En una Europa que profundiza su camino hacia la ultraderecha, Ferat Koçak, diputado alemán por la izquierda en el parlamento berlinés, ensaya una (auto)crítica concreta y contundente: que Die Linke, el partido que integra, no está siendo lo suficientemente radical. Para él, frente a la amenaza del partido Alternativa para Alemania (AfD) en su país, y de otros radicalizados en el mundo, todos los espacios que se consideren antifascistas deben conformar un “gran frente popular”. Con esa idea está de viaje por América Latina -primero en Brasil, ahora Argentina- y dice a PáginaI12: “Las luchas latinoamericanas me dan un aliento positivo. Las miro con motivación para construir lo que soñamos en Alemania”.

La lucha de Koçak es personal y es política. Con raíces kurdas, fue desde muy joven testigo de la violencia que sufren los migrantes en Alemania. En 2018, grupos pronazis prendieron fuego la casa de sus padres en el barrio berlinés de Neukölln en un episodio que, según la policía, estuvo a cinco minutos de ser fatal. Para ese entonces ya era uno de los referentes más activos contra la ultraderecha en las calles y uno de los que más notoriedad estaba alcanzando en las redes sociales, territorio en el que también elige disputar. Tres años después asumió su banca y desde entonces es portavoz del grupo parlamentario de izquierda para temas de antifascismo, justicia climática y migración.

A menos de un mes de las elecciones regionales en tres estados alemanes -relevantes por su peso propio y por la proyección que dan respecto a los comicios federales del año próximo-, el diputado y activista habla de “reformar” a la izquierda en su país y de enfocarla “en los problemas reales de las personas”. “Necesitamos modificar el lenguaje, la comunicación. La campaña que se viene debe fortalecer el perfil socialista con temas como alquileres, la atención médica, el clima. Hay que dejar de atajar penales y poner el foco en algo más pragmático”, dice a este diario en la previa de una actividad de la Fundación Rosa Luxemburgo.

–¿Die Linke tiene chances de quedar fuera del parlamento federal el año próximo? ¿Por qué?

–Sí, es una posibilidad concreta y estamos luchando para que eso no pase. Se debe en parte a la escisión de un grupo de parlamentarios que abandonaron el partido y conformaron la Alianza Sahra Wagenknecht a comienzos de este año, lo que produjo que Die Linke perdiera votantes en todos los distritos. Pero también a que el partido no es lo suficientemente radical para mucha gente. Un ejemplo de eso es que cuando se encuestó a la gente en Berlín sobre la expropiación de grandes grupos inmobiliarios, una exigencia que es claramente socialista, el 59 por ciento estuvo a favor de hacerlo, pero en las elecciones que se hicieron al mismo tiempo, sólo el 12 por ciento votó a la izquierda. Eso muestra que mucha gente no considera que el partido esté representando esa y otras posturas.

–¿O sea que el problema de la izquierda es que no está tan a la izquierda?

–Si. En esta fase de reinversión Die Linke se debe radicalizar. Debe cumplir con exigencias claramente socialistas y articular críticas al sistema a la vez que se acerque a la gente con políticas de realpolitik. La gente elige a AfD porque está harta y ahora también puede votar a la Alianza Sarah Wagenknecht por ese motivo. La izquierda tiene que poder tomar algo de eso y ser un partido real para los trabajadores, para los pobres y eso implica modificar nuestro lenguaje. Cada vez que hay protestas masivas contra AfD disminuye el apoyo a ese partido, entonces se necesitan alianzas claras en la calles, un gran frente popular que genere críticas concretas a la ultraderecha pero también a las políticas que llevaron a su ascenso.

–¿Esa alianza puede incluir a los partidos gobernantes -los socialdemócratas, los verdes y los liberales- y también a la Alianza Sarah Wagenknecht?

–Todos los antifascistas son bienvenidos. No lo pensaría tanto a nivel partido sino más en términos de las bases. Particularmente la Alianza Sarah Wagenknecht viene de la izquierda pero internamente tiene diversas visiones según el tema. A veces muy populistas respecto a temas sociales, más liberales en temas económicos y de derecha en temas como migración. Pero la lucha contra la AfD ahora no la puede dar solo la izquierda radical.

–¿Qué observaste y qué te llevás de América Latina en ese sentido?

–Bueno, el partido me mandó a Brasil justamente porque allí hubo una gran alianza para desprenderse de Bolsonaro y ahora la izquierda está tratando de lograr lo mismo en San Pablo de cara a las elecciones municipales de los próximos meses. También vine a Argentina para ver por qué acá ahora no se está logrando eso mismo y por qué la izquierda no logra unirse. Aunque también vi con mucha atención las protestas que hubo contra las reformas de Milei y la organización de ollas populares, que también hay en Brasil. En ese sentido, las luchas latinoamericanas me dan un aliento positivo, las miro con motivación para construir lo que soñamos en Alemania.

–¿De Milei y la Argentina actual qué te preocupa?

–El enorme crecimiento de la pobreza, de la indigencia. La destrucción del Estado social con la motosierra, en esta nueva dimensión que está alcanzando el neoliberalismo con la denominación de anarcocapitalismo. También que Milei sepa cómo escenificarse y que la gente diga que hay que tener paciencia. Yo creo que la aceptación es muy peligrosa porque es lo mismo que en su momento decían quienes seguían a los nazis.

–Volviendo a Alemania, ¿por qué crece la AfD sobre todo en los estados del Este, ex territorio soviético?

–Porque después de la caída del muro se desindustrializó muchísimo esa zona, se olvidaron de la gente, hubo mucha pobreza, mucha desocupación y falta de perspectivas sobre todo para la juventud. Y porque la Unión Demócrata Cristiana se movió tan hacia el centro en los años de Angela Merkel que abrió un bache a la derecha que posibilitó la creación de AfD y su crecimiento. No creo que logremos que no ganen estas elecciones. La pregunta es si el muro contra la derecha será lo suficientemente poderoso para frenarlos luego.

–¿Cómo vivís y hacés política tras el ataque a tu casa?

–Tengo miedo por mis padres porque los nazis saben que son mi punto débil y dónde viven. Pero ellos también son personas políticas y cuando les pregunté si querían que nos mudemos me dijeron que ya huyeron una vez de Turquía y no quieren volver a huir. Yo permanentemente recibo amenazas, pero no quiero protección policial porque la policía estuvo involucrada en el no esclarecimiento de todos los hechos en mi contra. Así que sigo en las calles y siendo fiel a las personas que están luchando allí. Por suerte hay mucha gente tratando de fortalecer a la nueva izquierda así que no me siento solo.