Niños y niñas en épocas tan crueles, buscando una salida, arman sus fratrias y soportan sus soledades... ”Si juegan podrán…", me digo.

¿Pero por qué una criatura no jugaría? ¿Acaso es lo traumático? ¿Es el hambre o la abulia que los acecha en exceso y no los deja construir imaginarios? ¿Acaso la sexualización de las infancias por parte del mercado y sus apuestas les interrumpen el juego?

Hace años, muchos, que trabajo en el campo de las infancias, en equipo. Allí donde la siembra puede ser o no ser. Donde uno a veces se pregunta cómo se sobrevive a la crueldad y el abandono (del estado, de la familia, de la comunidad) y de pronto un ramillete de niñes en una básica [1] al sur de la ciudad más rica y más cruel... da muchas respuestas.

Son niñes que concurren a un taller re creativo mientras sus madres están en un grupo [2] terapéutico, es un tiempo de espera y elaboración.

Dice un niño de 5 años: “Yo estoy solito de mis amigos”. Otro se inscribe diciendo “que suerte que inscribí en este taller”. Empezó su inscripción como niño en juego.

En ese taller armamos una lámpara con pañuelos blancos y leímos el libro: “Una heroína con pañuelo”.  En este taller jugamos para elaborar lo traumático de lo social, también.

¿Cómo es eso de que desaparece un niño? La historia reciente del niño desaparecido de Corrientes le está dando una consistencia muy angustiante al tema.

Y viene el día del niño. Si así “niño”. Y el mercado ofrece objetos que no podrán tener. Y desde su contracultura pensamos qué hacer

Sí, los adultos que acompañamos también. Porque somos los que los acompañamos al juzgado y a la escuela si hace falta. Y a sus madres y padres si no saben cómo relatar lo traumático familiar, para que comprendan la situación.

La contracultura es resistencia.

Las infancias siempre lo serán.

Me permito este escrito desde mis 5 años trepada a la reja enorme del colegio gritando que no quería esa escuela. Esa escuela pública estaba apadrinada por el Almirante Rojas.

Se respiraba rejas, había soldados en los techos.

                                      ***

La infancia, ese momento contracultural en la subjetivación humana.

Porque se opone a ser educada, a lavarse los dientes, a ir a dormir, se opone a la cultura familiar, hasta que ingresa de alguna manera o queda por fuera. Hay que tener mucha fuerza para resistir colgada de una reja gritando... o llorando en la puerta de la escuela, o encerrándose en el baño para no bañarse, pero para tener esa fuerza hay que estar fuerte.

Los niñes que pasan hambre no lo están, quiebran su contracultura estructural/ estructurante desde la base, lo dejan débil, lábil, flojo, triste. Un niñe que no come no tiene fuerza para resistir la cultura dominante y construir una nueva con su intervención.

Ninguna familia es igual cuando nace un niño, es que él aporta su grito que será voz algún día.

“Solemos festejar los cumpleaños en el taller; torta, globos, jugo, regalito y manteles intervenidos por ellos. Y un día, transcurridos muchos cumples, un niño dice: “no puede faltar una coca”, y la dibuja, y así llegaron los panchos y las papas fritas. Con Cori, mi compañera de coordinación, nos miramos y un poco se nos estrujo el alma, hasta que entendimos la lección. Estaban dibujando lo que no había al modo de un sueño/deseo porque había una riquísima torta llena de dulce de leche y granas, que disfrutaban con alegría. No había queja allí. Había elaboración simbólica de lo que faltaba. ¿Habría que comprar coca la próxima vez? No se trata de eso, se trata de ofrecer otras alternativas y sostener su movimiento contracultural, a través del juego.

Atacando lo primario, eso que en el nacimiento es el hambre inaugural y será la causa de deseo, en tanto sea satisfecho y deje un plus, están atacando el futuro cultural porque están atacando la contracultura que es su insumo primordial.

Todos los movimientos contraculturales de la historia han aportado los nutrientes más potentes a la cultura en general, atacarlos es arrasar la vida desde el pie... y que no crezca.

Vaya mi abrazo a todos y todas lxs que sostienen los comedores y merenderos más allá del alimento... que este día del niño, la niña y el niñe abracemos y juguemos y recuperemos ese aire contracultural de las infancias.

Silvia Sisto es psicólga (UBA). Psicoanalista. Psicodramatista. Compiladora en "Desarraigos villeros" (Ed. Odisea 2001, 2010) y coautora de "Cruces entre psicoanálisis y neurobiología" (Ed Lugar, 2011). Autora de “Los niños nos enseñan a psicoanalizar” (2013, Odisea 2001).

Notas:

[1]Espacio político de Tenemos Patria comuna 5

[2]Grupo terapéutico para mujeres en situación de alta vulnerabilidad