Javier Milei ratificó que no va haber devaluación y defendió el pavor y la cautela con que se maneja el Gobierno a la hora de dar precisiones sobre cuándo se levantará el cepo cambiario. Lo hizo este miércoles desde el Palace Alvear, el lujoso hotel de Recoleta donde se dieron cita los principales empresarios del país para una nueva edición del Council de las Américas. Pese a que jugaba de local, el Presidente se cuidó a la hora de los anuncios –apenas reveló algunos detalles de su plan para “rediseñar” el presupuesto del año que viene a partir de la meta de “déficit cero”– y dedicó la hora que duró su discurso a describir el plan de ajuste y a autoelogiarse, como ya es costumbre. También despotricó contra los economistas del círculo rojo que lo criticaron últimamente –algunos de ellos, como Carlos Melconián y Hernán Lacunza estuvieron presentes en el auditorio–. “Es interesante, todo el mundo ve el milagro argentino menos los argentinos”, fue lo más suave que les dijo. El resto dejó más bien sabor a poco, a juzgar por el comentario de varios de los dirigentes empresariales, que hubieran preferido escuchar una hoja de ruta más clara hacia adelante. Algunos se fueron igualmente conformes con que no abundó en sus delirios ideológicos “y se centró en bajar a tierra los conceptos”, según confiaron a Página/12.

En resumen, el Presidente les dijo a los empresarios lo mismo que viene repitiendo casi desde que asumió: que con el plan motosierra “evitamos una hiperinflación peor que la de Alfonsín y un estallido social peor que el del 2001”; que su programa de desguace del Estado “es ocho veces más ambicioso que el de Carlos Menem y lo logramos en apenas seis meses”; que “la inflación es un fenómeno monetario” y que “para terminar con la inflación hay que terminar con la emisión”. También descartó una nueva devaluación, elogió a sus ministros y dijo que el cepo por ahora no se mueve “hasta recomponer el problema de los stocks”, es decir, hasta que termine de aspirar los pesos “sobrantes” de la economía. Lo más parecido a un anuncio fue el plan de “déficit cero” en el presupuesto de 2025 (curiosamente en año electoral), algo que ya había dejado trascender en la previa.

Macaneo y látigo

Pero la nota la dio con algunos de los números de la economía, que varios empresarios pusieron en duda después de escucharlo. Milei no sólo inventó que la inflación núcleo fue del 2,7, muy por debajo del 3,8 del índice oficial. Lo peor vino con el supuesto rebote del consumo (dijo que “subieron un 40 por ciento las ventas minoristas”) y el mantra ya utilizado de que “los salarios y las jubilaciones le están ganando a la inflación”, un milagro que, cómo el dijo, nadie ve. Un empresario Pyme con llegada a Casa Rosada lo desmintió en diálogo con este diario. “Sólo en algunos sectores, y muy pocos”, dijo y remarcó en cambio “el crecimiento del trabajo informal” como un problema. Otra de las preocupaciones del sector Pyme pasa por la obra pública cero. “Nos vendría muy bien que se reactive para ver de verdad una recuperación”, señalaron. “Por ahora, nuestro lema es sobrevivir”, concluyeron.

De paso, Milei reiteró sus ataques a los economistas que “no la ven”. “Los que dicen que estuvimos interviniendo la economía se les empastó el cerebro o son directamente idiotas (SIC)”. Algunos de los principales críticos estaban sentados en las primeras filas, donde estaba también el ministro de Economía, Luis "Toto" Caputo, que curiosamente no se subió al atril.

Otro momento de furia llegó cuando en el auditorio sonó un teléfono celular. “Hay algo sonando”, dijo Milei y levantó las cejas, lo que provocó un silencio turbio. Salvo en esos tramos en los que subió el tono, el resto del discurso fue leído, incluida la introducción con los agradecimientos. Antes de irse, el Presidente se fundió en un abrazo del lobby del Alvear con Natalio Mario Grinman, presidente de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) y anfitrión del encuentro.

