Hay una gatita blanca pasando entre las mesas que se llama Sarasa, de fondo el estruendo metálico del metegol, gritos por el molinete, desde la barra la llaman a Laura para darle la porción de tortilla. Las mesas libres desaparecen en un minuto, las montañas de ropa acumulada empiezan a crecer por el calor. Hoy hay Stand Up (o los chistes) de Ana Carolina.

Marian Milberg empezó organizando el ciclo MUJRE en distintos espacios culturales, aunque ya “la cantina de Marian” era conocida entre sus amigues por ese fetiche de juntar gente y generar espacios de encuentro aunque sea en el living de casa. Hoy La Tribu Mostra, el bar, el “antro del amor”, desborda de miércoles a domingo con ella a la cabeza de un equipo-familia, junto a quienes cada noche se ponen al hombro el disfrute y el encuentro de una comunidad entera. El concepto de “pagar entrada” no existe, la birra está baratísima, la gorra funciona increíble, en épocas de hostilidad y precarización, la Tribu Mostra demuestra que se puede y la economía funciona con todes adentro.

¿Cuál es la magia de este lugar que encanta a tantxs?

Marian Milberg: Lo más copado de este espacio es lo que se da en contraposición a toda la atomización que estamos viviendo. Este apocalipsis de estar siendo gobernades por la ultraderecha tiene mucho que ver con la disolución de los lazos sociales y los espacios de agrupamiento comunitarios. Y acá pasa lo opuesto, en este espacio se da que nos podemos congregar a nada, a jugar a las cartas, a ver un show, a chapar, a bailar. Siento que es un poco el mismo rol que tenía el club de barrio, de pertenencia, es como mi casa también.

Creo que existe esa sensación general del bar y que por eso genera también esa necesidad de ser con otres en un espacio. Hay algo medio implícito de que estamos del mismo lado, esto de sentirte apoyado, de estar cuidades. Pasó por ejemplo el 7 de marzo, día de la visibilidad lésbica, que realmente tuvimos que salir huyendo hacia el Parque Centenario. La cuadra estaba estallada. También cuando ganó Milei vinimos todes acá, fue una llorería. Es un lugar que es tu casa en algún punto, donde podés venir a encontrarte con otro, donde sabés que vas a sentir esa complicidad, que van a estar tristes igual que vos, y que te van a abrazar y van a llorar o festejar con vos

¿Cuáles son las decisiones que cambian la manera de habitar los espacios?

-El hecho de no cobrar entrada nunca es una decisión absoluta y una política personal. La cosa es que también se entienda y que quien pueda colabore… y por suerte sucede bastante porque la gente se va con una buena gorra. Ahí se nota lo lindo de lo comunitario, que es que el que tiene un poco más de guita pone, y sucede, no es que “ya que es gratis no pongo nada”. Se entiende que para que pueda seguir funcionando ese sistema hay un ida y vuelta.

Por otro lado la cocina está re pensada, en equipo. No es como laburar para un jefe, es para nosotres, porque quienes vienen a comer son nuestros amigues y vos no le vas a hacer a tus amigues cualquier porquería. Tampoco les querés cobrar caro. Y más si lo pensás desde el lado de que es una comunidad totalmente precarizada. A veces pasa algo que siempre me deja flasheando que es que la gente trae cosas, de repente hacen un poster, un cartelito, alguien borda algo, y lo traen para dejarlo acá porque quieren este lugar, está lleno de cositas que traen las personas, hasta hicieron un altar. Hay un cartel que dice Palestina libre hecho con birome, y que se lo cuida como si fuera un Van Gogh. Todo es así acá.

Como en los mejores y más crudos momentos de los 90’, cuando las políticas neoliberales pisan los talones y se necesita brindar o llorar, ir solx, encontrarse con todes, la palabra “antro” alumbra una forma de hacer. Una praxis particular y una manera de querer. No es un boliche, bolichito, un pub, un lugar de drinks, es uno de esos antros que cada tanto resucitan en la comunidad LGBT+ y dan hogar a una nueva estética, a la nueva forma que se estuviese necesitando, a un canto o un tipo de caricia. Un escenario abierto a la experimentación (como lo fue el Parakultural, Bolivia o El Morocco) y pasan todes, no hay selección, no hay entradas diferenciadas. Pasan todes porque se está inventando ante todo una manera de resistir.

¿Cómo arrancó La Tribu Mostra?

