A mediados de julio, Kevin Johansen presentó formalmente en el Teatro Coliseo su último álbum de estudio, Quiero mejor, publicado en febrero. A ese show le siguió una serie de actuaciones en Europa, junto a su banda The Nada y el historietista e ilustrador Liniers, que retomará en septiembre. En el medio, actuó en la mítica sala carioca Circo Voador, y hoy y mañana regresa a los escenarios porteños. Ambas funciones se consumarán en Niceto Club, desde las 20. Previo a la vorágine que desencadenó la salida de su nuevo disco, el cantautor “argengringo”, como él mismo se define, advierte que el vértigo “não tem fim”. Y es que apenas empieza a desflecar el flamante repertorio, clava una subordinada para decir que ya trabaja en otra producción.

“Luego del Feng Shui Project y de estos shows, se viene un disco que seguramente se llamará Canciones de profiesta. Sigue la saga con los The Nada el año próximo. Vamos a hacer un upgrade. Te estoy dando una primicia”, dispara. Rápido de reflejos, ante el desconcierto que acaba de generar, el artista no da espacio para profundizar, y con esa parsimonia que lo distingue dice que “lo más importante ahora es Quiero mejor”. Se trata de su primer álbum de temas propios en cinco años, en el que los músicos argentinos Marcelo “Coca” Montes y Panda Elliot tuvieron un peso importante. Tras colaborar con ella en el single “Por los dos”, en 2021, entablaron camaradería. Y Johansen redobló la apuesta con el tándem al preguntarle si deseaban trabajar con él los dos EPs que él tenía en mente.

De las 20 canciones que completaron, 11 le dieron forma a la más reciente entrega del alaskano. “Coca y Panda se reían, y me decían que era un disco chiquito”, evoca quien en la antesala puso en circulación Tú ve (2022), disco más de apropiaciones que de covers. “Ya tenía cuerdas y cosas puestas. Nos divertíamos sobre cómo hacer un disco lindo”. Si en el tema que da título al álbum el cantante, compositor y guitarrista se dio el gusto de explorar la rumba catalana en complicidad con el grupo femenino barcelonés Las Migas (del que fue parte la notable Silvia Pérez Cruz), ésta fue también la oportunidad para cerrar capítulos. “‘Puntos equidistantes’ fue larguísimo de hacer. Lo comencé en 1997, en Nueva York, y llamé a Natalia Lafourcade para terminarlo. Hay temas que son rompecabezas y otros que son sencillos”.

Quiero mejor, en lo musical, rankea entre lo más introspectivo y melancólico en la obra de Johansen, con canciones que bordean el vals, el country, la zamba, el folk y el pop de semblante barroco. Aunque sin caer en la obviedad del género, rasgo que lo conecta con el resto de sus álbumes. Eso queda en evidencia en el único tema que no es de la autoría del músico, “Amada amante”, himno de la balada romántica latinoamericana de la autoría de Roberto Carlos y su hermano Erasmo. “Con ‘Seductor serial”, fue la otra canción que hicimos en Río de Janeiro”, explica. “La grabamos en el estudio que tiene Kassin en Botafogo, con Domenico (ambos son integrante del proyecto + 2, que completó Moreno Veloso) en batería y Danilo en teclados. Les dije que tenía una versión ‘bosseada’”.

-Es sin duda una de las canciones más intensas de Roberto Carlos. ¿Cómo conseguiste el visto bueno?

-Kassim me dijo que tiene muy buena relación con Roberto Carlos y que si él aprobaba la versión, la hacíamos. Y la aprobó, lo que fue muy bueno. Me faltó conocerlo, pero la verdad es que me encantaría. A mi bossa ellos le pusieron R&B, algo más Barry White. Un atrevimiento, con cariocas afilados detrás. El dato de esto es que la palaba “amante” es inclusiva. No la van a poder prohibir. Hay mucho de escapismo amatorio en el disco. Eso está muy presente y viene antes de la pandemia.

-¿Podés ahondar?

