La educación universitaria no es prioridad cuando desde el Poder Ejecutivo Nacional se toman decisiones que la desfinancian y contribuyen de este modo a su degradación social, económica y política. La depauperación se logra no solamente a través del retraso de los incrementos de las partidas presupuestarias imprescindibles para la supervivencia del sistema educativo universitario, sino que además con campañas que intentan instalar el desprestigio a la educación pública.

Al reinsertarnos en la división internacional del trabajo bajo un modelo de primarización económico-productiva en línea con el espíritu de la Ley Bases, se requiere una fuerza de trabajo de baja calificación y mínimas exigencias de formación profesional. Esos puestos de trabajo son fáciles de sustituir, lo que da al empleador mayor capacidad para imponer sus condiciones de máxima intensidad del trabajo y de bajos salarios llegando a sueldos de supervivencia.

Una economía extractivista se basa en la explotación intensiva e indiscriminada de los recursos naturales con destinos generalmente de exportación con nulo o escaso nivel de procesamiento o valor agregado, por lo que su precio de venta es reducido. Más aún si se los compara con el valor que se les asigna una vez procesados y transformados, eslabón de la cadena generalmente llevada a cabo en los países importadores o desarrollados que los utilizan en sus actividades industriales generando bienes con alto valor de venta.

Es en ese sendero que se profundiza la actual política de desfinanciar al sector público universitario nacional, observada como innecesaria en su actual dimensión para un modelo extractivista y primarizado de nuestra economía.

Los modelos que primarizan la economía con bajo nivel de procesamiento y de valor agregado a esas materias para exportarlas hacia los países industrializados y que posteriormente las venden ya procesadas con elevado valor económico agregado, requieren de mano de obra nacional profesional capacitada en muy baja escala o cantidad. Las empresas transnacionales importan la capacidad tecnológica para ejecutar las tareas productivas, traen a los altos ejecutivos y técnicos especializados que dirigen los procesos productivos, generalmente de sus países de origen. Dentro de los sectores más propicios para profundizar este modelo económico se encuentran la minería, el petróleo, la agricultura y la pesca entre otros.

Sin una universidad pública de calidad y con acceso gratuito solo tendrían la posibilidad de asistir a la educación superior quienes pudieran pagarla a través del sistema privado universitario diseñado para los intereses de reducidos y elitistas sectores de la sociedad. También se desperdiciaría el potencial científico técnico de sectores de la población que, al no poder acceder a la educación universitaria, no tendrían la oportunidad de desarrollar y aplicar sus talentos en un sistema superior de estudio y capacitación, ni contribuir al bienestar de la sociedad. La mayoría de los científicos que ha dado nuestro país, reconocidos tanto a nivel nacional como internacional han provenido de la educación pública.

La cultura, también bajo ataque

En una sociedad de inferior nivel educativo, instrucción general y cultural, es más fácil de cometer injusticias sociales, políticas y económicas. Bajo estas condiciones la sociedad es más fácilmente influenciada y dominada, La educación contribuye a elevar la visión crítica sobre los modelos aplicados en la esfera social, económica y política de nuestra sociedad.

Ejemplo de ese rumbo es la reciente reforma para el sistema de financiamiento en el ámbito de la producción cinematográfica, en donde el Estado reduce significativamente su aporte económico al desarrollo del cine nacional a pesar de su extraordinario éxito cultural tanto a nivel nacional como internacional.

Las expresiones culturales y artísticas tienen un valor intangible para la sociedad y aunque en ocasiones esas actividades no produzcan ganancias financieras, pretender llevar a este sector reglas empresariales en donde lo que no deja beneficio económico se cierra, generaría en muchos aspectos de la cultura nacional profundas consecuencias.

Esos razonamientos responden a un proceso de colonización de una cultura basada en la ganancia monetaria privada que prioriza el beneficio económico sobre todos los motivos

A finales de 1997, década de fuertes reformas neoliberales en Argentina, Leonardo Molelo publicó un artículo en defensa de los sueldos bajos en la enseñanza argentina. Decía que esas magras retribuciones aumentan la cultura general y la circulación de los conocimientos. Gracias a esos sueldos de morondanga un catedrático que por la mañana enseña cirugía del cerebro puede enriquecer su cultura, ya la cultura de los demás, haciendo fotocopias a la tarde, así como el adjunto de biología molecular está en óptimas condiciones para aprovechar su formación haciendo changas de plomería y pintura de automóviles. Nos recordaba Eduardo Galeano en La escuela del mundo al revés.

Los sectores más educados, con mayor nivel cultural y capacitados de la sociedad cuestionan con mayor nivel de argumentación las injusticias sociales y constituyen además los sectores en mejores condiciones para orientar, contribuir y liderar las transformaciones de esas realidades y conducir a la sociedad hacia niveles de mayor progresividad económica y justicia. Como expresa la sociología, esos estratos sociales poseen la oferta de liderazgo a las masas.

La educación como un gasto

Los recursos públicos para financiar la educación son considerados por sectores empresarios y políticos como un gasto innecesario y no como una inversión. También los consideran como generadores de mayor carga tributaria. Sin embargo, existen visiones diferentes de ese enfoque que consideran que efectivamente el valor que se crea y por tanto también la fuente de todo impuesto proviene del trabajo y esfuerzo del trabajo realizado y entregado por los trabajadores.

Otras posturas consideran que ese gasto educativo es realmente una inversión que fomenta el desarrollo productivo y cultural de las futuras generaciones de personas que ingresarán al mercado laboral con mejores aptitudes profesionales y mejor capacitadas para contribuir más eficientemente al desarrollo empresarial y del país. También aportarían sus conocimientos y visiones más diversas y profesionales a la edificación de una mejor sociedad.

El capitalismo no precisa hombres cultivados, sino formados en un terreno ultra especifico que se ajusten al esquema productivo sin cuestionarlo, escribía Karl Marx.

* Docente en UBA y en UNQ en Economía y en Impuestos