Un grupo de investigadores argentinos presentó las primeras pruebas exitosas de un páncreas artificial en pacientes con diabetes tipo 1, un sistema de control de glucosa en sangre único en Latinoamérica que administra la insulina en base a un algoritmo matemático. Del estudio participaron investigadores del Conicet, de las universidades de La Plata y Quilmes y del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), además de la sección de diabetes del Servicio de Endocrinología del Hospital Italiano.
El páncreas artificial está compuesto por tres elementos: un monitor de glucosa (azúcar), una bomba de insulina y un celular en el que funciona el ARG –Automatic Regulation of Glucose o Regulación Automática de Glucosa–, el algoritmo que desarrollaron los científicos y que se encarga de informarle a la bomba cuándo y cuánta insulina debe aplicarle al paciente.
“El algoritmo mejora notablemente la regulación de insulina. Normalmente el paciente tiene que calcular la cantidad que debe administrarse en base a lo que va a comer, pero con este mecanismo eso ya no sería necesario”, explicó el ingeniero Ricardo Sánchez Peña, director del proyecto e investigador del Conicet.
Las personas que utilizan bombas de infusión de insulina subcutánea destinan mucho tiempo en calcular y programar la insulina que necesitan y, muchas veces, sufren hipoglucemias (azúcar baja en sangre) o hiperglucemia (azúcar elevada en sangre) como consecuencia de cálculos imprecisos u otros imprevistos, explicó el especialista.
“El proyecto arrancó en 2010 y en junio de este año logramos hacer las primeras pruebas clínicas. Son las únicas de este tipo que se hicieron en Latinoamérica y con un algoritmo producido íntegramente por profesionales argentinos”, afirmó Sánchez Peña durante la presentación de los resultados en la sede el ITBA.
El algoritmo es de uso universal y sólo requiere ingresar ciertos parámetros, como el peso, la cantidad de insulina que necesita el paciente para procesar cada carbohidrato y el factor de corrección, que es el que mide la sensibilidad insulínica. “El sistema mejora mucho la calidad de vida por una sencilla razón: tiene en cuenta muchas cuestiones que el paciente no y, además, mide e inyecta insulina con una frecuencia de cinco minutos”, explicó Luis Grosembacher, doctor e investigador del Hospital Italiano, donde se hicieron las pruebas.
En Argentina hay alrededor de 3 mil pacientes diabéticos que usan bomba y sensor. Cinco de ellos (tres mujeres y dos hombres) participaron en junio de la prueba, que consistió en internarlos durante 36 horas, a lo largo de las cuales se desentendieron de los controles que realizan habitualmente, mientras que los médicos monitoreaban constantemente sus niveles de azúcar.
Los resultados revelaron que el algoritmo no sólo “redujo significativamente la oscilación del nivel de glucosa”, sino que además “anuló las crisis nocturnas, que son las más peligrosas para la vida de los diabéticos tipo 1”, informaron los investigadores.
“Adoré cada una de las horas que duró la prueba. El algoritmo es, definitivamente, el paso siguiente en el tratamiento de esta enfermedad”, dijo Silvia Crespo, una de las pacientes que participó de las pruebas.
Durante su estadía en el hospital, Crespo dijo haber tenido niveles constantes de azúcar “como nunca había tenido en su vida”. “La alegría de no tener que estar tan atenta todo el tiempo a tu salud es única. Con la bomba de insulina dejé de despertarme en hospitales”, señaló.
Aunque las pruebas comenzaron en pacientes adultos, considerados “más estables”, el objetivo es aplicar el procedimiento a los niños, que son los pacientes más afectados por ese tipo de diabetes. “Estamos en tratativas con el Hospital Garrahan para en un futuro hacer pruebas clínicas también con sus pacientes, pero aún es una idea”, admitió Sánchez Peña.
El proyecto está en un etapa experimental y para llegar al mercado necesitan “más recursos económicos que les permitan realizar pruebas ambulatorias con más pacientes y durante más tiempo”.
“Una vez que logremos comercializar este producto pensamos reemplazar el aparato donde funciona el algoritmo por una aplicación para teléfonos inteligentes”, adelantó Sánchez Peña. La investigación también contó con el apoyo del médico argentino Daniel Chernavvsky, quien trabaja en el Centro Tecnológico para la Diabetes de la Universidad de Virginia, y el financiamiento de la Fundación Nuria en Argentina y Cellex en España, y la donación de las bombas del laboratorio Roche.