-En medio de la pandemia fui a La Tangente a hacer un streaming. Estaba del orto y me di cuenta de que estaba negando la realidad. Cuando activo las endorfinas, me pongo positivo. Entonces intenté cambiar la realidad, convertirla en otra cosa. Ahí nació un poco el gen de este disco. No es negar la realidad, más allá del escapismo amatorio que hay en varias canciones: es querer transformarla en otra cosa. Son esas ganas de un cincuentón de tener un upgrade en la vida. Es una búsqueda sobre ser sincero y no estar quemado. Me aburre mucho el “esto ya lo viví” o el “todo está escrito”. No me gusta estar en esa situación. Tampoco me gusta la pose dark, porque es lo más fácil. Y digo esto porque estamos en un momento dark.

-En su disco Tecno (2000), Daniel Melero canta “Palabras, las odio. Todo lo infectan. Definen las cosas, pero no son ellas”. La canción sugiere que hay que estar atento a la imprecisión del mensaje. ¿Vos lo hacés?

-El desafío es siempre ser certero. Tengo logros y también tengo “sinsentidos”, que es algo que le gusta a David Byrne. Mi tema “Guacamole” es sonoridad por sobre cualquier otra cosa. Nada que ver con el sentido. Pero el punto ideal para un cancionista es que la palabra ruede por la lengua. En inglés decimos: “Rolls Off the Tongue”. Eso está muy presente en este disco. Estoy bastante contento porque las palabras ruedan por la lengua fluidamente. Y, además, logré decir lo que tenía ganas de decir.

-En tus canciones siempre ponés el foco en el lenguaje y las de este disco no fueron la excepción. El espanglish, los neologismos y los juegos de palabras están presentes en este repertorio. ¿Qué te atrae de todo eso?

-Soy muy cabeza musical. Eso de encontrar sonoridad y sentido, con una idea o una letra. No quiero más, quiero mejor. Siempre me gustó esa frase de Oscar Wilde que dice: “Tengo gustos simples, sólo quiero lo mejor…” El inglés es el mejor idioma para el juego de palabras. Hay miles de ellas que suenan igual. Cortázar decía que los novelistas latinoamericanos eran un poquito solemnes y que le tenían miedo a la ironía. Los anglosajones tienen la idealización de la ironía, la ponen muy arriba. Pero yo siempre estoy lidiando con eso, de algún modo, ya sea en castellano o en inglés. No soy un leído, ni un conocedor ni de la décima ni de la cuarta. Soy más de cuarta que de décima. Mi ortografía es mala y mi gramática es pésima, pero creo que la palabra es importante. Es tan potente que hiere. El dolor de una mala palabra o de una palabra bien puesta, con mala onda, es tremendo.

-En la dinámica partidista de la música popular contemporánea argentina, ¿sos más del palo de Charly o de Spinetta?

-Siempre fui un poco más de Charly, más allá de que lo primero que escuché en la Escuela del Sol, en sexto grado, cuando caí ahí con 12 años, fue “Fermín”, de Almendra. Al mismo tiempo que “Jugo de tomate frío”, de Manal, o los temas de Vivencia. Cuando regresé de Uruguay, en 1979, lo que empezaba a sonar era “La grasa de las capitales”: uno de los primeros raps en castellano. Antes de que muriera Lennon, en 1980, fui con un compañero de tercero a la presentación de Bicicletas. Acto seguido, fui a ver Spinetta Jade con Charly. Desde ahí, yo ya era mucho más de Charly. La ironía o el desparpajo de Charly me atrapó desde un primer momento.

-¿Cómo te llevás con la canción para hablar de lo que le pasa a la gente o como termómetro de la época o de la calle? A veces, esto parece invocar a Manu Chao.