Grinman, a su turno, había sido elogioso con Milei y resumido con una frase el sentimiento del auditorio. “Estamos en una situación sin dudas difícil. La actividad económica en Argentina se encuentra deprimida y la pobreza registra valores escandalosos. Pero pese a eso, tengo la convicción de que en sus primeros meses, la actual gestión nacional dio inicio a un camino de transformación, tan necesario como tantas veces postergado”, dijo. La reforma laboral, el RIGI y la motosierra sobre el gasto estatal son suficientes para que el empresariado omita la recesión y se mantenga firme en el apoyo al Gobierno. 

La gran barata argentina

Antes que Milei, hablaron a su turno el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; la canciller, Diana Mondino; la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, en ese orden. El eje de los discursos –cada uno en su metié– fue remarcar el clima de negocios favorable que se habría inaugurado en el país desde la llegada de los libertarios al poder. Por momentos sonaron hasta suplicantes de inversiones, como si su rol fuera ofrecer a la Argentina en una feria de remates.

Francos, el primero en disertar, dijo que la pronta reglamentación del RIGI hará el milagro. "Tenemos muy buena expectativa con respecto a las inversiones que se van a generar a partir de que esté definitivamente reglamentado. Ya nos han anunciado varias y creemos que vamos en ese camino", vaticinó. 

Mondino, quizás la más deslucida del elenco, incurrió en un paso de comedia cuando quiso invitar a los inversores extranjeros preocupados por el cambio climático a invertir en el país. "No discutamos si hay o no cambio climático. Para aquellos que creen y que piensan que hay que reducir carbono, la opción más fácil, más barata y más inteligente es invertir en la Argentina", fue su intríngulis, "porque nuestras pasturas fijan carbono, nitrógenos, son más baratas y eficientes que una forestación". La cancillería viene de ser intervenida por Karina Milei, quien designó a la abogada conservadora Úrsula Basset como jefa de gabinete de hecho, para impulsar la posición argentina antiprogresista y a contramano de los planes que viene pregonando la ONU, inclusive la agenda 2030 contra el calentamiento global. 

Bullrich, en cambio, fue al grano. Lo suyo fue mano dura explícita. Cada vez que responsabilizó a los movimientos sociales de los males de la Argentina, recibió aplausos encendidos. El tramo que recibió más loas fue el del final, cuando sostuvo que "hemos logrado el orden público en las calles para que todos ustedes puedan invertir". "¡Vamos, Pato!", la arengaron. También fue aplaudida cuando se metió en el régimen penal juvenil: "A partir de los 13 años, el que mata no va a volver a su casa como si no pasara nada", dijo. Música para los oídos del Alvear. 

El último en  subirse al atril antes del Presidente fue Sturzenegger. El ministro de Desregulación se calzó el saco de revolucionario. Dijo que "el Estado no se moderniza" porque, según él, "el Estado atrasa". "Mi rol es desmalezar", graficó antes de enumerar los "trámites burocráticos e inútiles" que eliminó desde que asumió formalmente en el gabinete y otros que tiene "arriba del escritorio" como la obligación de informar al Ministerio de Cultura antes de exportar una obra de arte, algo que contó como si recién hubiese bajado de Sierra Maestra. 

Gobernadores alineados

Por Recoleta también pasaron Alfredo Cornejo, gobernador de Mendoza; Ignacio Torres, de Chubut; Carlos Zadir, de Jujuy, y Rolando Figueroa, de Neuquén. Los cuatro fueron consultados por el RIGI. Cornejo habló en representación de las provincias gobernadas por sectores afines al oficialismo: "El RIGI es una gran herramienta para las inversiones, pero es insuficiente", dijo y reclamó "una baja de impuestos general, no sólo enfocada en algunos sectores en particular".

Zadir fue el que hizo los deberes: dijo que su provincia ya implementó a nivel local la ley y que él está de acuerdo con mantener las regalías mineras en un tres por ciento, pese a que la Ley Bases lo habilita a subirla hasta un cinco. 

Figueroa no dejó pasar la oportunidad de chicanear al centralismo porteño. Jorge Macri, más temprano, había abusado de su tiempo de exposición, por lo que el panel de gobernadores tuvo que ajustarse el reloj. "Nos pidieron que seamos breve porque el intendente de la CABA se llevó mucho tiempo. Las provincias siempre estamos relegadas. Pero mejor que decir es hacer", soltó. Hubo aplausos.