-Yo siento que el bar es militancia, es gestión cultural e implica estar en el teléfono 24/7, organizar la contabilidad, comprar vasos, recibir proveedores, etc. Al proyecto lo arrancamos con Daf, Mecu y Anuka, entre las cuatro y después por toda la demanda que genera y el tiempo que implica ellas no pudieron seguir. Puede sonar a una locura, pero me sale y me gusta producir, es un poco vocación. Lo más importante es que hay un equipo por suerte bastante conformado que hace posible que todo esto suceda. Además se fue generando una necesidad del espacio que ahora anda a cerrarlo…

Ana Carolina, la comediante residente y conductora de “Cosas lindas” (de lunes a viernes de 16 a 17 hs en radio La Tribu), acota desde el fondo: “este antro es el epicentro de cuidado a la salud mental de toda una comunidad, por favor te pido que no se les ocurra cerrarlo”

¿Podemos decir que La Tribu Mostra está cumpliendo un rol fundamental que es cuidar(nos) la salud mental? ¿Lo notás en esa dimensión?

-Sí, en cantar, en reírse, en comer rico, en estar con gente que sabés que no te va a juzgar. Acá que vengan pibis con una minifalda, marikas, travas, en medias de red y estén re panches… yo no sé si esto puede estar pasando en una YPF hoy. Se generó algo que es esa cosa de “estar en casa”, hay una conciencia de esto en las personas que vienen siempre. Además pasan cosas que que se podrían hacer 10 películas con cada grupalidad…. les que vienen solo al metegol, se los sacas y nos prenden fuego, después les que vienen y quieren apagar las luces y bailar, la gente que viene sola… es un mundo

¿Hay algún gesto que describa este lugar?

-Toco madera, pero nunca pasó que alguien se choree algo de acá. La gente se olvida camperas, celulares, dejan en cualquier lado sus cosas, pero nunca faltó nada. Devuelven celulares de los más caros a los más baratos, y después además tenemos mil cosas en el cajón, hay de todo, hasta un corpiño. Después hay momentos que son como una misa, como el karaoke, que explota. Hay algo de cantar que es fantástico, hay que cantar como el orto, si cantan bien te da bronca. 

¿Por qué la palabra MOSTRA?

-Las cosas suceden a veces todas al mismo tiempo, nosotres queríamos agregarle algo a La Tribu para diferenciar. No sé cómo fue la deriva, tipo queer, mostra, la reivindicación de la palabra popular, es muy de las travas, las que nos enseñaron lo del orgullo reivindicativo. Da a eso de “somos unos mostris”. Engloba todo. Y después se fue ampliando y multiplicando, ahora también está la columna mostri en las marchas. Es como un emergente que empezó a circular la palabra, pero es más de capital, estaría muy bueno si se pudiera replicar, abrir sucursales.

¿Sucursales del bar?

-Sucursales de todo. El MUJRE yo lo hacía donde podía... es querer. En el momento en que estaba viendo alquileres para la Mostra, no había donde salir, yo terminaba en la puerta de algún bar LGBT+ en la calle y no me sentía cómoda y no había donde ir. Fue por una necesidad también.

Hay un ensayo cotidiano de lo colectivo que se hace en la Tribu Mostra. Todas las noches se ensaya el querer comunitario, el pertenecer. La necesidad de la birra y la de una mirada cómplice se sacian, porque es amable al bolsillo en tiempos de hambre y porque nunca falta alguien que pueda ser cómplice en el disfrute. Un lugar que abre sus puerta para llorar cuando gana el fascismo, pero también para talleres de filosofía sobre el amor, para perrear o escuchar boleros. Presentar un libro o jugar juegos de mesa. Es un laboratorio constante entre tanto horror, una prueba de fe.

Para concluir, hablemos de lo importante: ¿van a confesar el tráfico de chismes que hay detrás de la barra?

-Lo que pasa en la Mostra queda en la Mostra. En la comunidad todes estuvieron con todes y bueno, te adaptás. Por ahí ves que por algún tiempito no viene une pero después ya vuelve a venir y está en el patio y le otre está ahí. Hay estrategia, drama, suspenso. En la barra no sabés cómo circula, les de la barra saben todo, tienen toda la data.

Por último, una pregunta imprescindible y romántica: ¿qué es la Tribu para vos?

-Es un bar que excede la cualidad de venir y tomar algo, siempre te vas a sentir segure y tranquile, para disfrutar, para ranchar, para compartir amores y tejes y para compartir militancia. Es un bar en este momento en particular muy fundamental, de cuidado y afecto y también para tramar futuro.