-¿Sabés que cumplimos años el mismo día? No nos conocemos personalmente, pero Amparo Sánchez me dijo que le dio a él un disco mío. Por ahí tengo cuidado en no caer en la demagogia. O como dice el Negro Rada, no caer en ser un “cansautor”. Creo que lo que sucede con nuestra generación es que tenemos una deuda enorme con la generación anterior, que en muchos casos fueron amenazados de muerte. Esa generación salió a decir cosas en un momento muy heavy. Y los de nuestra generación, a los que nos lleva 12 o 15 años a un David Lebón, gozamos de las mieles de cantar sobre lo que queramos. Si yo canto lo mismo, ahí sí sería un “cansautor”. Lo combativo es una elección política, ética y estética. Van de la mano. Estéticamente, lo combativo no me interesa tanto. Me gusta más que un Caetano Veloso, que canta sobre la nube y el río, y lo lindo que es el lugar donde nació, de golpe te diga que todos seremos esclavos. En una línea. Al ser hijo una feminista combativa, lo tengo muy carnalizado. Suelo usar frases sueltas para decir cosas así. “Hola Need”, que está en el nuevo disco, arranca diciendo: “Yo no quiero complicarla con mi verborragia. Una mitad del mundo piensa que la otra plagia. Darwiniano hasta la médula, no fuiste magia. Y seguimos devorándonos. Antropofagia”.

-Es un tema propio de la época. No sólo acá, sino en todo el mundo occidental.

-Cuando viajás, ves que en Venezuela, España o Estados Unidos pasa lo mismo que en la Argentina: la sociedad está dividida. El 50 por ciento piensa una cosa y el otro 50 piensa diametralmente lo opuesto.

-¿Cómo reaccionás cuando te piden que tomés posición ante un asunto?

-Definitivamente, soy antifascista y anti "viva la muerte". En ese sentido, me planto. Cuando pasó lo de Lali, la apoyé. Nos tocan a uno, sin importar el género, y salimos todos. Desde el poder, ponerse a ningunear y a vociferar de ese modo… Está históricamente comprobado que cuando se oprime o se trata de silenciar, el tiro siempre sale por la culata. Eso lo creo y lo firmo. De todas formas, mi perfil es bajo. No tengo esa cosa de querer figurar.

Un estudio académico realizado por dos estudiantes de la Universidad de Melbourne y de la Universidad de Alaska, publicado en 2011, analizó la obra de Kevin Johansen e hizo hincapié en la “no-ciudadanía del dadaísmo subtropical”. Tras la edición de su álbum City zen, en 2005, que incluye el tema “Milonga subtropical”, el músico postuló la creación de una escena a la que llamó “subtropicalismo”, inspirada en el movimiento tropicalista brasileño de fines de los años '60, y que involucró a cantautores como Jorge Drexler y Paulinho Da Moska. Según el ensayo (disponible en Internet), esta movida “no se enfrenta de forma tradicional a problemas modernos, sino que los demuele, los aniquila, y los somete literalmente al ridículo, sugiriendo el concepto de ‘no-ciudadano’ como el nuevo habitante del mundo globalizado”.

-¿Qué pasó con aquel subtropicalismo?

-Eso está muy presente. En enero estuvimos en La Paloma con los hermanos Drexler, haciendo el Festival La Serena. Eran cuatro artistas de Uruguay, cuatro de Brasil y cuatro de la Argentina. Me cruzo todo el tiempo con colegas. Tengo buenas relaciones con gente a la que admiro. No tengo mayor necesidad que ésa.

.Esa generación subtropicalista ya tiene descendencia. Aparte de Pablopablo, hijo de Jorge Drexler, también están tus hijos, que, de paso, participaron en Quiero mejor.

-Es súper orgánico. Wiranda, Kim y Tom saben que yo estoy disponible para ellos, y viceversa. Siempre hay una guitarra, un piano y una batería para grabar o tocar. A Wiranda le pegó mucho el hecho de que Caetano cantara junto a sus hijos (se presentaron en Lollapalooza Argentina de 2019). Me dijo que había entendido todo. Uno puede cantar con los padres y los padres pueden hacer lo mismo con los hijos. Más allá de eso, somos una familia- ensamble. A veces, el prejuicio viene más de la generación vieja que de la nueva.

-En tu más reciente álbum, tenés entre los invitados a Lito Vitale y Nito Mestre. ¿Tuviste en mente a alguien de la nueva progenie?

-Absolutamente. Ysy A es un artista con el que me gustaría colaborar, pero me da un poco de pudor. Cuando vos craneás una idea para un artista amigo o un colega, tiene que haber algo de zona de confort. Hay que entrar en la zona de confort, no salir. Eso de salir de la zona de confort me parece una huevada. Cuando hice el tema con Nito, pensé en alguien grande cantando algo del pasado, aunque con una banda del momento.

