat y ahí me voy a convertir, no al catolicismo, pero sí voy a poder festejar lo quiera y como quiera. ¿Mi mamá tiene amigas, vos pensás que yo podré tener amigas algún día?

¿Si yo le escribo a papá noel funcionará o no porque soy judía?

 

¡Pará! ¿A quien se le pide está noche? ¿A vos o a papá noel? Igual vos estás muerto y yo no voy a tu fiesta.