-A propósito de Mestre, nunca te hacés cargo de que también sos parte de la historia del rock argentino. Quizá no con tu carrera solista, aunque sí con tu grupo Instrucción Cívica. ¿Por qué?

-Lo que pasa es que para mí eso es como hablar de la cursada en tercer grado. Fueron 15 minutos de fama. Tampoco había encontrado mi voz. Quería sonar como Sting, por lo que en la grabación del primer disco volví locos a Gustavo Gauvry y Alejandro Franco, en el mítico estudio Del Cielito. A Julián (Benjamín), mi compañero de banda, que cantaba la voz más aguda, le hacía falsetes. En el segundo disco de Instrucción Cívica encontré un poquito más mi voz. Los amigos que me empezaron a hablar de Leonard Cohen me avivaron diciéndome que mi camino era por ahí. Fue una exposición antes de tiempo. Lo recuerdo con cariño y como un súper fogueo. Hace un tiempo, hablamos con (Fernando) Samalea de eso, café mediante. Él fue un referente porque nos ayudó mucho a hacer todas las programaciones de batería del primer disco, junto con Sebastián Schon. ¿Quién te dice que no hagamos un revival de Instrucción Cívica?

-En medio de este nuevo auge del post punk en la Argentina, no sería una idea descabellada.

-Hay algo ahí. Aparte, el primer disco se llamó Obediencia debida. Nada menos. Era una historia muy surrealista de un amigo que, en tiempo pasado, le hablaba a otro que había muerto. No quiso matarlo, pero tuvo que obedecer órdenes. Es un tema bastante profundo y dark.

 

Enrique Roizner

El recuerdo de "El Zurdo"

El 14 de enero, la escena musical argentina lamentó la muerte de uno de sus mejores bateristas. Sin embargo, antes de su último hálito, Enrique “El Zurdo” Roizner intentó mantenerse activo. Antes de integrar The Nada desde 2002, había estado al servicio de leyendas del calibre de Astor Piazzola, Gato Barbieri y Frank Sinatra. Cuando el sol llega a su clímax en la terraza en la que se desarrolla esta entrevista, una de las personas presentes piensa en voz alta: “Ya no va a estar más”. Entonces Kevin Johansen recoge el guante y retruca “Eso es seguro”, lo que desata la risa. Y agrega: “El Zurdo también se hubiera reído”. El músico alcanzó a ser parte del nuevo disco en el tema “Quiero mejor”. “Lo que me pasa con él es algo muy extraño porque estoy lleno”, explica el cantante. “Compartimos juntos 22 años. Cuando se fue, tenía 84. Tengo la satisfacción de haber aprendido y aprehendido. Solía decirme ‘Tus temas son cazabobos porque engañan’. Puede que todavía no me haya caído la ficha. Muchos colegas rescatan el lugar que le di, pero yo lo viví como una fiesta”.

 

A los 60

Quietud y movimiento

“No quiero más, quiero mejor”, dice la canción que da la bienvenida a este “Feng Shui Project” del artista, que en junio cumplió 60 años. “Uno suele decir ‘quiero más’. Pero tendríamos que decir ‘quiero mejor’, ‘quiero todo’., ‘estoy bien’, 'estamos bien’”, exhorta el argentino-estadounidense, quien tiene en “Fui tu esclavo” su nueva colaboración (salió el 1° de agosto y comparte protagonismo con su colega peruano Carlos Cruzalegui). “Es algo vital de la edad. Sólo me deseo la lucidez y la salud para seguir disfrutando. Son señales. Una linda señal, por ejemplo, fue volver a juntar fuerzas con Liniers. Hay interés y entusiasmo. Hay que agradecer. Un poco lo que me decía el dueño de CBGB, Hilly Kristal, era eso: ‘No te veo haciendo rock en estadios, pero si hacés las cosas bien te veo haciendo teatros para 2, 3 o 4 mil personas. Siempre me atrajeron la quietud y el movimiento. Estar en el sofá, con una copa de vino, el control remoto disfrutando de una serie y la guitarra cerca. Esa también es una manera de viajar. De ahí viene la idea del sillón que completa el concepto del disco”.